Revista Cine
Uno de los primeros festivales que tomaron la decisión de celebrarse online el año pasado fue Docsbarcelona, que ajustó rápidamente su programación para hacerla disponible a través de la plataforma Filmin, como había hecho unas semanas antes el D'A Festival. Una decisión valiente que, al contrario de otros festivales que se empeñaron en ser exclusivamente presenciales, consiguió una mayor difusión y sentó las bases de un replanteamiento en el concepto de festival que, mucho nos tememos, desaparecerá en cuanto los organizadores vean la posibilidad de volver a esa cierta "normalidad" solo presencial. Pero otras muestras cinematográficas internacionales como Sheffield Doc Fest o IDFA ya se plantean sus próximas ediciones abriendo sus puertas también al formato online aunque la pandemia haya desaparecido. Después de un año probando esta nueva fórmula híbrida que, sorprendentemente, a pocos directores de festivales se les había ocurrido antes de la llegada del coronavirus, ya sabemos que las excusas para no adoptar el formato online eran insostenibles. La última edición del festival Visions du Réel, por ejemplo, ha demostrado que se pueden organizar encuentros con los directores de las películas programadas en formato híbrido, con la participación en directo de los espectadores. Por otro lado, las reticencias de las distribuidoras o productoras a que sus películas se vieran en formato online han resultado más una justificación de los organizadores tradicionales que una realidad. Es dudoso que los organizadores de festivales aprovechen esta oportunidad para plantearse seriamente una nueva forma de pensar un festival de cine, pero los que sí lo hagan tendrán el futuro en sus manos. En esta edición, Docsbarcelona combina, entre el 18 y el 30 de mayo, las proyecciones en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y el Cine Aribau con la programación en línea a través de la plataforma Filmin. INAUGURACIÓNLa película de inauguración es Balandrau, Infern glaçat (Guille Cascante, 2021), que se estrena simultáneamente en el festival y en TV3. Basado en el libro "Viento salvaje. Crónica de una tragedia en el Pirineo" (2020, Volcano Libros), escrito por el meteorólogo Jordi Cruz i Serra, el documental narra la tragedia que se vivió en el año 2000 en los Pirineos, cuando una gran ventisca que apareció por sorpresa a más de 100 km por hora acabó con la vida de nueve montañeros. Los supervivientes de aquel fatídico fin de año entre el 2000 y el 2001 fueron testigos de la fuerza de la naturaleza, porque las investigaciones posteriores aclararon que no hubo negligencia en ninguno de los montañeros, sino una trágica suerte que se vio afectada por la imprevisibilidad de la montaña.
El principal protagonista es Josep Maria Vilà, que inició la subida con su novia y dos amigos, hasta que se encontraron con la repentina ventisca que les desorientó, cuyo relato es secundado por otros supervivientes que también narran sus experiencias. De alguna manera, esta tragedia subrayó ese sentimiento de debilidad del ser humano frente a acontecimientos naturales que le superan. Y plantea una reflexión interesante sobre el sentimiento de culpabilidad, sobre la sensación de haber podido hacer algo más para salvar a los compañeros fallecidos, que se mantiene de forma casi permanente en la memoria de los supervivientes. El documental se sostiene principalmente en las entrevistas, que relatan de forma minuciosa los acontecimientos que ocurrieron esos días, mezclándose con recreaciones que consiguen capturar la confusión y la poca visibilidad que provocó la desorientación en mitad de una tormenta de nieve. Hay algunas decisiones discutibles del director, como "guardarse" a algún superviviente para mantener cierto suspense, pero dado que se trata de una historia conocida parece un recurso innecesario. La narración de los hechos está bien estructurada, y tiene algunos momentos emocionantes protagonizados por los recuerdos de los supervivientes, generosos en su expresión de los sentimientos. Pero el documental permanece en su zona de confort, en el exclusivo relato de los hechos de forma cronológica, lo que sin embargo limita la perspectiva pretendida sobre el hombre frente a la naturaleza. LATITUDEstrenado en la sección Frontlight del IDFA 2020, Arica (Lars Edman, William Johansson Kalén, 2020), tiene como protagonista a una vieja enemiga del medioambiente en España. La multinacional minera sueca Boliden fue la empresa que gestionó la Balsa Minera de Aznalcóllar cuando tuvo lugar su rotura y el vertido de lodos tóxicos en el Parque Nacional de Doñana, en el año 1998. Desde entonces la Junta de Andalucía ha venido litigando con la empresa sueca para intentar que se hicieran cargo de los gastos de la limpieza del 90% de la zona afectada por el vertido. Pero la empresa Boliden nunca ha aceptado ese cargo y se ha llevado a cabo un largo y absurdo proceso judicial que, desde 2013 parece estancado.
