DokuFest nació en 2003, con la intención de revitalizar la vida cultural de la ciudad de Prizren, que está considerada como la ciudad más hermosa de Kosovo, muy cerca de la frontera con Albania (el 80% de su población es albanesa). El Festival desarrolló sus primeros años a través del trabajo de los voluntarios, sin apenas presupuesto institucional. Pero con el paso de las ediciones se ha ido convirtiendo en la muestra cinematográfica más grande de Kosovo, y llega con ésta a su decimonovena edición, la primera que se desarrolla en versión exclusivamente online. La programación de DokuFest es muy variada con secciones dedicadas a producciones de los Balcanes y documentales internacionales, cortometrajes y otras secciones temáticas, en las cuales encontramos algunos documentales que han pasado por otros festivales.
En la Sección Green, dedicada a producciones en torno al medio ambiente, se pueden ver documentales como Journey to Utopia (Erlend Eirik Mo, 2020), que también se ha programado en Atlàntida Film Fest. Se trata de una historia contada en primera persona por el director, con su familia como protagonista, en torno a una decisión importante en sus vidas: dejar su apacible granja en Noruega para embarcarse en un proyecto de comunidad agrícola autosuficiente en Dinamarca. Pero este sueño que intenta ser una aportación a la lucha contra el cambio climático, acaba convirtiéndose en una pesadilla con retrasos en la construcción de las casas, dinero malgastado y una más que dudosa gestión financiera. Situación que también pone en quiebra la estabilidad familiar. El documental tiene un cierto sentido del humor escandinavo, jocoso pero con un trasfondo muy serio, y deja ver también algunos choques culturales en la comunidad. El protagonista, noruego, comenta: "Me han dicho que cuando hablo danés parezco un pervertido".
Realmente no se entiende bien el empeño de la familia en mantenerse firme (con sus dudas) en su idílica utopía, quizás porque hay información que se oculta al espectador (se deja entrever, por ejemplo, que el matrimonio tiene que viajar constantemente desde su granja para poder ejercer su trabajo, lo que puede ser una razón de peso más decisiva que la utopía medioambiental). Pero sobre todo hay una sensación de artificialidad y de puesta en escena, de guionización que resta valor documental a la historia.
En la Sección Human Rights encontramos películas que ya comentamos en su paso por el Krakow Film Festival: Higher love (Hasan Oswald, 2019) se desarrolla en una zona suburbial de Nueva Jersey y muestra una historia desgarradora sobre un hombre que trata de recuperar a su novia, adicta a las drogas. Y Sunless shadows (Mehrdad Oskouei, 2019), nos introduce en un Centro de Detenciones de Teherán, donde el director entrevista a algunas de las jóvenes que permanecen allí acusadas de violencia, y que retrata, en realidad, la indefensión de la mujer en la sociedad iraní. En la Sección Truth se ha programado el documental Vivos (Ai Weiwei, 2019), presente en Docsbarcelona, y centrado en un grupo de estudiantes desaparecidos en México con la complicidad de las autoridades.
Los premios de DokuFest, que alcanza ya la recta final, se han dado a conocer hace unos días, y reconocen en la categoría de Mejor Documental Internacional a la película portuguesa A metamorfose dos pássaros (Catarina Vasconcelos, 2020) que, más que un documental, es una especie de ensayo autobiográfico. Seleccionado también en Sheffield Doc Fest, cuya programación estamos repasando este mes, la directora construye imágenes poéticas y recreaciones protagonizadas por algunos miembros de su familia para componer el puzzle en torno a la vida de sus abuelos. Un árbol genealógico que está marcado por dos hechos trágicos: la muerte temprana de su abuela Beatriz, y la muerte temprana de su propia madre, cuando ella solo tenía 17 años. Esta ausencia de las madres es la que define buena parte de la película que, de hecho, tiene una mirada esencialmente femenina.
Catarina Vasconcelos construye este retrato familiar a través de las palabras esencialmente, de textos que recogen cartas escritas por el abuelo, un oficial naval cuyo trabajo en el mar le impidió estar presente en la educación y el crecimiento de sus seis hijos, y también de fragmentos creados por la propia directora. Se trata de una suerte de poesía de la realidad, pero que tiene más efectividad cuando se acerca a esta realidad, y acaba siendo más pedante cuando trata de conformar imágenes más o menos abstractas. Hay, a lo largo de la película, una melancolía muy portuguesa, pero que no ayuda especialmente a mantener la mirada hacia una historia que se va agotando entre frases elaboradas y desenfoques manieristas.
En esta sección de Documentales Internacionales también encontramos películas que hemos comentado ya, como el espléndido Mon amour (David Teboul, 2020), otro ensayo pero que oculta reflexiones en torno al amor y la muerte mucho más diáfanas, que hemos podido visionar en Sheffield Doc Fest; El Father plays himself (Mo Scarpelli, 2019), un interesante retrato que muestra la difícil relación entre padre e hijo a través de la mirada cinematográfica; y Acasã, my home (Radu Ciorniciuc, 2019), magnífico retrato de una familia de gitanos que vive en el Delta de Bucarest, ganador del Premio al Mejor Documental en Krakow Film Festival.
