Es difícil hacer una reseña (y que, para colmo, despierte el interés de alguien) sin detenerse en una aburrida explicación de a qué viene todo esto. Entonces resumámoslo en lo que hace falta saber: Doctor Who es una serie de ciencia ficción británica que se transmite, con interrupciones más o menos largas, desde 1963. La historia gira en torno a un Time Lord, alienígena de aspecto humano que viaja por el tiempo y el espacio en una cabina telefónica de policía (la Tardis).
Dicha esa abrumadora aclaración, vamos a focalizarnos en las últimas dos temporadas de la que podríamos llamar la “nueva generación” de la serie, aquella que se inició en 2005 bajo la tutela creativa de Russel T. Davies (también creador de Torchwood) y con el gran Christopher Eccleston como protagonista. Las dos temporadas en las que aquí haremos referencia, justamente, no cuentan con ninguna de esas dos personas. Steven Moffat es quien ahora se encarga de supervisar todos y escribir algunos de los capítulos. Otro dato accesorio importante: el protagonista ( a partir de ahora El Doctor y si preguntan Doctor qué/quién, ya entendieron el título) tiene la capacidad de regenerarse. Eso justifica que a lo largo de toda la serie hayan existido once actores que lo interpretaron y en esta nueva generación va por el tercero. Y justamente éste, el último, es el que desde 2010 se desempeña como protagonista, a cargo del también excelente actor Matt Smith.
Retomando: esta reseña tratará sobre Doctor Who tal como la vemos en la “Era Moffat”. Las temporadas quen tiene como rey de reyes al guionista de Sherlock, Jekyll y Couple.
Cuando se anunciaron su partida tanto de Rusell T. como de David Tennant (sin dudas el Doctor favorito del fandom), las dudas y temores no se hicieron esperar. Apaciguó un poco saber que tomaría el mando Moffat, que se había convertido en una suerte de gurú dentro de DW al escribir algunos de los mejores capítulos de la serie, como The Girl in the Fireplace, The Empty Child, Silence in the library y el monumental Blink, una pequeña gran joya del sci fi televisivo:
Lo que sí alteró los espíritus fue la llegada del ignoto y jovencísimo (comparativamente hablando) Matt Smith para ponerse las converse del Doctor. El mayor problema con Matt eran las pocas referencias en su corta carrera y toda la mochila que le pasaba David Tennant. Finalmente, y acá es donde la reseña apunta a su objetivo, tras dos temporadas de Moffat creo que podemos decir que cumplió con creces.
Doctor Who se ha caracterizado por muchas cosas desde su regreso triunfal en 2005. Por un lado la vanguardia técnica que posee en sus efectos especiales, make up y animaciones. Para tratarse de una serie con presupuesto de TV, tiene grandes valores y un gran sentido práctico: todo queda sumamente realista, aunque haya costado, hablando de dinero, bastante menos de lo que parece. Es, sin dudas, la gran apuesta económica de la BBC y rinde sus frutos a nivel audiencia.
Pero uno de sus mayores atractivos fue ese interesante equilibrio entre las historias profundas, ásperas y angustiosas, con todo un trasfondo de humor ingenuo y cálido. Probablemente haya sido David Tennant quien más explotó, y con mejores resultados casi siempre, la faceta torturada del Doctor, pero sin dudas la verborrágica impronta juvenil de Matt Smith le imprimió una nueva carga, mucho más relajada y a la vez permeable al juego que en el último coletazo de la era Tennant se extrañaba.
La temporada de 2010 tuvo uno de los mejores arranques, con un capítulo con reminiscencias a The girl in the Fireplace en cuanto a la relación del Doctor con una jovencita que lo espera y ve pasar su vida en ese lapso. Aunque con un final mucho menos angustioso que en capítulo nombrado, finalmente la niña-que-espera se convertiría en Amy Pond (Karen Gillian), una joven que mantiene esa frescura que a veces roza lo lisérgico formando un combo con Smith que ayuda a un ritmo mucho más agitado que el de temporadas anteriores.
Y lo que en principio parecía una remake del olvidable Mickey de la temporada 2005, se convirtió en otro de los grandes aciertos a nivel cast: a la pareja protagónica se le sumó un segundo companion, Rory (Arthur Darvill). El personaje, novio de Amy y un clásico chico de pueblo, le sumó un plus de cavilaciones y replanteos a los dementes Doc y Amy que sirvió de contrapeso perfecto para formar un equipo de aventuras donde prima la evidente buena relación de sus actores.
A nivel historia, las dos temporadas de Moffat no pudieron ser, obviamente, siempre del nivel de capítulos como Blink. Tuvo algunos episodios de relleno y otros bastante refritados entre los 13 que conforman cada temporada, pero en líneas generales se mantuvo un promedio de buenas historias, bien narradas y en general originales, que mantienen la atención después de tanto kilometraje Who.Siempre quedará en el podio ese Tennant al que nadie puede hacerle sombra, pero en lo personal tengo la impresión de que también en eso hay un poco de idealización. Sin poder definirme por ningún Doctor en particular, sí diré que el de Matt Smith fue al que más rápido me habitué y en gran medida debido a lo hiper dramático que se había vuelto Tennant en su rol. No por su culpa ni la de los realizadores, sino por el simple efecto de tanta atención y expectativas puestas en él, tantas historias sumamente trascendentales que pasaron por el cuerpo de ese Doctor 10th, que en cierto momento parecía volverlo una carictura de sí mismo con la repetición de gestos, situaciones y lamentos.
La apuesta de Matt Smith y, en gran medida, de Moffat, fue justamente darle un vuelco a la serie antes de que la rutina la matara y si bien el resultado no fue perfecto, dejó ilesa a una serie constantemente puesta a prueba. Porque la propia lógica whovian de que el Doctor es una suerte de continuum, hace que resulte inevitable que tarde o temprano la serie deba dirigirse hacia algún punto cúlmine, algún objetivo último que no la convierta en un loop sin fin.
Por suerte, episodios como “The Doctor’s Wife” a cargo del prócer Neil Gaiman, “Vincent” o los clifhangers entre temporadas y dentro de las mismas, siguen dejando en claro que, se la tome desde el momento que se la tome, Doctor Who sigue siendo uno de los grandes pilares del género y de las formas de escribir ciencia ficción con la creatividad de un grupo de genios como simple materia prima.