Revista Opinión

Dizque accidentalmente…

Publicado el 17 abril 2019 por Carlosgu82

Contaría ella con unos 30 o 32 ños en su haber, pero estoy seguro de que yo tenía unos 17 años y algunos meses. Era ella la esposa de uno de mis tíos paternos, específicamente, del menor de ellos, eso la hacía, por extensión, mi tía política y vaya tía. Físicamente era, al menos para aquel entonces, una mujer voluptuosa, de modo que tenía buenas proporciones,  a saber: buenas piernas, mejor trasero y un jugoso par de lolas, todo ello sumado a un rostro nada repulsivo que servía de marco a unos ojos achinados, nariz pequeña y perfilada y una boca que, aunque pequeña, era bastante carnosa lo que la hacía muy tentadora  a mis labios con el fin de besarla hasta la saciedad. Dada su estampa, había sido ella, sin saberlo, musa de muchas de mis fantasías en la adolescencia, en mi plena efervescencia hormonal. Quizá al ser una mujer ajena, además esposa de tío, le agregaba un tono de prohibido a todo el asunto, lo cual la hacá aún más excitante para mí. Me saludaba siempre de manera muy amable, con algún beso en la mejilla, yo solía preguntarme, a veces, si de ella saber todo lo que había fantaseado con ella hasta ese entonces, pues seguiría siendo tan amable conmigo, je, je, je, imagino que no, incluso, uno de mis fantasías más recurrentes tenían que ver con el hecho de que a pesar de confesarle tal asunto, pues aún así a ella no le resultaba incomodo, de manera que me permitía dar rienda suelta a mi frenesí sexual en la delicia de su cuerpo, pero nada más lejos de la realidad, al menos nunca me atreví a confesarselo. Recuerdo que solía vestir jeans muy ceñidos al cuerpo, de modo que dejaba poco a mi imaginación en lo que respecta a las formas que cubría el jean de turno, parecía inocente de lo que aquellas curvas generaban en mí. No imagina cuántas veces la pensé al estar a solas bajo la ducha o en mi cuarto, dedicándole unas cuantas “autocomplacencias”, todas estas a su salud. No recuerdo bien la primera vez que la vi, pero me parece que no era tan voluptosa, creo que la maternidad le sentó bien por el tema de los cambios hormonales, transformando su cuerpo en una bomba sexy, al menos eso me parecía a mí para aquel momento. Durante gran parte de mi adolescencia, específicamente, a partir de los 15 años, confieso que tuve una etapa algo exhibicionista, de manera que me excitaba el hecho de que dama alguna me viese semidesnudo y mejor aún si esta lograse apreciar alguna erección de mi parte, que era generada por el hecho de saber que estaba siendo visto. Con esta tía política, no sería la excepción. Me excitaba el hecho de pensar que pudiera ella apreciarme erecto, pero no podía hacer todo aquello de manera descarada, debía obrar de manera inteligente para llevar a cabo dicho plan, de otra manera, ella podría delatarme con mis padres con el consabido reclamo por parte de ellos, cosa que me quería evitar a toda costa y como diera lugar. Desde muy chico se me había dado fácil el hecho de dibujar, también armé rompecabezas y jugué con legos, lo que, seguramente, me permitió, a la postre, desarrollar una buena creatividad y, precisamente, para llevar a cabo mi plan, echaría mano de esa cratividad que había cultivado los años anteriores. Como han podido notar no hay pared cuya superficie sea perfectamente lisa en su constitución, siempre el acabado de estas presenta alguna irregularidad y, a esta realidad, no escapan los marcos de las puertas. Mi cuarto, para aquel entonces, tenía una cortina que hacía las veces de puerta: Era verano, y como es sabido, hace mucha brisa, al menos así ocurre al norte de Suramérica, de modo que no era extraño que la cortina es cuestión bailara al son que la brisa veraniega le imprimía. Mi plan, o parte de este, consistía en que la cortina, o parte de ella, se quedara incrustada, por así decirlo en una de las irregularidades del marco de la puerta, dejando así entrever hacía el interior de mi cuarto. Hablaba ella con mi papá, este de espalda a mi cuarto y ella de frente al mismo, o casi al frente, pero podía verla, de manera que ella, en algún momento también podría verme a mi: La idea era que ella me apreciara en pleno acto “autocomplaciente”, pero lo que haría que el plan fuera perfecto, sin dar lugar a que ella me delatase de manera alguna, pues sería el hecho de que el mismo pareciera accidental. Pues me coloqué en su dirección, mientras ella estaba centrada en lo que hablaba con mi papá, apoyé mi cabeza en dos almohadas de manera que mi torso se elevara y pudiera así yo ver su rostro, en particualr su mirada. Hecho esto, inicié el acto masturbativo, el saberla frente a mí y pensar en que pronto notaría lo que hacía, pues desencadenó en mí una alta dosisde adrenalina, era el punto de no retorno, la erección fue inmediata, era la situación con la que había fantaseado en muchas ocasiones, al menos una de las más recurrenetes en mi mente. En pleno proceso, pues su mirada periférica le habría permitido apreciar que algo se movía al fondo, allá en mi cuarto: Sorpresa! Era el movimiento de mi mano en aquellos menesteres. La excitación fue plena cuando con mis ojos entreabiertos, que ella dio por cerrados creyendo que estaba concentrado en lo mío, logré notar que me vio. De entrada, por instinto, sintió algo de pena y retiró la mirada, pero como noto que yo, aparentemente, tenía los ojos cerrados, pues su mirada regresó y, para mi sorpresa y mi agrado, se quedó observando de manera silente, lo que ocurría, lo que yo hacía. Aquello fue sublime porque, sin ella saberlo, se hizo complice del plan que yo había ideado. Su mirada se mantuvo fija hasta el momento mismo de la eyaculación, momento luego del cual, volví a la realidad pensando en la gravedad de lo ocurrido: En los siguientes minutos algo de pánico me invadió, temí que puediese delatarme, porque antes de lo ocurrido estaba porirse, pero luego le dio por quedarse y por momentos me pareció que algo quería decirle a mis padres, esto lo noté gracias a que la cortina era algo transparente, pero en vista de que tod había sido aparentemente accidental, es decir, no la llamé para que viera en mi dirección y ella, aunque vio lo que pasó, pues al creer que tenía yo los ojos cerrados, pues pensaría que no me percaté de que me había visto, de modo que para ambos no había pasado nada: En fin, ella se retiro y no pasóde ahí.

Curiosamente, luego de aquel tiempo, durante cierto tiempo, ella siempre que me veía, me buscaba la entrepierna y todo gracias a aquel grato “accidente”.


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