A unos 25 kilómetros de Mérida, cerca de la Ribera de Lácara afluente por la margen derecha del Río Guadiana, se encuentra el monumento megalítico más espectacular de Extremadura, el Dolmen de Lácara, en un entorno espectacular que el prehistoriador D. Martín Almagro en 1959 describía de la siguiente manera:
“El monumento se encuentra enclavado en medio de un típico paisaje extremeño, con suaves ondulaciones cubiertas por una abundante vegetación arbórea de monte, formada principalmente por encinas y alcornoques. El suelo se halla cubierto por un rico manto de césped, aprovechado intensamente por la ganadería. El subsuelo es principalmente una formación granítica, que aflora en muchos sitios. La forma que generalmente presentan las rocas graníticas es redondeada, debido a la erosión. Esta clase de roca ha sido el material empleado por los constructores del dolmen, hoy en estado grande de destrucción. Fue erigido en una suave colina que domina la formación de arrastres diluviales, que se conoce con el nombre de Prado de Lácara, varios arroyos, que han creado con sus arrastres una rica zona agrícola que siempre ha sido explotada por su abundancia de agua y apropiada formación del terreno”.
El dolmen es de tipo corredor de unos 20 metros de longitud con un largo corredor, una cámara y un túmulo. La cámara tiene unos 5 metros de diámetro y está formada por 8 grandes losas de granito de unos 5 metros de altura.
El domen sirvió para enterramiento de varias personas (enterramientos colectivos). A la tumba se accedía desde el vestíbulo donde se hacían ritos funerarios. Al difunto se le colocaba en posición fetal con agunas de sus pertenencias para su protección en el tránsito a la otra vida. La tumba se utilizó durante un largo período de tiempo, desde el Neolítico Medio hasta el Calcolítico Final, oséa más de un milenio.
El túmulo se construyó al mismo tiempo que la cámara y el corredor, se levantó un muro circular con bloques de granito, que aún se puede observar, ser rellenaba de cantos de río y al final toda la construcción quedaba cubierta por un montículo artificial (túmulo).