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DJANGO DESENCADENADO (DJANGO UNCHAINED, 2.012) de Quentin Tarantino

Publicado el 20 abril 2013 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine

DJANGO DESENCADENADO (DJANGO UNCHAINED, 2.012) de Quentin Tarantino
Sirvan las clásicas ¡Bang, Bang pam, pam!, y las añadidas por mí: ¡pampum, piussh, chiumm, ahhh!, onomatopeyas como adecuada sinopsis de la película. Por si aún no ha quedado claro de qué va, voy a darle a mi pluma un poco más de consistencia y rotundidad para explicarla: es una historia de tiros y más tiros en la que el protagonista, un tal Django, hace que «Terminator» y «Rambo» sean dos nenazas a su lado. 
Tarantino es un buen director con un importante pero: siempre hace la misma película. Quiere ser más importante que el propio cine y eso es imposible, además de ridículo. Es como si Cristiano Ronaldo quisiera ser  mejor que Messi. Un director, aunque tenga su estilo propio, y de hecho lo debe tener, debe ser flexible, maleable como lo es el junco. Si no, corre el riesgo de repetir y exasperar cual alumno LOGSE.
La historia de Django desencadenado es buena. Los actores no desmerecen. El vestuario es digno. Todo funciona, excepto el director. Quiere imponerse a la película y la estropea. La reiteración en cine nos suele llevar al páramo en el que habita el desasosegante hastío.  En literatura ocurre lo mismo. Hay escritores que siempre escriben el mismo libro, aunque con diferente título, llámese Thomas Bernard o llámese Arturo Pérez Reverte (desde que escribió su mejor obra, El club Dumas, se repite continuamente). En pintura también ocurre, pero aquí se puede admitir. Maravillosas son las pinturas de «Caravaggio», que no son más que variaciones de una idea; igual que las «Pinturas negras» de Goya; incluso los oleos de «El Bosco», que pintó siempre el mismo y alargado cuadro, son agradables de ver. Pero, como decía antes, en cine no vale la reiteración. Aburre. 
DJANGO DESENCADENADO (DJANGO UNCHAINED, 2.012) de Quentin Tarantino
Cambiando de tema, que no de película, André Bretón dotó de nombre a algo tan necesario en la vida como es el surrealismo. No hay vida que se pueda vivir sin que este desvirtuador de cotidianidades se haga presente. Tarantino lo sabe y lo utiliza, aunque con desigual acierto. Este oscilante visitante, al que Descartes llamó «Genio maligno» porque nos podía engañar acerca de lo que percibimos, debe salir a pasear siempre cogido de la mano de la mesura, si no deviene locura, ridículo o, lo que es peor, esperpento. A Tarantino, en un momento puntual de la película, cual arena de playa, se le va de las manos. Es ese instante en el que se decide la suerte de la crítica y uno dice no, no y no. David Lynch en Terciopelo Azul y Corazón Salvaje nos da una lección magistral de cómo utilizarlo. Paul Auster, que también desde hace años escribe siempre el mismo libro, nos los ejemplifica con brillantez en esa buena novela llamada La música del azar. 
He dicho antes que la historia es buena. Ahora voy a matizar estas concisas, que no  precisas, palabras. Es buena como lo son las relaciones entre alumnos y profesores; cualquier pequeño detalle las tuerce o las desfigura. Le pasa lo mismo que a algunas candidatas a Miss Universo cuando entra en acción la pregunta de cultura general. Suele desvanecerse lo que unos segundos antes presumía ser la mujer perfecta.  
DJANGO DESENCADENADO (DJANGO UNCHAINED, 2.012) de Quentin Tarantino
Que los tiros, el continuo bang, bang, sean más importante que el natural desenlace estropean el fluir natural de este río anegado de sangre llamado Django desencadenado. La película avanza, entre disparos y actores que se hacen el muerto, a trompicones. 
Ya por último indicar que, si bien es de excesivo metraje, no se hace pesada. Las películas de acción hacen que los minutos tengan menos de sesenta segundos, ejemplifican bien la teoría de la relatividad. Este tipo de películas rompen nuestras categorías temporales, o formas puras a priori de la sensibilidad que diría Kant. Y las de tiros aún más. Al fin y al cabo, todos llevamos un John Wayne dentro. 
Posdata: Cuando Tarantino interiorice la famosa frase de Groucho «Nunca sería socio de un club donde hubiera gente como yo», y deje de hacer cine para sí, hará una buena película; mientras tanto veremos Tarantino 6, Tarantino 7, Tarantino 8, ... 
JOSÉ MANUEL CAMPILLOwww.vienafindesiglo.blogspot.com

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