Lars Edman es un joven de origen chileno que fue adoptado por una familia sueca y ha crecido como ciudadano de Suecia. Hace unos años dirigió el documental Toxic Playground (Lars Edman, William Johansson Kalén, 2009) que abordaba otro conflicto medioambiental protagonizado por Boliden. En los años ochenta la empresa sueca pagó al gobierno de Pinochet más de un millón de dólares para utilizar una zona casi despoblada de Chile como vertido de material tóxico. Pero esta zona, Arica, tenía ya casas en las que habitaban personas y en las décadas posteriores ha ido creciendo como asentamiento. El nivel de enfermedades de cáncer en la zona es muy elevado, y el nacimiento con malformaciones ha sido también generalizado.
El estreno del documental Toxic Playground provocó que una firma de abogados sueca decidiera demandar a Boliden para que indemnizara a casi mil familias directamente afectadas por unos desechos tóxicos que no fueron bien procesados. Y este juicio es el principal elemento de esta nueva película, que podríamos considerar como una especie de secuela del anterior. En Arica vemos todo el proceso judicial, además de algunas investigaciones que tratan de demostrar la responsabilidad de Boliden. Pero, como en el caso de Aznalcóllar, la empresa sueca utiliza diversos subterfugios para eximirse de esta responsabilidad. El documental está bien realizado, contado con una buena narrativa que implica directamente al director, Lars Edman, y demuestra una vez más el desequilibrio de una lucha entre David y Goliath.
PANORAMA
Radiograph of a family (Firouzeh Khosrovani, 2020) es, literalmente, una radiografía familiar. Ganadora del premio al Mejor Documental en IDFA 2020 y el premio al Mejor Documental Nórdico en Göteborg 2020, la directora se adentra en la historia de sus padres a través de una narración en primera persona y fotografías y grabaciones familiares. "Mi madre se enamoró de la fotografía de mi padre". Firouzeh Khosrovani define así la relación de sus padres al principio de la película. Lo que describe certeramente el escaso conocimiento que tenían el uno del otro cuando se comprometieron en matrimonio. De origen iraní, su padre se desplazó a Suiza para desarrollar su profesión, seducido por la vida en Occidente, lejos de la opresión de su país. La madre también se reunió con él, pero sus convicciones y su forma de vida estaban más cerca de la tradicional sociedad iraní. La directora describe todo un proceso de descomposición de un matrimonio que se ve agravado cuando deciden regresar a Irán, para que su hija, la que contará años más tarde esta historia, nazca en su país de origen (a petición de la madre).
Desde la historia personal y familiar, Firouzeh Khosrovani, que ha tratado en algunos cortometrajes documentales como Rough cut (2008) el papel de la mujer en la sociedad iraní, construye también la reciente historia de su país. Ella nació en 1971, y la Revolución de 1979 la cogió en su niñez, pero sus padres experimentaron con contundencia el regreso del Ayatollah Jomeini de su exilio en París y la imposición de un país que se desconectaba de los Estados Unidos y se enroscaba en un estado político-religioso opresor. Esta separación provocó también la división literal de su casa en dos partes, una habitada por su padre, y la otra por su madre, cada vez más radicalizada. Es interesante el hecho de que sea la madre la que toma la postura más conservadora. Hay momentos de gran brillantez en la película, como la habitación por la que discurre la cámara lentamente, que se convierte en reflejo del paso del tiempo y representación de la desintegración familiar. O esa escena en la que se completan fotografías que la madre rompió para deshacerse del pasado. Hay también elementos que distorsionan la realidad, y que resultan artificiales, como los diálogos en off interpretados por actores en la primera parte, o la utilización de efectos de sonido en las imágenes de archivo, que buscan una representación ficcional del relato.
El reconocido director del documental Buscando la perfección (Julien Faraut, 2018), en torno a la figura del tenista John McEnroe, estrenó en el Festival de Rotterdam su nueva película, Les sorcieres de l'Orient (Julien Faraut, 2021), que esta vez se acerca al equipo femenino de voleibol japonés que consiguió la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de 1964. Aunque en teoría es un tema que no es tan atractivo como el de su anterior película, lo cierto es que se trata de una historia curiosa protagonizada por un grupo de mujeres que alternaban su trabajo en una fábrica con los entrenamientos deportivos, encabezados con mano férrea por su entrenador Hirofumi Daimatsu. Hasta llegar a su máximo logro, el equipo consiguió 258 victorias a nivel internacional, y resulta sorprendente ver a cinco de estas jugadoras, ya ancianas, mantener todavía el contacto, e incluso una cierta actividad deportiva.
El director aprovecha bien el diverso material de archivo con el que cuenta, desde imágenes de los entrenamientos hasta los partidos más importantes, entre ellos la tensa final de los Juegos Olímpicos contra el equipo ruso. La victoria de este equipo femenino en un año en el que la sede era Japón se convirtió en un ejemplo de orgullo nacional. Pero también introduce algunos elementos de animación en el relato, aprovechando que se realizaron incluso series de televisión manga con el equipo. Esto aporta una agilidad visual al documental que es muy atractiva, y que hace discurrir la historia con interés. Sin embargo, no profundiza demasiado en aspectos que no son los puramente deportivos, y quizás en esto frena su dimensión como relato.