Por: Javier Sancho
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Es difícil desentrañar todos los recónditos recovecos
en los que surge una arquitectura congelada, pero en Helsinki tal vez el más
representativo de ellos sea la Ópera que uno de los grandes, Alvar Aalto, nos
dejó para la posteridad.
No siempre es
posible, pero creo que la manera en que la descubrí fue de las más intensas y
majestuosas en las que se puede hacer. Al norte, frío, hielo, blanco… Y así,
tras un lago congelado por el que caminan los fineses con sus perros y patinan
superando el nocturno período, surgen tres excelsas formas abstractas, del
mismo blanco, pero con la genial diferencia de un leve trenzado, el del mármol
blanco de su fachada, que alterna dos tipos de piezas en columnas de 1 a 1, en las cuales las
pequeñas se hunden suavemente en su encuentro intermedio, dando al blanco omnipresente
un cálido toque a tela, a cesta de mimbre.
El coloso volumen
de la ópera, se enclava sobre uno mucho más extenso, longitudinal, que permite
el acceso a las diferentes salas. Una escala genialmente desarrollada, como
iceberg en medio del lago.
Enfrentado a éste, la alargada y homogénea extensión
se eleva sobre un porche, al que pueden llegar todo tipo de transportes para
nutrir los diferentes escenarios, restaurantes, además de las personas que se
aproximen con automóvil.
A la calle, desde la que se desciende por unas
escaleras, la tira se presenta mucho más quebrada, mostrando de un lado a otro
los diferentes espacios y sus funciones, contrastando la planta de acceso, un
enmarcado zócalo negro, con la primera y posibles plantas superiores erguidas
sobre éste y tratadas con el mismo mármol trenzado blanco que da al lago. Así,
con una sutil y alargada marquesina se reparte el público que accede a un
concierto, tras franquear el espacioso vestíbulo y ascender por las escaleras
principales; hacia el centro, sutilmente se separa el espacio de la sala
principal del de las salas de ensayo, las cuales incorporan vidrio en la fachada
y realizan un bello juego en zig-zag delante de un agradable jardín, con un
volumen de color negro, magistralmente “perforado” en su planta baja por un
salón transparente que nos deja ver al otro lado y enfoca el lago.
Todo el complejo está dispuesto de una manera
elegante, tranquila e inteligente, como solía hacerlo Aalto, del mismo modo en
que he percibido Helsinki, gracias a la buena guía de Julia y Alberto.
English version:
It´s quite difficult to get to all the places in a town like Helsinki,
even more when one have just few time, but there´s a building that could show
everybody how is this city, the Opera house by Alvar Aalto.
I was really lucky to see the building the first time as I could:
walking through a frozen lake, in front of the one it lays: three abstract and
nice white volumes grow up like an iceberg over the longitudinal stripe below,
everything finished in white marble, not as frozen as the lake, cause the
matrix is divided in vertical marble stripes, sinking just a bit in the middle
the small ones, makes a nice nest effect.
The homogeneous front part to the lake is elevated
over the staff and parking acces, connected by hanging stairs. The one to the
street is treated with a different language: the architect plays with the
volumes of the long stripe and make a separation with a black piece in the
middle, which is glass made in the bottom and let us see the lake. In the left
size a soft cover invites the public to acces the Opera main room, to which we
get through the foyer and the main stair; in the right size, the practice rooms
have windows in the top and are open to a nice garden. All along this side
there´s a black plinth in the acces floor ando ver this one, the other floors,
are finished in the same white marble as the lake’s side.
The building lays so elegant, quite and intelligent, as use to make Aalto, the same feeling I had from Helsinki, thanks to the good company of Julia and Alberto.
Hasta luego,
Ba’C
javi