Dobles vidas, la última película del director Olivier Assayas (París, 25 enero 1955), se presenta en su cartel anunciador como “una comedia a lo Woody Allen pero con mucho más vino”, quizás ahí esté el error: algo que se presenta como algo a lo que se quiere parecer, es porque no tiene la seguridad de tener valor en sí mismo.Me dejé llevar: por la prensa, por esa película “a lo Woody Allen”, por la presencia de la siempre grande Juliette Binoche, por las ganas de ir de comedias un domingo por la tarde en compañía de amigos,… Sin embargo lo mejor de la velada fue la cena posterior, en la que discutimos cuál era el fallo de una película cuya idea inicial era tan buena y tan alejada del resultado final. Todos coincidimos en el mismo análisis: lo desacertado del guión.Dobles vidas se queda a medio camino entre una comedia sin gracia y un documental sobre los cambios que se están produciendo en el mundo editorial. Sin embargo la apuesta es más que interesante y llena de actualidad: personajes para los que el tiempo corre más deprisa de lo que son capaces ellos mismos de digerir, viéndose atrapados entre mirar con valentía el futuro y de tomar decisiones, o quedarse anclados en el presente. Para soportar ese status estático, llenan sus vidas de capas de realidad impostada que ocultan las verdaderas esencias de los personajes. No es casual la selección de un elenco de cincuentones como personajes principales, dejando para los jóvenes del elenco (como la prometedora actriz Christa Theret en el papel de Laure) la única pizca de osadía para decidir y ser dueña de su destino.La película empieza con la visita que le hace Léonard (interpretado por Vincent Macaigne) a su editor Alain (Guillaume Canet) a propósito de su última novela titulada “punto final”. A pesar de que le parece una mala novela termina por publicarla, no sabemos muy bien por qué, aunque puede intuirse la justificación en que Selena (Juliette Binoche), la esposa de Alain, tenga un deseo, más allá del gusto literario, en que sea publicada. A partir de ahí, tenemos varias tramas cruzadas, donde no falta, cómo no, la infidelidad como sostén de una trama de enredos poco enredada y muy previsible.
Desde luego que no la recomiendo, aunque si quieres ir a verla, se puede ver. Yo la vi, mis amigos la vieron, y puede ser excusa para una buena conversación acerca de cómo nos afanamos en ser quienes no somos, viviendo para los demás mientras escondemos nuestros deseos reales detrás de mala literatura. Si no, que se lo pregunten Leònard. De hecho se lo preguntaron en la película, y contestó “toda ficción es un poco autobiográfica”.