Doble moral

Leo en la prensa, no sin cierto estupor, que el Gobierno vasco revisará una a una las 88.000 ayudas sociales, actualmente aprobadas, en concepto de Renta de Garantía de Ingresos, Prestación Complementaria de Vivienda y Emergencia Social. Una vez más, la Administración pública pone bajo sospecha al conjunto de personas que precisan una prestación para poder sobrevivir con una mínimo de dignidad.  Campañas como ésta, anunciadas a bombo y platillo, no dejan de ser populistas y peligrosas por el mensaje subliminal que encierran.

Entiendo que también cabe la picaresca en la percepción de ayudas sociales y comparto el criterio de quienes defienden la aplicación de mecanismos de control rigurosos; sin embargo, mucho me temo que detrás de esta política de mano férrea se esconde una estrategia bien planificada que pasa por desacreditar estas prestaciones con el objetivo de legitimar un recorte de las mismas, acorde con la exigencia de reducir el déficit, empezando por el eslabón más débil de la cadena.

Es decir, tú puedes ser un profesional liberal de éxito y declarar ingresos de mileurista, sin que pase nada; o bien, puedes atesorar una abultada cuenta bancaria, camuflada en una Sicav, y cotizar como un pensionista, aunque vivas en una mansión; o, peor aún, puedes ser el presidente de un banco al que has llevado a la quiebra y el Gobierno tapará el agujero que has creado, mientras tu plan de pensiones y tu sueldo bastarían para hacer frente a la expansión del cólera en Haití.  

Ahora bien, como cobres la Renta de Garantía de Ingresos, poco más de 600 euros al mes, te pondrán un policía a tus espaldas para verificar que no haces trampa.  En cambio, contra el fraude fiscal vale toda la impunidad y permisividad del mundo.  En el año 2008, por ejemplo, en Bizkaia sólo se inspecciónó a 1.398 contribuyentes; en Gipuzkoa, a 321 y en Araba ni tan siquiera se publican los datos.  Y yo me pregunto, no  es más razonable hacer frente a los delincuentes de guante blanco,  aquellos que evaden miles de millones de euros cada año, en lugar de perseguir a quien poco o nada tiene que robar.    

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