Explotación infantil.
Fiel a una tradición católica de más de 500 años, el Papa Francisco ha condenado enérgicamente las nuevas formas de esclavitud que invaden al mundo contemporáneo, como es la trata o comercio ilegal de personas, que afecta a los sectores más vulnerables de la sociedad: mujeres, niños y niñas, discapacitados, inmigrantes, los más pobres y los que provienen de desintegración familiar y social.
Hoy se habla de millones de víctimas de trabajo forzoso y de trata de personas con fines de explotación laboral y sexual, prácticas tanto o más inhumanas que las realizadas en las peores épocas de la esclavitud tradicional.
Una de las más fuertes condenas a este crimen contra la Humanidad, la hizo el Papa Francisco el 12 de diciembre de 2013 al recibir a 16 nuevos embajadores ante la Santa Sede. Su antecesor, el Papa Benedicto XVI había condenado ya en reiteradas ocasiones las nuevas formas de esclavitud en el mundo actual, lo mismo que Juan Pablo II.
Con estos pronunciamientos, los últimos pontífices ratifican la doctrina seguida por la Iglesia desde el siglo XV, cuando se produjo la primera condena del Papado en contra de la esclavitud, rompiendo entonces la tradición de apoyo al sistema esclavista que la propia Iglesia había mantenido desde su fundación, 1.500 años atrás.
Apareció el cristianismo y no mejoró la suerte de los esclavos
Los inmigrantes, grupo muy vulnerable.
Hay constancias históricas de esclavitud en la antigua Mesopotamia con 5.000 años de antigüedad, de suerte que al surgir el cristianismo la práctica de comprar y vender a seres humanos como esclavos tenía ya por lo menos tres milenios sobre la Tierra, pero lamentablemente, contra lo que pudiera pensarse, la aparición de la doctrina del amor no vino a mejorar la suerte de millones de personas sujetas a este sistema de explotación.
Ocurrió que desde los primeros tiempos del cristianismo los mismos padres de la Iglesia, empezando por el apóstol San Pablo, exhortaban a los esclavos a la obediencia, sumisión y fidelidad con sus amos, aunque estos fuesen gentiles, a quienes debían servir “con temor y respeto“, con amor y voluntad (Epístola a los Efesios, capítulo 6).
Por su parte, San Agustín encontraba el origen o “primera causa” de la esclavitud en el pecado, considerándola un castigo de Dios según “las culpas” de los pecadores; veía en la esclavitud un medio de purificación, de perfección, de elevación, y siguiendo a San Pablo, exhortaba a los esclavos a no desear la libertad, sino a servir a los amos o dueños con buena voluntad “hasta que pase esta iniquidad y calamidad y se reforme y deshaga todo el mando y potestad de los hombres”.
De igual manera, Taciano y San Gregorio de Nacianzo encontraron el origen de la esclavitud en el vicio, en el pecado, y otros como San Ignacio, San Crisóstomo y San Isidoro aconsejaron también al esclavo no desear la libertad y preferir la servidumbre.
Los papas condenan la esclavitud desde el siglo XV
Pío II, primer Papa que condena la esclavitud.
Fue en 1462 cuando, de acuerdo con el historiador José María Iraburu, el Papa Pío II condenó la práctica de la esclavitud, seguido por Pablo III en 1537, Urbano VIII en 1639, Benedicto XIV en 1741 y Gregorio XVI en su Encíclica contra la Esclavitud en 1837.
Sin embargo, a pesar de las condenas papales, la esclavitud en su forma tradicional siguió practicándose en diferentes formas, como actualmente ocurre con la trata de personas, tanto en países ricos como en emergentes.
En siglos pasados los católicos dueños de esclavos se resistían a liberarlos alegando que los protestantes también apoyaban este sistema. ¿Cuál es la justificación actual?
Hubos eclesiásticos con esclavos a su servicio
Esclavitud de indígenas en el siglo XVI.
Lo cierto es que al margen de las bulas papales contra la esclavitud, muchos eclesiásticos la practicaron en la época colonial, como ocurrió en México con algunos obispos que poseían esclavos para su servicio personal, entre ellos fray Juan de Zumárraga, nombrado “protector de los naturales“.
En general, cabe señalar que en tiempos de la Colonia española había el doble discurso por parte de muchos clérigos: por un lado defendían a los indios, pero al mismo tiempo formaban parte del sistema que los oprimía.
Y no es que el alto clero ignorara las bases anticristianas de la esclavitud, pues ya en 1573 un catedrático de Derecho de la Universidad de México, Bartolomé de Albornoz, no sólo se pronunció contra el comercio de esclavos, sino contra la esclavitud misma, rechazándola como derecho de guerra y contraria al espíritu cristiano. Vale decir que su obra, Arte de Contratos, acabó en el Índice de la Santa Inquisición, es decir, en la lista de libros prohibidos por la Iglesia.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo
Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios.
Empero, es justo reconocer que hubo también autoridades religiosas como fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, que en su celo por defender a los indios, llegaron incluso a extremos de violencia al recurrir a las maldiciones y excomuniones contra los esclavizadores del siglo XVI.
En conclusión, muy por encima de los avatares jurídicos y doctrinales sobre la esclavitud, resplandece la figura de Jesús, fundador del cristianismo, quien 1.500 años antes de que la Iglesia se pronunciara contra este inhumano sistema, había sentenciado: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo“.
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