Revista Cultura y Ocio
En 1858, el Dr. King Schultz, un cazarrecompensas alemán, libera a un esclavo negro conocido como Django para que le ayude a recorrer el Oeste de Estados Unidos, al borde de la Guerra Civil, en busca de forajidos que llevar ante la ley. En agradecimiento, Schultz acompañará a Django a rescatar a su amada Broomhilda de la plantación de Mississippi donde el despiadado terrateniente Calvin Candie la tiene como esclava.
Cada nuevo trabajo del director y guionista Quentin Tarantino se recibe con gran expectación, pues cuenta con casi tantos detractores como admiradores. Su cine, plagado de referencias cinéfilas, muestra una gran influencia de las convenciones formales del spaghetti western, subgénero popularizado por Sergio Leone (El bueno, el feo y el malo) al que Tarantino ha homenajeado en películas como Kill Bill o Malditos Bastardos, por lo que su nuevo trabajo, un western por derecho propio, tenía especial importancia dentro de la carrera de este peculiar director. Si bien me ha convencido más que sus películas más recientes, Death Proof y Malditos Bastardos, Django me ha parecido un filme muy divertido pero también bastante repetitivo dentro del universo de Tarantino que desde luego no llega a altura de sus dos obras maestras, Reservoir Dogs y Pulp Fiction.
La trama de Django usa el contexto de la esclavitud en el sur de Estados Unidos como un mero marco en el que ambientar la película, pues, como ya sucedía con la Segunda Guerra Mundial en su anterior trabajo, el rigor histórico brilla por su ausencia y el espíritu crítico se queda en una burla sarcástica que cuenta con momentos bastante divertidos. Durante las casi tres horas de película, acompañaremos a la pareja protagonista mientras "cazan" forajidos en el Oeste y, posteriormente, veremos cómo se ven superados por Calvin Candie en el segundo tramo, desarrollado en la plantación sureña donde la esposa de Django es una esclava. Las convenciones del western pronto se diluyen, sobre todo en la segunda mitad, y nos encontramos ante la ya clásica historia de venganza tarantiniana, con prolongados diálogos entre los personajes que suelen acabar en una rápida explosión de violencia, lo cual termina restando profundidad a la historia.
Eso sí, a pesar de su duración, Django desencadenado consigue entretener en todo momento, funciona mejor que la historia fragmentada de Malditos Bastardos, y entre sus virtudes puede presumir de la fuerza visual de algunas de sus secuencias, de una buena fotografía y de la siempre curiosa selección musical del amigo Quentin, que incluye canciones muy apropiadas para la ocasión como I Got a Name o Trinity (no tanto las canciones de rap, que no pegan demasiado con las imágenes que acompañan) y homenajes a Ennio Morricone y los temas que compuso para Dos mulas y una mujer, el clásico de Don Siegel protagonizado por Clint Eastwood y Shirley MacLaine. Sin embargo, varios elementos, posiblemente en busca de lo cool y lo retro, rompen con la atmósfera de western polvoriento y repercuten en el acabado final, de una ambientación un tanto descompensada.
Al frente del reparto tenemos a Jamie Foxx, correcto sin más dando vida al personaje del título. Los que roban escenas son los secundarios, entre los que se encuentra Christoph Waltz con un personaje similar al que interpretó en Malditos Bastardos, dando vida a un cazarrecompensas parlanchín y carismático. Una de las mejores sorpresas del filme viene con los personajes que interpretan Leonardo DiCaprio y Samuel L. Jackson (toda una alegría verle trabajar de nuevo con Tarantino) como Calvin Candie y su criado, pues ambos han hecho un gran trabajo a la hora de construir a dos personajes crueles que llenan la pantalla en cada aparición. Kerry Washinton no aporta nada como Broomhilda, una simple damisela en apuros, pero para compensar destacan también los cameos de Franco Nero (el Django original), Don Johnson, Jonah Hill y de habituales de Tarantino como Zoe Bell, Tom Savini, Michael Parks o el propio Quentin, todos ellos muy divertidos.
Aunque prefiero la recuperación del western más clásico que proponen películas recientes como Valor de ley o El tren de las 3:10, Django desencadenado consigue entretener en todo momento, cuenta con grandes secundarios y destila el sello personal de un cineasta tan peculiar como Quentin Tarantino.
Ficha de la película.