Desde hace unas semanas vengo pensando en Distancia de Rescate. No es solo que haya recuperado el conocido título de Samanta Schweblin para mi club de lectura. Ni que lo haya vuelto a leer, a reflexionar sobre él y compartir opiniones con otros lectores. Es que realmente, no consigo sacarlo de mi cabeza. Tampoco ayuda haber visto la recomendable adaptación de Claudia Llosa. Y por eso, aquí estamos. La novela, nacida como un relato que iba directo a Siete casas vacías, es uno de los textos más aclamados de la autora. Su primera novela, ganadora del premio Tigre Juan (2015), así como el Shirley Jackson cuando fue traducida al inglés, y que le valió, una nominación al Premio Man Booker International en 2017.
En un paisaje bucólico de la pampa argentina, articulada como una conversación ininterrumpida entre David, un niño que parece saberlo todo, y Amanda, una madre que yace convaleciente en un hospital, transcurre una especie de thriller de terror sostenido en apenas un centenar de páginas que se leen de una sola sentada. Pueden parecer pocas páginas, pero todo esta medido, concentrado y fragmentado para hacer de la lectura un disfrute consciente, repleto de simbolismos y metáforas que debemos escarbar para comprender.
«Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más lo de que debería.»
La reconstrucción de la historia, realizada pregunta a pregunta, nos lleva hasta lo sucedido en los últimos momentos de Amanda. Desde su llegada al vecindario hace unos días, hasta su estancia en el hospital. Así se van revelando las respuestas para todos aquellos que estén atentos. Con la maternidad como eje de todo, dando vistazos a los diversos miedos de una madre, Samanta teje una trama que va mucho más allá y contempla un problema tan grande como es la amenaza ecológica que se vive en América latina. Los pesticidas y tóxicos en los cultivos que tantas vidas se han llevado hasta día de hoy. Sin embargo, no es su objetivo.
Con una trama cíclica, que nos anuncia su final desde el mismo principio, Distancia de rescate se va desarrollando como un trepidante texto laberíntico y repleto de preguntas a las que buscar respuesta. Elegante en estilo, medida en palabras como los cuentos de Siete casas vacías, la novela sobrevuela lo místico para jugar con nosotros desde el comienzo. El lector puede elegir entre creer o no creer en los conceptos que poco a poco se nos van desgranando. La contraposición de lo fantástico en una atmósfera tan real puede resultar forzada para muchos, pero no por ello desencajar con lo que cuenta.
Una consecuente cantidad de símbolos y metáforas plagan el texto, funcionando a modo de rompecabezas para el avispado lector. ¿Qué son esos gusanos que tanto se mencionan? ¿Es David real? ¿Por qué es tan importante esa distancia que separa a Amanda de su hija? Distancia de rescate crea intranquilidad en cada vuelta de hoja, deja la duda en todo lo que cuenta de forma natural y teje, una atmósfera de pura pesadilla que resulta difícil de olvidar. Sin embargo, llegar atento hasta su ansiado final tiene premio.
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