Revista Cultura y Ocio
Por fin he leído esta pequeña maravilla, de la que tanto se habló el año pasado. Sé que puede parecer tópico y típico, pero el narrador, el ácido Doctor Glas de la novela, escrita en forma de diario, parece un antecedente de Gregory House, siempre dispuesto a fustigar a los demás con su cruda visión del mundo (con una diferencia: House se lo suelta a la cara a la gente; Glas lo anota en su diario). Véase este ejemplo:
Por lo demás, a medida que observo a esa gente van gustándome cada vez menos. La mujer es joven y realmente hermosa todavía, pero ha engordado bastante y el cutis es casi demasiado floreciente. Sospecho que pasa las mañanas en confiterías, bebiendo oporto y comiendo pasteles mientras charla con las amigas. Y el caballero es un Don Juan hortera. Por su aspecto y sus modales, debe de ser tan fiel como un gallo de corral. Además, los dos practican aquello de estar anticipadamente furiosos con el camarero por la negligencia que esperan de él: una costumbre que me da náuseas. Gentuza, en una palabra.
Supongo que algunas de las opiniones del narrador serían muy polémicas en su tiempo, como ésta:
Tiene que llegar, y llegará, el día en que el derecho a morir se considerará mucho más importante e inalienable que el derecho a introducir una papeleta en una urna electoral. Y cuando haya madurado aquel día, todo enfermo incurable –y también todo “criminal”– tendrá derecho a la ayuda del médico, si desea la liberación.
Lo que más me ha sorprendido del libro es su actualidad, su frescura. No parece uno de esos clásicos recuperados que, luego, deparan una lectura plomiza. Al contrario. Es una narración viva, muy actual, tanto que, insisto, podría formar un capítulo independiente de House si a éste le rondara por la cabeza la idea de asesinar a un párroco casado con una mujer que lo detesta, que aborrece a su marido y acude a la consulta de Glas a pedir ayuda. Con lo cual tenemos una narración a medio camino entre las confesiones y el costumbrismo que acaba consolidándose con un toque de novela negra. Atención a este pensamiento del doctor:
Queremos ser amados; a falta de esto, admirados; a falta de esto, temidos; a falta de esto, odiados y despreciados. Queremos suscitar en los demás alguna especie de sentimiento. El alma aborrece el vacío, y quiere tener contactos a cualquier precio.
[Traducción de Gabriel Ferrater]