Leer manga como un profano produce la misma sensación que escuchar jazz por primera vez. El desconcierto de estar entrando en un mundo inagotable que causa excitación y vértigo al mismo tiempo, las ganas de seguir ahondando en ese género, y el miedo a introducirse en un laberinto que puede llevar a la perdición. Eso es exactamente lo que se siente al comenzar a leer Monster, un monumental thriller psicológico de Naoki Urasawa de más de 4.000 páginas. Sin embargo, también es una manera inmejorable de descubrir un estilo que en realidad no está tan alejado de la BD que tanta reputación tiene entre los aficionados al mejor comic.
Describir la trama de Monster es tan complicado como su propio argumento, además de ser poco deseable a riesgo de descubrir algún detalle que en una historia como esta, cargada de intrigas y sorpresas, es mejor que descubran por ustedes mismos. Baste con que les diga que en Monster el suspense es continuo. Una gran conspiración en la que tampoco faltan tintes de culebrón y pequeñas gotas de humor. Sucesivamente, Monster es una suerte de Los Miserables, El Fugitivo, Autopista Hacia el Cielo (sí, la serie en la que Michael Landon encarnaba a un ángel que iba por el mundo solucionando los problemas de los mortales) y hasta se acerca a la reciente serie de televisión Dexter.
Pero no sólo es una historia apasionante. En Monster hay un extraordinario elenco de personajes. Una verdadera procesión de secundarios bien perfilados que se cruzan entre sí, salen y vuelven a entrar en el discurrir del relato. Tiene también un malvado carismático, irresistiblemente atractivo, y un protagonista que evoluciona desde el personaje jovial que es en un principio hasta el hombre de expresión apática en el que se va tornando a medida que se acerca a su némesis y se va deshumanizando cada vez más. Y luego está la forma en que Urasawa nos lo cuenta. Exasperantemente lento y detallista, poniendo tanto cuidado en la narración como en su minucioso dibujo. Sin embargo, paradójicamente, Monster es una trepidante aventura de acción a raudales.
Parecía que Robert Kirkman se había inventado la estrategia de que nadie estaba seguro en sus comics, que cualquiera podía morir. Monster está empapado de la misma sensación de fatalismo. Todos los personajes se mueven por la culpa y los remordimientos. El autor nos hace comprenderlos, que les tomemos cariño por sus debilidades. Y luego los elimina. Porque la historia y personajes de Monster son potentemente humanos. Urasawa sabe, siempre dentro del contexto de un relato de suspense, reflejar los sentimientos más profundos. Muchas veces haciendo énfasis en características típicas del temperamento japonés, con sus emociones reprimidas y sus repentinos arranques de ardor guerrero salpicados de estratégicos alivios cómicos que enriquecen el discurso.
Monster es, además, una historia muy actual, cargada de implicaciones políticas, y totalmente adulta. No se limita Naoki Urasawa a la hora de abordar temas como la prostitución, las adicciones, las enfermedades mentales, las relaciones familiares y la tortura. Poco a poco la rica trama y el complicado juego de personajes va tejiendo un tapiz que se revela excepcional. Una endiablada tela de araña que va evolucionando y de la que el autor va extrayendo matices de gris, desgranando sus interconexiones y, aprovechando un poderoso uso del flashback y la yuxtaposición de escenas, arreglárselas para cerrar brillantemente. Una vez se empieza, Monster ya no se puede soltar. No sólo por la ansiedad que produce el perpetuo cliffhanger, sino porque es, sobre todo, una reivindicación de lo que nos hace humanos.
Fran G. Lara
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