Revista Salud y Bienestar

Dolor de espalda. Terapias Naturales

Por Maje
Es la molestia más frecuente y una de las más difíciles de resolver. Entendiendo las causas del dolor y abordándolo con terapias naturales se consiguen los mejores resultados. Está demostrado que es más eficaz y seguro que las soluciones drásticas o tecnológicas. Por Claudina Navarro y Manuel Núñez


Dolor de espalda. Terapias Naturales
Casi la mitad de la población española sufre a lo largo del año algún episodio de dolor de espalda. Las quejas son frecuentes en la edad madura y cada vez más entre los jóvenes: uno de cada cinco menores de 29 años ya ha visitado el médico por esta causa. A menudo, las molestias desaparecen sin tratarlas, pero una de cada cuatro personas que acude al médico se ve incapacitada para trabajar o para desenvolverse con normalidad. Lo peor es que la mayoría no encuentra un tratamiento eficaz que resuelva definitivamente su problema y se conforma con el alivio que proporcionan analgésicos y antiinflamatorios, que no están libres de efectos secundarios. Tampoco es extraño que se sometan a operaciones quirúrgicas innecesarias y frecuentemente ineficaces. Sin embargo, no es tan difícil liberarse del dolor por completo, rápidamente y sin recurrir a medidas drásticas. Sólo hace falta un tratamiento individualizado que aborde la verdadera causa del problema.
Empeñarse en la curación
Nadie debe resignarse a su dolor de espalda, aunque es necesario empeñarse en descubrir su origen. Uno de los obstáculos con los que se encuentra el paciente en su búsqueda es la superespecialización de los terapeutas. Cada uno realiza un diagnóstico y un tratamiento en función de sus conocimientos parciales. El traumatólogo convencional no quiere saber nada de tensiones emocionales y el quiromasajista quizá no reconozca todas las ventajas de los estiramientos o el fortalecimiento muscular, por poner sólo dos ejemplos. Por eso, muchos pacientes encuentran la solución en el enésimo profesional que visitan.
Para no perder el tiempo, conviene dirigirse a un terapeuta que se atreva a afrontar tanto problemas psicológicos como físicos, que además conozca la mayor cantidad posible de recursos terapéuticos, sean ortodoxos o alternativos. Por desgracia, lo más frecuente es lo contrario. Cuando una persona con dolor de espalda acude al médico, éste suele ofrecerle un diagnóstico, a veces después de haber hecho una radiografía o alguna otra prueba. Le aseguran que la culpa es de la artrosis, de una hernia discal, de un problema muscular o de un pinzamiento nervioso. La verdad es que se equivocan en la mitad de los casos por lo menos. Dos radiografías donde se aprecie una artrosis idéntica pueden corresponder a una persona con dolor y otra sin. Es fácil echarle la culpa a la artrosis, pero no siempre la tiene. En cualquier caso, es una oportunidad para no seguir buscando la auténtica causa. Lo mismo puede decirse de las hernias discales.
Aunque el ser humano no es ninguna máquina, a menudo la causa del dolor de espalda es esencialmente de tipo mecánico. Las contracturas musculares, los desequilibrios en la pelvis o una manera incorrecta de caminar o de sentarse pueden impedir el engranaje natural de las vértebras y las articulaciones. Además, el estilo de vida actual conspira contra la espalda. Se camina sobre superficies demasiado duras que van minando la resistencia de las vértebras, se realiza poco ejercicio, se descansa en sillones y camas demasiado blandos y se transportan los pesos de forma inadecuada. El efecto de los malos hábitos es acumulativo y se traduce en dolores que pueden ser crónicos o de aparición periódica. Una desarmonía, con independencia de la zona en que comienza, hace que todo el cuerpo responda con intentos de compensación que producen sobrecargas musculares, luego cansancio y finalmente dolor.
Origen emocional
Es igualmente cierto que una persona con un funcionamiento musculoesquelético perfecto puede sufrir terribles dolores de espalda debido al corsé impuesto por las tensiones emocionales. En nuestros días, muchos dolores de espalda son debidos al estrés laboral. Las personas perfeccionistas, que se exigen demasiado, son propensas a sufrir este tipo de problemas.
Otro buen número son causados por los problemas en la vida familiar y sexual. Muchos dolores de espalda, en la nuca y en los hombros que afectan a las mujeres con más de 40 años tienen una explicación psicosomática: son la consecuencia de la acumulación de responsabilidades y conflictos.
Como regla general, las molestias que no son intermitentes, que no aparecen al realizar un movimiento o al estar en una postura determinados, sino que se mantienen incluso mientras se descansa, pueden responder a tensiones de origen psíquico. En estos casos están indicadas las técnicas de relajación y, si es necesario, la terapia psicológica.
El yoga, el taichí o cualquier disciplina que ayude a tomar conciencia de lo que ocurre en el cuerpo, a descubrir dónde están las tensiones y a eliminarlas, pueden resultar también eficaces.
Medidas inmediatas
Ante un dolor de espalda que se repite o no desaparece en pocos días hay que reaccionar rápido. Para empezar, se pueden tomar cinco medidas de urgencia sin necesidad de acudir a un profesional:

  1. Mantenerse activos. Los dolores de espalda más frecuentes no necesitan reposo. Conviene hacer ejercicio para mejorar la circulación sanguínea y activar el sistema inmunitario. Así, los tejidos recibirán nutrientes y se reparará cualquier daño. Basta con caminar, correr o ir en bicicleta. La única prevención es no hacer nada que esté por encima de las posibilidades de nuestra condición física.
  2. Aplicarse frío. Colocar cubitos de hielo en una toalla, bolsas terapéuticas o simples compresas empapadas en agua fría durante diez minutos ayuda cuando el dolor es más intenso. El frío relaja la musculatura.
  3. Luego, calor. Parece una contradicción, pero a veces el calor también resulta beneficioso. Se recomienda aplicar calor cuando el dolor vuelve con intensidad menor después de haberle administrado frío. Se puede recurrir a la sauna, una botella de agua caliente, una ducha o una lámpara de infrarrojos. No se recomienda aplicar calor cuando el dolor es muy agudo y responde a una inflamación masiva. Lo que siempre ayuda es colocarse una botella de agua caliente en la barriga con un paño húmedo debajo. De esta manera se relaja la espalda a través de las zonas reflejas.
  4. Respirar para relajarse. Hay que sentarse con la espalda recta o, si se puede, tumbarse boca arriba sobre una superficie no demasiado blanda. Se coloca una mano sobre la barriga y se empieza a respirar tranquila y profundamente, inspirando y espirando de forma consciente. En sólo dos minutos, la espalda se relaja y la sensación de dolor se reduce.
  5. Mantener la normalidad. En ningún caso hay que permitir que el dolor altere la vida cotidiana. Se debe continuar con las actividades habituales, de lo contrario puede iniciarse una espiral de dolor y malestar de la que cada vez resulta más difícil escapar.


Cuándo buscar ayuda
Cuando la autoterapia no resulta suficiente y el dolor continúa, se hace recomendabe buscar ayuda profesional. En primer lugar, para descartar que tenga su origen en los órganos internos. Existen dolores del riñón, del aparato urogenital y debidos a trastornos de órganos, como inflamaciones y tumores, que pueden irradiar hacia la espalda. No obstante, de todos los dolores de espalda, sólo un tres por ciento son debidos a estas causas. Si se confirma que el trastorno es musculoesquelético, el objetivo es eliminar las molestias en menos de dos semanas. En la gran mayoría de los casos el tratamiento debe incluir un programa de ejercicio físico ligero para aumentar el tono muscular, y terapia para restaurar la biomecánica natural del cuerpo, porque a menudo un dolor se origina en un error de postura que desencadena una serie de compensaciones. Por ejemplo, una mala colocación del pie tiene repercusión en todo el cuerpo. Las rodillas, los tobillos, la columna vertebral, las vértebras, las caderas, la nuca, los músculos y los tendones tienen que reaccionar ante ese error. La manera en que se consiga resolver el problema depende del terapeuta. Lo importante no es el medio, sino el fin. Las principales herramientas terapéuticas para alcanzar la curación son las siguientes:

