Djokovic mira a la grada emocionado mientras Nadal le aplaude - EFE.
Se puso el trofeo a la altura del corazón, que latía con más intensidad de lo habitual por el esfuerzo acumulado, pero sobre todo por la emoción de ver cumplido un sueño de siempre. Resultó una celebración propia de un poeta más que de un showman que juega a tenis como Novak Djokovic (Belgrado, 1987), que rompe estadísticas con la misma facilidad que provoca las caracajadas del respetable. El serbio besó la copa de Wimbledon, su tercer grande tras los dos anteriores en Australia. Djokovic sólo ha perdido un partido este año y es la nueva bestia negra de Rafa Nadal, al que ha arrebatado el número uno mundial y ha vencido en cinco finales este 2011. La última, en la central del All England Club por 4-6, 1-6, 6-1 y 3-6, su "mejor partido de mi vida en hierba".Djokovic logró lo que pocos jugadores están capacitados papra conseguir: que Nadal cambie su forma de jugar. El serbio obligó al balear a replantearse estilo y estrategia. Como en los cuatro partidos anteriores entre ambos Djokovic le había discutido en los juegos largos, Nadal optó por intentar acortar lo máximo los intercambios, en resolver, para bien o para mal, los puntos en pocos golpes.
Estuvo a punto de funcionarle la idea a Nadal en el primer set, en el que llegó a tener un 90% en su primer servicio y defendió tan bien su saque como su rival el suyo . La manga fue para Djokovic, el único de los dos capaz de hacer un break, en el undécimo juego, el definitivo. Lo mismo había sucedido en semifinales ante Murray, pero al contrario que entonces Nadal no era tan fiable y en el segundo juego de la segunda manga ya llevaba un error no forzado más (ocho) que en el partido anterior. El balear se veía obligado a jugar con su segundo servicio y su rival le torturaba a aces y precisamente con esa solución, con dos saques directos consecutivos, Nadal se llevó su único punto de un segundo set magistral para Djokovic, capaz de conectar 13 golpes ganadores por sólo seis de Nadal.
Saques directos
Los números y la historia iban con el serbio. Sólo en cuatro ocasiones en la historia un jugador ha remontado dos sets en contra en una final de Grand Slam, y siempre sucedió en Roland Garros, donde Djokovic perdió su partido en un grande después de 2-0 ante Jürgen Melzer. Pero Nadal no se vino abajo, sino que desestabilizó a su rival y en el segundo juego tuvo (y aprovechó) su primera opción de rotura. Más fresco y seguro, Nadal jugó profundo y desquició a su rival, que cedió el 5-1 con su primera doble falta y se dejó el 6-1 en blanco.
La final, disputada a toda velocidad, parecía encaminada a prolongarse hasta el quinto set. Ambos rompieron el servicio del otro hasta llegar al 3-3. Djokovic se llevó el siguiente juego en blanco y Nadal cometió su primera doble falta. Resultó el inicio del fin de su sueño de lograr su tercer Wimbledon, el tercero también ante un rival distinto. Restó largo: 3-5. Necesitaba romper el servicio de Djokovic para intentarlo, pero el servicio subió a la red para lograr el punto de partido y el balear volvió a restar fuera. Djokovic se santiguó, se puso las manos a la cabeza y cogió un trozo de hierba para metérselo en la boca. En ese gesto espontáneo sin ningún complejo se explica el éxito de un jugador al que le ha tocado convivir en una época muy difícil, la de Roger Federer y Rafa Nadal, y que está dispuesto a ser el nuevo rey. Números en manos de este 2011 lo es sin duda: siete títulos, entre ellos el Abierto de Australia y Wimbledon, y sólo una victoria. El triunfo en la Copa Davis en diciembre ha fortalecido a un Djokovic que parece no tener límite y al que ni siquiera Nadal es capaz de vencer.