Revista Educación

Discusiones entre padres e hijos en la adolescencia

Por Oliva23
Discusiones entre padres e hijos en la adolescencia
La adolescencia temprana es un momento en el que las relaciones parento-filiales suelen complicarse, de manera que incluso en las familias en las que la armonía entre padres e hijos era la norma pueden aparecer conflictos frecuentes. Las razones de esta zozobra de la tranquilidad en el hogar son variadas, pero suelen estar relacionadas con los cambios que atraviesan los chicos y chicas y sus progenitores. En primer lugar habría que destacar los cambios hormonales propios de la pubertad, que suelen tener consecuencias sobre los estados emocionales del adolescente y repercuten de forma negativa en sus relaciones con quienes les rodean. Además, el aumento del deseo y de la actividad sexual que conllevan estos cambios hormonales puede inclinar a los padres a mostrarse más restrictivos y controladores con respecto a las salidas y amistades del chico y, sobre todo, de la chica adolescente, en un momento en el que estos buscan una mayor autonomía, con lo que los enfrentamientos serán más frecuentes. Igualmente, resulta obligado señalar los cambios que tienen lugar a nivel cognitivo como consecuencia del desarrollo del pensamiento operatorio formal, que llevará a chicos y chicas a mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares y a desafiar a la autoridad parental. Incluso serán capaces de presentar argumentos más sólidos en sus discusiones, llevando en muchas ocasiones a que sus padres se irriten y pierdan el control.
Otro elemento a tener en cuenta es la clara desidealización de las figuras materna y paterna que se va a producir, de forma que la imagen parental cercana a la perfección propia de la infancia será sustituida por otra mucho más realista. Esta desidealización suele favorecer la desvinculación emocional necesaria en esta etapa para que chicos y chicas vayan ganando autonomía personal. No es necesario recurrir al complejo de Edipo para entender que el niño y la niña tienen que “desenamorarse” de sus padres, y para esta faena nada mejor que comenzar a buscarles defectos y comprender que eran ídolos con pies de barro.
Finalmente, es importante destacar el aumento del tiempo que pasan con el grupo de iguales que va a permitir al adolescente una mayor experiencia en relaciones simétricas o igualitarias con toma de decisiones compartidas, y que le llevarán a desear un tipo de relación similar en su familia, lo que no siempre será aceptado de buen grado por unos padres que se resisten a perder autoridad. Por otra parte, en periodos de rápidos cambios evolutivos como la transición a la adolescencia, las expectativas de los padres con respecto al comportamiento de sus hijos son violadas con frecuencia, lo que causará conflictos y malestar emocional.
Aunque las transformaciones más relevantes tienen lugar en el adolescente, sus padres también están sujetos a cambios, y la pubertad de los hijos suele coincidir con la etapa de los 40-45 años de los padres. Este periodo, denominado por algunos autores crisis de la mitad de la vida, ha sido considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos, lo que podría suponer una dificultad añadida a las relaciones entre padres e hijos durante la adolescencia. Por lo tanto, la llegada de la adolescencia es un momento del ciclo familiar en el que coinciden dos importantes transiciones evolutivas, una en el hijo y otra en sus padres, lo que forzosamente contribuirá a enrarecer el clima familiar.
Lo mejor de todo es que estos momentos difíciles no suelen durar mucho y en poco tiempo, y contando con la compresión y flexibilidad parental, las aguas volverán a su cauce y la dinámica familiar habrá entrado en una nueva etapa que puede ser tan gratificante como las anteriores. Es más, puede decirse que estos conflictos y discusiones son necesarios para que tenga lugar un reajuste de las relaciones familiares en el que los padres tengan en cuenta las nuevas necesidades de sus hijos. Eso podría explicar que en un estudio longitudinal en el que hemos seguido a un grupo de 100 adolescentes desde los 13 hasta lo 23 años, aquellos adolescentes que declararon tener más conflictos con sus padres a los 13 años fueron quienes mostraron un mejor ajuste psicológico al final de la adolescencia. Estos enfrentamientos parecían haberles servido para ayudarles a madurar.

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