Revista Cultura y Ocio
DOCE LUNAS
ISABEL MARTÍNEZ BARQUEROLINAJE OSCURO
1) Julio Cortázar hablaba de una “cosquilla” interior, que notaba a la hora de escribir un cuento, ¿cuál es la cosquilla de Isabel Martínez Barquero en Linaje oscuro?
La extrañeza ante determinadas relaciones familiares, un pasmo que se instala en el pensamiento y se adueña de él hasta que circula en palabras, las palabras que lo sostienen en el relato. Mediante la escritura consigo darle forma al hecho o hechos que me han asombrado de manera mayúscula, bien sea porque los he presenciado, los he intuido en la observación minuciosa o han surgido en mi pensamiento sin más. En ocasiones, pasan años hasta que consigo nombrar, y quizá conjurar, determinados hechos que se quedan en mí con vocación de permanencia. La cosquilla sólo cesa cuando me siento vacía y feliz por haber expresado aquello que deseaba, aquello que me instiga a escribir y a hacerlo de determinada manera, con el tono que me parece exacto para la historia.
2) ¿Por qué motivo ha utilizado siempre la primera persona en estos relatos?
A diferencia de lo que me ocurría cuando comencé a escribir prosa, donde acudía casi siempre al narrador omnisciente, después he preferido en múltiples ocasiones un narrador en primera persona, bien sea un narrador testigo o un narrador protagonista. Quizá se deba a que con la primera persona, y además una primera persona implicada en los hechos, se consigue un alto grado de complicidad con el lector, ya que se le apresa desde el principio. También se avisa con este tipo de narrador, pues su uso supone que no se va a contar una verdad absoluta, sino la verdad del narrador. Quien lee sabe perfectamente que se le da una determinada visión, no la objetiva o real, sino la propia de quien narra, su prisma particularísimo.
En una sociedad donde todo es discutible y se huye de los axiomas categóricos, la utilización de un narrador en primera persona advierte al lector de que con un libro no se llega a definir una realidad concreta de manera inalterable, sino a mostrar uno de sus segmentos, el propio de quien narra, que no lo conoce todo ni pretende agotar la moralina de la vivencia o sensación descrita. Por otra parte, el narrador en primera persona logra una gran inmediatez con el lector, lo apresa desde un principio con su tono confidencial y cómplice.
Mientras agrupaba y ordenaba los relatos que forman Linaje oscuro, me di cuenta de que, de los veinticinco relatos que lo componen, veintidós estaban escritos en primera persona, así que decidí que los tres restantes también usarían a un narrador protagonista por expreso deseo de conseguir una unidad formal en el libro.
3) Y una pregunta inevitable, ¿cuánto hay de Isabel en estos relatos?
Podría decir que «mucho» y «nada», y no mentiría en ninguna de esas dos afirmaciones. Hay mucho de mí en estos relatos, como lo hay en cualquier escrito que sale de mis manos. De una forma u otra, nos mostramos en lo que escribimos y en cómo lo escribimos, en los temas elegidos, en lo que se incide y en lo que se omite, en las palabras usadas, en los juicios que se deslizan sin ser conscientes, en la ironía siempre alerta. Un autor escribe desde sí mismo, se refleja sin querer, muestra sus valores y manías. Las palabras nos descubren, nos guste o no nos guste.
Pero también puedo afirmar que no hay nada de mí misma en estos relatos desde el punto de vista autobiográfico. No me agrada escribir sobre mi vida o sobre la vida de quienes me rodean. Cierto es que, en ocasiones, sirve de inicio de un relato una situación cercana, pero la escritura la transmuta en algo diferente y ajeno a la propia existencia. Me ha ocurrido en ocasiones partir de un hecho conocido y acabar en una historia llena de imaginación, porque si no entra en juego esta última no me interesa seguir adelante. Quiero hacer literatura y no autobiografía. Y la literatura es el mundo de lo probable, de lo no vivido, y, como tal, prefiero lo que me es ajeno, las posibilidades de situaciones y personajes que la escritura me otorga —tan lejos en ocasiones de mi propia vida—, las vidas que me enseña y la comprensión del género humano con que me ensancha.
4) Alguno de ellos tiene como protagonista a alguna abuela un tanto díscola, ¿cree en la “liberación de las abuelas”?
Por supuesto que sí. En la de las abuelas, los abuelos, las mujeres y cualquier persona que se encuentre en una situación de presumible sometimiento a otra u otras. Los vasallajes morales siempre me han dado alergia. Por nuestro propio bien, debemos intentar ser lo más autónomos que podamos. La libertad también es loable, aunque no siempre se consigue de manera plena, pues influyen muchos otros factores externos, como el económico entre ellos.
