Ya está en España el tercer parque del ocio controlado por una multinacional estadounidense, pero aún queda la amargura de que el gran Disney, que deseaba estar en Andalucía, se fuera a Paris sobre todo porque España no instaló en Orlando (Florida), una exposición de sus productos y cultura para sus casi 20 millones de visitantes anuales.
Ocurrió entre los años 1980 y 1984 con unos asturianos como protagonistas, los hermanos Arribas, propietarios de tiendas en los parques Disney y miembros de su Consejo de Administración.
Antes de que la mercadotecnia fuera tan sofisticada como para recomendar la instalación del parque europeo en París, a pesar del mal clima, los Arribas convencieron a Disney de que el mejor lugar de Europa era la turística Andalucía.
Disney negoció con los Gobierno españoles de UCD y PSOE, y les propuso que, como gesto de interés, instalaran en el Disneyworld de Florida un centro comercial, que se llamaría España, con restaurantes, tiendas y muestras culturales y folklóricas. Sería el gran escaparate español en EEUU.
Pero España retrasaba la contestación, aunque, entre tanto, se mostraba patrióticamente nacionalista: quería que el posible Disney andaluz tuviera más flamenco y menos Pato Donald.
Algún tiempo después la Generalidad catalana conoció estas negociaciones y trató de reconducirlas hacia su territorio. Pero la mercadotecnia aconsejaba ya París.
Ahora, y sin escaparate en EEUU, los parques catalán, valenciano y madrileño compiten para ver cuál de ellos es menos flamenco e imita mejor a Disney.