Revista Comunicación

Doble Vida

Publicado el 25 noviembre 2015 por Edvalroj
Doble Vida
―Muy bien amigo, hábleme de su problema. 
―Doctor. La verdad es que desde que tengo memoria he llevado una doble vida. Una existencia en sueños―. Gabriel buscaba las palabras correctas que no le hicieran ver como un imbécil. 

―Existencia en sueños ―repitió el médico subrayando en su libreta de notas con profesional tranquilidad―. ¿Puede ser más explícito? Gabriel narró, sin dejar cabo suelto, cada uno de los eventos y pormenores que le llevaron a tan insólita y descabellada conclusión. ―Entonces, asegura usted que lleva una doble vida y es consciente de que una de ellas es onírica ―carraspeó su garganta evidentemente sorprendido. Gabriel asintió desde el sillón consciente de la inverosímil historia―. ¿Puede indicarme por qué llegó a esa deducción?―Muy fácil, doctor. Como usted sabe, normalmente los sueños son representaciones involuntarias de imágenes, sonidos o sensaciones que ocurren cuando dormimos ―contestó molesto porque fuese él quien tuviese que recurrir a explicaciones―. En mi caso es diferente. Son experiencias completas que se interrumpen cuando despierto, pero una vez regreso a la cama continúan exactamente donde quedaron. Como si no hubiese sucedido nada. Mis amigos, el trabajo, todo es tan real que en ocasiones he llegado a confundirme. Déjeme le cuento algo gracioso, una vez llamé María a Sofía, mi esposa en la vida real. ¡Vaya lío se formó! ¡María es la esposa de mis sueños! ¡Dígame como le explica eso a una mujer celosa, Doctor! ―¿Y cómo solucionó aquel percance? ―. A estas alturas, el psicólogo había hecho a un lado su libreta y se comía las uñas embelesado ante tal anécdota. ―Se nota que no es casado ―respondió sonriendo―. Esa noche, ante los ojos de mi esposa real dormí en el sofá, pero en verdad, y aunque no lo crea, pasé la mejor velada del mundo con María. Flores, vino, espagueti y el mejor sexo que pueda usted imaginar.―Muy bien ―interrumpió el galeno recuperando la compostura sin disimular, por más que lo intentó, su indignación―. Creo que ya he tenido suficiente de tanto disparate, señor Gabriel. Luego de escucharlo atentamente puedo concluir que presenta un estado de esquizofrenia paranoide grave, y si no inicia pronto tratamiento tendremos que recluirlo en un psiquiátrico. ―Lo sé, doctor. No es el primero que lo dice ―susurró Gabriel poniéndose de pie―. Creo que esta sesión terminó. ―¿Qué dice? ―preguntó sorprendido el médico, fijándose en su reloj de bolsillo―. Aún le queda media… Gabriel despertó sobresaltado y empapado en sudor. María giró entredormida. Desde los patios, el canto de gallos insomnes amenizaba la gélida madrugada y la luna aún se reflejaba por los ventanales de la habitación. ―¿Otro sueño? ―balbuceó la mujer sin molestarse en abrir los ojos. 


―Eso parece. 
―Debes ir al especialista. No tienes vida.
―Sí, tienes razón. No tengo vida.

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