I’ve come to realize, the one I fear is me.
No sé si siempre ha sido así, creo que no, pero de un tiempo a esta parte, me doy cuenta de que todos parecemos ver la defensa de nuestros intereses o posiciones ante la vida, inseparablemente asociada al combate activo de los de “la otra mitad de la población, que piensa justo lo contrario”.
Así el mundo, el país, la ciudad, parecen estar divididos irreconciliablemente en los que tienen perro contra los que tienen niños, los que van en coche contra los peatones y todos contra los ciclistas, los ateos contra los creyentes, los colectivistas contra los liberales, los defensores de lo público contra los defensores de lo privado, los que se quieren divertir contra los que quieren descansar… y un largo etcétera que seguro que os suena familiar.
Quizá es una percepción falsa mía, pero creo que cuando yo era pequeño (España, años 70 y 80), éramos todos mucho más tolerantes, respetuosos y dispuestos al consenso. Al que no le gustaba cierta forma de vida, simplemente no participaba de ella, pero no se molestaba porque otros sí lo hicieran públicamente y a su vez, procuraba vivir la suya sin molestar a los demás. En los asuntos en que era necesario un consenso, porque no bastaba con “vivir y dejar vivir”, se alcanzaba con mucha mayor facilidad que ahora. La proporción de extremistas muy extremistas ha disminuido, pero todos nos hemos vuelto más extremistas en nuestras posiciones al mismo tiempo.
Tenemos que darnos cuenta que la vida es mucho más fácil para todos, si en lugar de dedicarnos a combatir al que no piensa y vive como nosotros, nos dedicamos a respetarle y a esperar respeto de vuelta. Y en los asuntos (sobre todo de libertades fundamentales, económicos e identitarios) en que con eso no basta, disponernos inmediatamente a dialogar y acordar un estado de las cosas intermedio de consenso, con el que la mayoría de nosotros pueda sentirse cómodo.
Algo que intento hacer yo, aportando mi granito de arena a esta tarea de convivencia y que quizá pueda serviros, es buscar siempre qué tengo en común con los demás, en lugar de qué es lo que me aleja, unir no separar, cooperar y respetar, no enfrentar y atacar.
Gracias por haber leído hasta aquí, que tengas un buen día.
Hablando se entiende la gente.