5) ¿Qué ha dejado la infancia, o la memoria, en el alma de Isabel Martínez Barquero para luego convertirse en materia literaria de estos cuentos?
En algún relato he acudido a mi memoria para alguna descripción, como en el último, El reino de los gatos, donde recurrí a mis recuerdos de un viejo caserón en el pueblo de mi padre, el viejo caserón familiar que ya no existe y que era inmenso, donde me gustaba perderme de niña. Esa casa me acompaña siempre y algo de ella se refleja en el relato citado. También, en el relato La aparente calidez de la nieve, donde revivo las sensaciones que experimenté cuando vi la nieve por vez primera y acudo a algún recuerdo del colegio, materializado en las niñas que menciono, con sus relojes y costumbres. O en el relato Gregoriano, que forma parte de mi memoria y, por tanto, de mi vida aquella ocasión en que escuché por vez primera el canto gregoriano y me esforzaba en traducir el significado de las palabras, pero no sabía latín; la tía Irmina no existió y el personaje más cercano a ella es mi abuela materna, mi abuela Isabel, a la que quise muchísimo.
6) Todo el libro versa sobre la familia, tal y como están las cosas ahora mismo, ¿le parece que ha crecido o ha disminuido la importancia del papel de las familias en la sociedad?
Efectivamente, la columna vertebral de Linaje oscuroes la familia o, si se quiere, las relaciones familiares. La familia actual nada tiene que ver con la de hace algunos años; pero lo cierto es que la misma siempre va a ejercer su influencia decisiva sobre el individuo, sobre todo cuando se halla en formación. Sea cual sea el tipo de familia al que pertenezcamos, ella nos determina en la estructura del carácter y a su influjo no podremos escapar nunca. Por muy pequeña que sea la familia, es nuestro primer núcleo de socialización, y su ambiente nuestro primer recuerdo. Su importancia actual, sin ecos de antiguas glorias atribuidas y afortunadamente obsoletas, la veo desde el punto de vista individual, como determinante del carácter, del sustrato de la personalidad del individuo. La familia nos marca, y esa marca se nota durante toda la vida. Tampoco hay que negarle su trascendencia como núcleo de apoyo permanente, aunque esto lo digo con muchas reservas, pues no se da en todas las familias.
7) Hasta ahora ha cultivado el cuento, la poesía, la novela y la novela corta, ¿en cuál de estos géneros se encuentra más cómoda a la hora de escribir?
Me encuentro cómoda en todos ellos. Cuando estoy en un poema, en un relato o en una novela, lo estoy con los cinco sentidos y con toda la apetencia del espíritu, pues me guío por esa apetencia para escribir una u otra cosa. Por regla general, ando siempre con la fabulación: es lo que más me entretiene, me enseña y me amplía como persona. A la poesía —donde más me descubro— acudo sólo cuando la pulsión hacia ella es inaplazable, en momentos de gran emotividad, y reconozco que su compañía me tranquiliza. Pero, como digo, escribo mucha más prosa, me interesa escribir más prosa, pues me permite vivir muchas vidas desde mi sillón y mi teclado.
8) Sólo uno de sus cuatro últimas obras ha visto la luz en papel, ¿ha sido por voluntad propia o por circunstancias del mercado?
Mi voluntad es siempre publicar en papel y al modo tradicional, pero una cosa es lo que quiero y otra la realidad. Escribo desde que tengo uso de razón. Reconozco que he luchado poco para sacar a la luz mis escritos. Pero desde hace casi cuatro años me he puesto en pie y he decidido salir con ellos fuera (en el peor momento, vamos). Siempre me he juzgado y me he condenado. Ahora, tengo decidido que sean los demás quienes lo hagan, no yo. El momento editorial no es bueno y me ha animado subir mis primeras obras a la plataforma virtual de Amazon, dejarlos disponibles en ebook, no en papel; si tuvieran mucha demanda, no excluyo la impresión a través del portal al efecto. Sé de sobra que publicar allí es perderse en la selva —como también lo es si se publica en una editorial pequeña y sin medios para la publicidad, o en una grande que no promocione tu libro—, pero a mí me consuela pensar que, si me muero mañana, ya tendré menos obra inédita.
9) ¿Cuáles son sus fuentes literarias, de qué autores se reconoce deudora Isabel Martínez Barquero?
