Tal vez el título te parezca extraño, pero es una realidad confirmada por los expertos que discutir es saludable para la pareja. Sin embargo, es importante que tengas en cuenta que no es lo mismo discutir que pelear. El intercambio de ideas es normal entre las personas, si tu relación es abierta al diálogo y constantemente mantienen viva la comunicación, tarde o temprano van a terminar poniendo sobre la mesa sus diferentes pareceres respecto a algo para intentar llegar a un acuerdo. Esto es discutir.
De esta forma, la discusión permite que los integrantes de una pareja se conozcan mejor y de manera más profunda. A través de este mecanismo sabemos lo que el otro piensa y comunicamos nuestras opiniones.
Pelear implica convertir a este saludable intercambio en una guerra, donde cada uno se escuda en sus pensamientos. Para que esto no ocurra, la clave está en respetar y escuchar al otro. Las discusiones suelen volverse peleas porque muy pocos saben recibir con tranquilidad las opiniones del otro sin mostrar desprecio o fastidio.
Aprender a discutir
Hay trucos para saber discutir y mantener el intercambio de argumentos en una situación calma. Uno de ellos es no dramatizar, esto suele pasar cuando sentimos los argumentos del otro como un ataque personal y construimos nuestra respuesta en forma de defensa. Muchas veces es necesario tomar ciertos planteos con humor y simpatía, no debes volver de vital importancia asuntos triviales.
Hacer ciertas demostraciones de fastidio de manera ostentosa, como salir precipitadamente de la habitación en mitad de la charla, cerrar las puestas violentamente o cruzarse de brazos y negarse a seguir hablando, son acciones que en poco ayudan. Al contrario, sólo despiertan bronca en el otro y empeoran la situación.
Otro secreto es no descalificar al otro, sino saber presentar tus argumentos de manera sólida y convincente. Burlarse de lo que piensa el otro es sólo una muestra de que tu no sabes cómo respaldar tu opinión. Además, este tipo de actitud alimenta el fugo del rencor, el cual puede rebrotar en cualquier momento y arruinar la relación.
El tercer consejo que te damos es que aprendas a empatizar, esto quiere decir que debes intentar ponerte en el lugar del otro y ver el asunto desde su lugar y perspectiva. Esta estrategia te ayudará a entender porque él otro piensa de esa manera y a poder responderle de la mejor manera posible, sin hacer que se sienta atacado.
Pasos para una sana discusión
Lo primero es preguntarse a uno mismo cuál es el problema en concreto que queremos conversar. Muchas veces esto no está en realidad claro y la conversación empieza a irse “por las ramas”, generando luego una pelea. Debes saber hacer foco en algo concreto y buscarle solución.
Una vez que has definido la problemática con claridad, busca la mejor manera de exponerla. Debes tratar de no arrojar toda la culpa sobre el otro, sino en que juntos encuentren una solución para eso. Por lo general, buscamos que nos den la razón y nos pidan perdón, cuando lo más importante es en realidad platear líneas de acción para que no vuelva a ocurrir, más allá de quien sea el culpable.
Además, en la mayoría de los casos la responsabilidad sobre algo es compartida. Por eso una buena estrategia es proponer cambiar uno mismo, a fin de incentivar al otro a que lo haga también. Si planteamos el asunto como si fuera algo que debe solucionarse, sin señalar con el dedo acusador ala otro, conseguiremos desarrollar una charla tranquila de la cual, en función de un intercambio de pareceres, irá naciendo la solución.
También trata de cuidar tu vocabulario a la hora de discutir. Las malas palabras y las descalificaciones personales son golpes bajos que en nada ayudan en una discusión cuyo objetivo es ser constructiva.
Por otro lado, es normal que durante la discusión alguno diga algo injusto y/o equivocado, en esos casos debes estar dispuesto a reconocer tu error y ha replantear la idea de manera más adecuada. Incluso si tienes que pedir perdón ¡hazlo! porque eso no te descalifica en nada, más aún suma puntos positivos a la charla.
Finalmente, lo mejor es siempre decir lo que piensas. Callar por temor a dañar al otro tampoco es la solución, sino buscar la mejor forma de encarar la situación. Si no hablas a tiempo, las tensiones se acumulan y van a estallar en el momento menos indicado y pueden terminar dañando irreversiblemente la relación.
Si sigues estas reglas verás que tus discusiones nunca se volverán peleas y, por lo tanto, se convertirán en un ejercicio saludable para ti y tu pareja. Su relación crecerá mucho y aprenderán más el uno del otro.
Además, estos mismo trucos pueden utilizarse para llevar adelante discusiones con compañeros de trabajo o familiares. Verás que si tu sigues los pasos que te indicamos, el otro no tendrá motivos para desatar una pelea. Por lo general, la actitud de uno se proyecta inconscientemente en el otro, llevándolo a adaptar su conducta a la tuya.
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