Foto de Internet. Línea directa con el Cielo...
Unas horas después de que Beni decidiera dejar al Mundo con la baba colgando dejando claro que no tenía pensado morir con las botas puestas, un rayo caía sobre la cúpula de San Pedro. Puede ser que dicho relámpago, fenómeno natural por otro lado que no tiene nada de raro (aunque haberlas haylas), cayera de la manera más casual sobre el pararrayos que a tal efecto corona la portentosa cruz que remata la no menos grandiosa y magna obra de Miguel Ángel. Pero también puede ser que sea, más en éstos tiempos de encrucijada en los que nos movemos, una suerte de advertencia, aviso o simple confirmación de que Beni, el Dieciseís, lo mejor que puede hacer es coger carretera y manta, meterse en el convento de clausura al que se le va a destinar por motivos de seguridad y cerrar la puerta por el lado de dentro. Es ley de vida que cuando uno las ve venir, se prepare a ello, pero renunciar al papado es algo muy gordo, tanto que el efecto dómino, la Gran Paradoja de Regreso al Futuro se puede quedar cómo un juego de niños.Iglesia y tal.
Tras casi dos mil años de existencia, el Papado se acerca a un punto de inflexión en el que no faltan, por descontado, agoreros, fantasmones y conspiranoícos que, echando mano de cábalas, profecías y cómo no, de San Malaquías, no dudan en afirmar que el chollo se acaba, que el Mundo va camino del Tártaro y que todo lo que conocíamos va a cambiar de manera tan radical que, cómo a la Justicia en España, no lo va a reconocer ni la madre que lo parió. No dudo que en ésto cómo en todo, cuando el río suena piedras arrastra, pero viendo la gran debacle que han causado los mayas y el peñasco labrado que decían auguraba el fin de los tiempos, ver en la renuncia de un anciano, enfermo y hasta las meninges de las cuitas vaticanas, Beni, no debería sino resultarnos de lo más normal pues, recordemos, el Vaticano sí, representa el poder de Cristo en la Tierra pero, también, es un Estado y cómo todo Estado suceptible de corrupción, luchas de poder y sobre todo suceptible de los típicos golpes de Estado.
Antigüamente, y sin irnos mucho más lejos podemos quedarnos en el papa que inmediatamente antes renuncio a la Silla de Pedro, la cosa se resolvía metiendo al renunciante en una celda y haciéndolo desaparecer sutilmente con un clavo en la calva. Así fue cómo Celestino V pasó de ocupar la Cátedra de Pedro a hacer cola de forma inmediata ante la puerta de su jefe. Hoy eso sería ciertamente más escandaloso y supongo que Beni no tiene porque temer por su vida. Aún así queda un atisbo de duda viendo la fuerza de la naturaleza desencadenada sobre el mármol de la Basílica de San Pedro y la forma en que se desarrollan los echos, tras la onda escisión del colegio cardenalicio, el Vatileaks y la podredumbre moral que asola a Europa, más dada de hecho a creer en la Panacea del Islám que a seguir batallando en nombre de Cristo. Es lo que tiene la politicástria. Pudre lo que toca. El Papado se hizo con el poder por una mentira en su día y lo que fácil viene, más fácil se va, aunque pase más de un milenio de su consolidación.
Estados decrépitos.
Yo pienso que todo en exceso jode. Lo mucho lo mismo que lo poco y lo largo lo mismo que lo corto. Vatican City lleva varios centenares de años pidiendo la remodelación total de la base o su disolución por falta de ideas. A parte de ser un chollazo para los carcamales que visten de purpurado, la Ciudad del Vaticano no llega a la población, quedándose las buenas intenciones en esos curas de barrio que se vuelcan con la población, en Cáritas que saca de donde no hay para dar de comer a tanto menesteroso y de las órdenes religiosas, a menudo infrasubvencionadas por parte de la Banca Vaticana que se vuelcan con ancianos y enfermos dejándose la piel en ello mientras la sociedad, más inculta hoy que hace cien años a pesar del maremágnum de nuevas tecnologías y demás que nos invade, se deja azuzar por según que corrientes ideológicas creyéndose más modernas por atacar a quienes de un modo u otro cubren las carencias sociales que no cubren los Estados.
La Iglesia está obsoleta, que duda cabe. Hay un abismo en el organigrama que de algún modo Beni quiso tapar a base de paletadas de sentido común y acciones encaminadas a recuperar la pureza y la esperanza en una institución que hace tiempo perdió el respeto de gran parte del Orbe. El esperimento le salió relativamente bien hasta que reventó por la base. Por la todopoderosa secretaría de Estado, a quien afectaba, en mano de su cabeza visible, Tarsicio Bertone, todo el asunto de Vaileaks, con mayordomo chorizo, traidor y chivato incluido. Nada tiene que ver el boato de la Corte de las Dos Llaves con las circunstancias en que, por ejemplo, se desenvuelve la Iglesia en España, donde nueve cóma un millones de declaraciones de la Renta han dedicado su casilla a la financiación de la Iglesia... Quizás sea mala conciencia de ver que el país se va a la mierda tal y cómo se va la Sede Vacante con o sin Okupa.
Renovación y Resurrección.
Es lo que precisa la Iglesia Católica. Lo mismo que Cristo murió en pelota, sería apropiado que la institución que el no fomentó ni fundó, que se creó al amparo del mal llamado Colegio Apostólico, que no fue más que la vehemencia de cuatro espabilados que vieron el filón de poder comercial con los asuntos del espiritú, empezara a desnudarse poco a poco, a mostrar sus vergüenzas, a hacer valoración de conciencia y explayarse, ésta vez sí, en hacer acto de contricción. Es algo imperativo que la Iglesia recupere la credibilidad. No ya cómo Estado ni cómo institución sino cómo lo que se supone que es, un conjunto de prelados dedicados a difundir el Evangelio y promover la Fé, la Esperanza y la Caridad que nos conviertan en un mejor pueblo, en la Grey de Dios, en una religión en la que se pueda creer sin tener que arrastrar el estropicio de haber apoyado dictaduras, vendido a pueblos enteros o haber masacrado al enemigo con la fuerza que tanto denunciaba su pretendido fundador. A tiempo están, aunque ese rayo... Mala señal...