Son tantos... Me apasiona leer desde siempre y he leído, y leo, mucho. No veo una influencia específica de un autor u otro. Pero sí puedo señalar autores a los que amo, a los que me gusta leer por el solo hecho de ser ellos, y aquí traigo a Julio Cortázar en su faceta de cuentista; a Gabriel García Márquez cuando no habla del poder; a Luis Landero, con el que siento una gran afinidad; a Gonzalo Torrente Ballester, del que siempre he aprendido; a mi maestro Miguel Espinosa, que tanto me enseñó en el poco tiempo que lo frecuenté; a Enrique Vila-Matas, que siempre me divierte y culturiza con su acervo ingente de vidas de escritores; a Clarice Lispector, una pasión antigua y fiel, como la que siento hacia Iris Murdoch; a Thomas Mann, que siempre me enamora en la urdimbre de sus historias; a Dostoievski y sus mundos atormentados; a Paul Auster, en su capacidad de describir el mundo contemporáneo, tan egocéntrico y neurótico.
En esta relación no he citado a los más clásicos por no extenderme, pero sí debo incluir algunos poetas cuyos versos son para mí fuente permanente de placer, desde mi querido San Juan de la Cruz hasta Rilke, Antonio Machado, Luis Cernuda, César Vallejo o Emily Dickinson. Siento que me quedo corta en los mencionados, pero aun cuando citara más, supongo que me dejaría a alguien en el tintero.
10) Es usted una bloguera muy activa (www.elcobijodeunadesalmada.com), ¿qué opinión tiene de estos medios comunicativos y de su aumento de número en la actualidad?
Cada vez me tranquilizo más en este aspecto «externo». Reconozco que cuando descubrí la posibilidad del blog, fue como si hubiera hallado un tesoro y me entregué en cuerpo y alma, con una dedicación excesiva. Después, con el paso de los meses, descubres que debes darle su oportuno lugar al blog —ser una muestra de escritura—, así como a las redes sociales. Estos instrumentos a nuestro alcance, tan válidos para dejar constancia de nuestra existencia y obra, no deben restar tiempo ni a la escritura ni a la lectura. En general, ayudan a que seamos conocidos o, más bien, a que nuestro nombre suene; después, hay que demostrar la calidad en los textos, como siempre. De nada sirve mucha presencia mediática si se carece del sostén de una obra mínimamente transitable. Y a su obra es a lo que debe entregarse un escritor por encima de todo.
11)¿Cuáles son sus planes literarios actuales o inminentes, si es que se pueden confesar?
En principio, pretendo concluir con el repaso exhaustivo de mi tercera novela. A continuación, es probable que entre en un maremágnum de relatos dispersos para intentar poner en ellos algo de orden. También es factible que me vaya a vivir a una nueva novela (aún no lo sé, pues llevo pocas páginas).
12)¿Qué le diría a un lector cualquiera si tuviera que recomendarle la lectura de los relatos de Linaje oscuro?
Me cuesta responder a esta pregunta, la verdad. ¿Cómo recomendar la propia obra sin sentir algo de vergüenza? Quizá sea mejor que acuda a palabras de terceros y, en este sentido, citaré a Pascual García y la generosidad que su verbo me dedicó en la presentación del libro en Murcia: «(...) apenas necesité la lectura del primer relato, La buena hija, para darme cuenta de que la autora que había concebido aquellas historias tenía mucho que decir, no tenía piedad para decirlo y sabía cómo decirlo de la manera más eficaz, más directa, casi sin literatura por medio (...) No voy a renunciar a destacar la inteligencia manifiesta de Isabel, su finísima ironía, su valor para no amedrentarse ante lo más funesto, oscuro, sombrío y aun terrible sin que le tiemble el pulso ni escatime la honradez para desvelar ese mundo espeso, enrarecido y, en ocasiones, infausto de la familia, que es el eje vertebrador de todo el volumen, lo que permite un choque manifiesto entre la dulzura y la sencillez del estilo, la cordialidad supuesta de todas las familias, y la mirada incisiva, implacable y, en ocasiones, hasta brutal, aunque en todos los casos bajo la apariencia delicada de una autora que cuenta verdades terribles con una voz armoniosa y, en apariencia, solo en apariencia, sumisa.»
Y Amando Carabias María, en el número 91, correspondiente a febrero de 2013, de la revista Alenarte, expresa: «Isabel no tiene que demostrar nada a nadie —ni a sí misma siquiera— y los relatos agradecen este detalle, pues no pretenden ser artefactos rutilantes que deslumbren, sino historias que lleguen al entendimiento y al corazón de los posibles lectores, a través de una prosa directa, elegante y comprensible para cualquiera.»