Llega Doctora Foster a Antena 3, una serie que se inicia con un liderazgo de audiencia en su primer capítulo y que viene avalada por un éxito rotundo en Gran Bretaña. Somos unos ñoños. Ver en el primer capítulo como una exitosa mujer se vuelve loca porque cree que su marido le pone los cueros con una rubia me parece absurdo. Lo moderno sería que la señora sacara de la nevera una botella de champán francés e hiciera un brindis porque tiene una oportunidad para dejar a su esposo, buscar otro amor e iniciar una nueva etapa.
Pues no, las televisiones patrias vuelven a apostar por lo políticamente correcto. No salimos del tópico de la pobre mujer abandonada. Siguiendo con los tópicos la otra es rubia. Después vendrá el divorcio, las peleas por el vil metal y veremos como la guapa doctora Foster pierde todavía más los papeles de los que los ha perdido en el primer capítulo emitido ayer día 5 de septiembre.
Ni siquiera consuela pensar que los británicos también disfrutan con estos dramas domésticos en los que la mujer sigue en su papel de pobre señora abandonada. No debemos sorprendernos, con estas apuestas televisivas rancias, de que haya tantas mujeres sumisas. La doctora Foste representa a las mujeres que se hunden en la pena, que no saben darle una patada al pasado y apostar por el futuro.
No faltan en la serie los hijos. Vemos en el trailer español a un niño que le echa en cara a su madre no dedicarse a ellos, a la familia. Otro tópico más. Un hijo que quiere una madre criada no es un hijo digno sino un pequeño tirano, igualito al marido macho ibérico.
No me gusta la Doctora Foster. Tendrá mucha audiencia y será un éxito más para Antena 3, pero no es una serie que eduque a las mujeres que optan por las lágrimas. El futuro no es de las lloronas. El futuro es de las peleonas, de las que le dicen bye bye al marido que ha acabado su vida útil para ti y le cien hola a un nuevo amor, a una nueva vida, a una nueva ilusión.