Por su parte, algunos programas especiales ofrecen interesantes muestras de cine documental temático, como Disorder: Music on Film, sección dedicada a las producciones con temática musical. Aquí encontramos títulos como Aznavour by Charles (Marc Di Domenico, 2019), un documental sobre Charles Aznavour que estuvo presente en D'A Film Festival, que realmente ofrece un acercamiento a la figura del cantante solo recomendable para aficionados a sus canciones; Bring down the walls (Phil Collins, 2019), que conecta el crecimiento de la música house con un sistema penitenciario en Estados Unidos que castiga a las minorías, propuesta interesante que forma parte también de la programación de Sheffield Doc Fest; o Pearl of the Desert (Pushpendra Singh, 2019), sobre la preservación de los ritos ancestrales de las voces infantiles en una comunidad musulmana, que fue premiado en Krakow Film Festival.
En esta sección destacamos tres documentales: White riot (Rubika Shah, 2019) es un espléndido trabajo en torno a la música y su forma de luchar contra los extremismos. Se centra en los años setenta, cuando el Frente Nacional en Inglaterra comenzó a tener cierta atención por parte de determinados sectores. Y especialmente algunos nombres fundamentales de la música que luego se retractaron de sus palabras, pero que sentaron las bases de una respuesta radical. Eric Clapton, probablemente ebrio, lanzó en un concierto una arenga contra los extranjeros, mientras que David Bowie mostraba sus simpatías por un gobierno de índole fascista. Estas posiciones, después matizadas, promovieron como respuesta la creación de Rock Against Racism, una organización que trataba de demostrar que los artistas estaban en contra de las actitudes racistas. Es un documental de ritmo endiablado, que utiliza con inteligencia las imágenes de archivo junto a animaciones y entrevistas, y que en algunos momentos recuerda al estilo de Amy (Asif Kapadia, 2015). Pero sobre todo es un toque de atención en una época en la que los extremismos de derechas vuelven a ocupar posiciones en Europa, porque algunos discursos del National Front suenan a muy actuales. El documental se centra especialmente en la marcha que organizó Rock Against Racism en 1978, que culminó en un concierto multitudinario con The Clash como banda estelar. Al final, en las elecciones de 1979 el National Front obtuvo un 0'6% de votos; pero fue el Partido Conservador de Margaret Thatcher el que ganó las elecciones. Así que...
Max Richter's Sleep (Natalie Johns, 2019) se estrena el próximo 8 de septiembre en Gran Bretaña. Se trata de un documental sobre el proyecto musical Sleep (2015, Deutsche Grammophon) que compuso Max Richter y que se concretó en una serie de conciertos que se desarrollaban durante toda una noche mientras los espectadores asistían, no sentados en una butaca sino acostados en una cama. Un proyecto singular que ha dado lugar a un documental que en cierto modo nada contracorriente, ya que no trata de atraparnos con un montaje frenético, sino todo lo contrario, busca llegar a ese estado de relajación que Max Richter pretendía con sus composiciones de más de ocho horas de duración. Es una propuesta interesante, sobre todo cuando se acerca a la intimidad de Max Richter y de su esposa, la artista audiovisual Yulia Mahr, que fue la que creó el concepto visual de los conciertos. Estos momentos de explicación del trabajo del músico, de su investigación sobre cómo recibe nuestra mente los sonidos musicales mientras estamos durmiendo, conforman una justificación esencial para un proyecto que en principio podría parecer algo absurdo. El documental, rodado con sensibilidad, consigue momentos de gran fuerza, como cuando vemos a Max Richter caminar lentamente entre los espectadores durmientes mientras los músicos siguen tocando las piezas musicales. Quizás resultan innecesarias, sin embargo, esas incursiones de la directora en las historias personales de algunos de los espectadores, porque aportan pocos elementos de interés (en algunos casos algo tópicos), y resultan más un estorbo que una ampliación del mensaje.
Finalmente, Felix in Wonderland (Marie Losier, 2019), que se proyectó en Locarno 2019, es una producción de 50 minutos que se beneficia de la personalidad de su protagonista, el músico y performance conceptual alemán Felix Kubin, creador de sonoridades electrónicas singulares, pero al mismo tiempo dotado de un sentido el humor absurdo que convierten cada momento en una divertida parodia de la relación entre música y audiovisual. La directora se deja llevar por el personaje, pero al mismo tiempo estructura el documental de forma inteligente, introduciendo también ese carácter de investigación de los sonidos que, aunque en algunos momentos puede parecer irónico, en realidad esconde un proceso de creación menos disparatado de lo que pudiera parecer.