Cuando un cliente entra en tu oficina para pedirte un diseño web, y su posterior desarrollo, lo primero es escucharlo. Después, saber leer entre líneas. Y, finalmente, saber decir no cuando es necesario. Estos son algunos de los casos en los que el cliente –según nuestra experiencia- puede equivocarse al plantearte su web ideal.
No tener en cuenta la tecnología. Hay quien recopila ideas de aquí y de allá, pero que no valora si la tecnología con la que se llevaron a cabo encajará con lo que necesita. Por poner un ejemplo: antes se hacían animaciones espectaculares con Flash, pero el mundo tecnológico lo va sustituyendo por el HTML 5, y no tiene cabida en el diseño web adaptado a móviles. Los motores de búsqueda tampoco lo posicionarán correctamente. Así que no, no te podemos hacer esa animación tan impresionante que has visto.
Diseños viejos. Una web debe estar lo más actualizada posible en cuanto a los patrones de diseño (excepto que busques un efecto vintage). Así que algunas ideas preconcebidas quizás necesiten un toque de estilo. Si un diseño web tiene una vida media de dos años, y encima el proyecto lleva un tiempo hacerlo realidad, te vamos a vender una web que nace vieja. Todavía no hay un reality show de este tipo pero tendría éxito: “Tunéame la web”.
No tener en cuenta el marketing y la comunicación. Ok, tu web tiene que ser bonita y llamar la atención. Pero lo mejor es que te sirva para el negocio, ¿no? Por lo general, pocos vienen con una idea de diseño web unida a marketing y comunicación. Si la web entra por los ojos, pero de la que te pones a leer no hay trasfondo, no transmite lo que haces ni por qué es genial, minimiza y vámonos. Hay que buscar un equilibrio. Se centran en que la web sea superbonita.
Querer replicar una web de un negocio totalmente distinto. Una web es un traje a medida, así que hay que esforzarse en dar con un diseño personalizado. Otro ejemplo: si te encanta la web de Apple y quieres hacer algo parecido para tu empresa de tuercas, igual hay que pensárselo. La web de Apple no es solo un fondo blanco, tiene un esquema muy pensado, unos determinados patrones de navegación, unas imágenes espectaculares. Si quieres metemos unas fotos superchulas de tuercas, pero igual no rompes el mercado…
Falta de material. Una cosa es el diseño web y otra cosa el material que se usa para diseñar. Es necesario hacer inversión en material gráfico: producto, fotógrafo, modelos… Hay quien piensa que las imágenes salen de la nada, o que las buscamos en Google y las ponemos. Pues no. Todo tiene registro, dueño… Quizás alguna imagen de un banco de fotos gratuito pueda ayudarte, pero las imágenes propias pueden darte un plus.
No contar de qué va el negocio. Algunos te describen con pelos y señales su diseño gráfico: un logo cuadrado, una imagen tal… pero lo que necesitamos es conocer el negocio. Poner la vista más allá de lo que hay detrás de esa web y ser capaces de transmitirlo a través de ella.
No querer invertir. Suele suceder con particulares y empresas pequeñas. No porque la web sea un espacio virtual e intangible eso supone un ahorro infinito. Hay que invertir recursos en ella, como en todo. Otro ejemplo: una tienda online no te va a suponer lo mismo que alquilar un local en Gran Vía. Pero la inversión es necesaria para mantenerla funcionando, con tus catálogos, con tu herramienta de stock, para controlar a cualquier individuo que se meta desde cualquier punto del planeta… Por un escaparate físico pasan 100 o 200 personas al día, por uno virtual pueden ser muchos más. Hay que posicionarla en los motores de búsqueda, cambiar el diseño web periódicamente. Igual todo lo que te ahorras de alquiler físico te conviene gastarlo en la tienda online.
Un último consejo, esta vez para el cliente. No te fíes del que te promete resultados a corto plazo, muy probablemente sea una mala inversión. El diseño web low cost te creará más problemas que soluciones. Un diseño y desarrollo web no es cosa de dos días. Hay que trabajarlo mucho. Piénsalo. Tu web es tu tarjeta de presentación en un mundo que cada vez es más importante: el que existe más allá de la pantalla.