  • Terapia refleja. La terapia de las zonas reflejas se encuentra entre las más eficaces. También denominado “masaje del tejido conjuntivo”, se trata de un tratamiento creado por la alemana Elisabeth Dicke, que todavía se emplea poco, sobre todo en nuestro país. Es una técnica suave que actúa sobre el sistema nervioso y sobre zonas perjudicadas del cuerpo –en este caso, la espalda– a través de lugares que pueden estar alejados –el abdomen, por ejemplo–. En sólo cinco sesiones, a razón de dos o tres a la semana, consigue un alivio importante del dolor, pero su ventaja principal es que produce una relajación corporal que favorece la eficacia de las otras técnicas que se puedan aplicar. A la vez que se va preparando la curación gracias a este masaje, que se realiza con el paciente sentado, el terapeuta puede hacerse una idea más exacta de lo que le ocurre. Consigue una primera información sobre la tensión de la espalda. Puede sentir en sus manos la presencia de unas adherencias características en los segmentos vertebrales –que se corresponde con órganos como el estómago, el corazón o la vejiga– y que indican la existencia de alteraciones que pueden haber pasado desapercibidas al propio paciente y también a los médicos. Asimismo puede descubrir si el paciente está sometido a una situación de estrés. En este caso, es muy frecuente que empiece a sudar en abundancia o que comience a sentir picores. Después es probable que el paciente se suelte y comience a hablar de sus problemas emocionales.
  • Terapia de tracción. La tracción implica estiramiento. Cada terapeuta tiene su librillo para eliminar de esta manera las limitaciones de la movilidad, los bloqueos o los acortamientos musculares. Puede aplicarse mediante máquinas –estrellas en muchas clínicas del dolor de espada– o manualmente.
  • Movilización. Tan pronto se siente dolor en la espalda, debe adoptarse una posición de reposo para minimizar la carga sobre la zona afectada. La movilización ayuda a reducir todavía más esta presión. A veces hay que actuar sobre articulaciones con una movilidad limitada, pero que no causa dolor y de la que el paciente no es consciente.
  • Tratar los acortamientos musculares. Las personas que pasan demasiado tiempo sentadas sufren a menudo acortamientos de los músculos, sobre todo en el abdomen y las caderas, lo que provoca desequilibrios al efectuar determinados movimientos. El tratamiento se realiza con estiramientos manuales y con ejercicios.
  • Osteopatía. Esta disciplina compleja, practicada por titulados universitarios (médicos y fisioterapeutas, por ejemplo), es la terapia complementaria imprescindible. Mediante manipulaciones precisas en las vértebras, las articulaciones, los músculos contracturados e incluso los órganos y otros tejidos blandos, la osteopatía consigue que el cuerpo restaure su sistema interno de comunicaciones y que se desencadene el proceso natural de autocuración.

Manos y ojos expertos
Si se desea erradicar el dolor de espalda, no sólo hace falta elegir el tratamiento adecuado. También es necesario encontrar un terapeuta eficaz. El dolor de espalda es un reto para artesanos de la curación que confían en su experiencia e intuición, tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. Por desgracia, los especialistas convencionales se agarran a los protocolos y a un arsenal de tecnología médica, comenzando por las radiografías y los escáneres, y terminando por complicadísimas máquinas para manipular la columna. Sin embargo, las radiografías aportan información relevante sólo en el dos por ciento de los casos. En la gran mayoría no se puede distinguir nada de interés en relación con el dolor, pero el paciente se ha llevado su dosis de radiación.
Lo más importante para un buen terapeuta son sus ojos y sus manos. Un buen terapeuta puede averiguar dónde está el origen del problema observando cómo el paciente se desnuda. La postura que adopta para quitarse los pantalones o una blusa puede resultar muy reveladora. También la manera de caminar, de sentarse o su forma de permanecer simplemente de pie.
Después de mirar, el terapeuta debe realizar una exploración a fondo con las manos. Éstas son capaces de detectar los déficits musculares, las alteraciones en la colocación de la pelvis o los problemas de movilidad con mucha más eficacia que ninguna tecnología. Sin embargo, está de moda creer que las máquinas, y sobre todo el bisturí, funcionan mejor que unas manos expertas. Muchos afectados por dolores crónicos de espalda creen que la única solución está en la sala de operaciones. Los médicos también lo creen y las intervenciones acaban realizándose. Pero al menos el 90 por ciento de las operaciones son innecesarias, añaden dolores y riesgos y no acaban para siempre con el problema. Por tanto, la operación no debe ser considerada nunca como una opción, sino como el último recurso. Conviene ser prudente incluso cuando el terapeuta no ofrece una alternativa. Hay que buscar otras opiniones. Por ejemplo, es frecuente que se proponga una cirugía de fusión vertebral para solucionar el dolor lumbar que se alarga más de un año. Es una intervención delicada que consiste en unir varias vertebras con injertos óseos, tornillos y placas. ¿Vale la pena realizarla cuando estudios rigurosos demuestran que no produce mayores beneficios que un buen programa de ejercicios?
Sólo hay que pasar por quirófano cuando no queda otro remedio y esto significa cinco pacientes de cada tres mil con dolor de espalda.
Los casos operables son aquellos en que el dolor agudo no responde a ningún medio, ni siquiera a las inyecciones de analgésicos potentes, en el plazo de tres semanas; cuando el paciente presenta parálisis y alteraciones de la sensibilidad; cuando tiene dificultades para controlar la vejiga y el intestino; y, claro está, cuando ningún otro tratamiento ha conseguido funcionar.
El dolor acostumbra a resolverse por sí solo o con los remedios que uno mismo es capaz de aplicarse. Si se mantiene, hay que ponerse en manos de un profesional que sea capaz de realizar el diagnóstico correcto y el tratamiento adecuado. Para encontrarlo son buenas pistas guiarse por su experiencia y por la amplitud de sus conocimientos, tanto en anatomía como en terapias convencionales y alternativas. Al tiempo, se debe realizar un programa de ejercicios diarios, en casa o en el gimnasio y siguiendo las indicaciones del terapeuta. En pocos meses, el dolor habrá pasado a la historia.
Fuente: Revista Integral


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