El equipo de la generación esperanzada y del futuro ilusionante. Guarda ciertas señas de identidad con respecto a su gloriosa historia pero en la última década, a partir de perder la final de 2002, con ‘la excusa’ de ir a por todas en su Mundial, ha sentado las bases de una selección que ha rozado la brillantez en más de una ocasión en los últimos años. Tener jugadores de primerísimo nivel casi por cada puesto la señala como candidata a pesar del último resultado negativo.
A pesar de la goleada recibida ante Suiza, donde se castigó la actitud poco entregada, pero también mostró al mundo sus puntos débiles como la incapacidad de saber sufrir sin la pelota. Alemania quiere mandar, como siempre ha hecho, con el balón como principio, acabar la jugada como fin y el ahogar la salid rival para volver a empezar.
Pero presenta un peligroso paralelismo con el subcampeón de 2002: la base de la selección es la del equipo subcampeón de todo este año. La clave de su éxito reside en la posesión, el equilibrio que da Schweinsteiger y la participación en tres cuartos de Özil. Ahí es donde marca la diferencia, donde da sentido y concreta la superiorida teórica de los nombres propios ante sus rivales, que ya de inicio, serán duros.