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Dolores absurdos

Publicado el 06 septiembre 2018 por Gatis @gatis75

Dolores absurdosEl otro día me pinché con un alfiler, ¡Dios qué dolor! ¿Cómo lo pudo soportar la Bella Durmiente y quedarse con esa carita de Bendita Durmiente? ¡La mía seguro que se hubiera quedado de patidifusa somnolienta!
Y es que esta puta vida, a veces, nos inflige un dolor dolorisisisimo que nos hace ver todas las estrellas del firmamento revoloteando encima de nuestras cabezas. Ese dolor agudo que nos provoca que estalle un grito en la garganta y la gente a tu alrededor, atemorizada por tu sufrimiento, se acerque a ti para socorrerte, ver como alzas un dedo al aire, lo meneas como si quisieras indicarles algo, lo soplas sin cesar. Todos te preguntan si estás bien con temor a que te esté dando un ictus por tu cara de estreñimiento súbito. Uno, teléfono en mano, pregunta si es de menester llamar a una ambulancia. Y tú, avergonzado, por el escándalo que estás liando anuncias que es que te has cortado con un folio. ¡Que duele de la hostia, jolines!
Estoy segura que a más de una mujer, chica o melenudo en general también le ha pasado alguna vez encontrarse un pelo que le molesta y ver que no está muerto sino que sigue muy vivo y está pegado a la cabeza. Hasta el más valiente no puede evitar soltar un ¡Ay, connnnio!
Pero no hay humano que pueda seguir su camino con el sufrimiento que te depara Destino Cruel cuando provoca que una diminuta piedra se cuele sin permiso en tu zapato. Al principio, te niegas a parar, piensas que no habrá para tanto pero la realidad es la que es y a cada paso que das el dolor marca tu ritmo. Con habilidad nula intentas desplazar la piedrecita hacia ese punto ciego del zapato donde crees que no la vas a notar pero tu pie morcillero no deja espacio alguno ni para un ridículo grano de arena que, cada vez, te toca más los cojones. Con la mandíbula ya medio desencajada en la desesperación empieza el periplo de quitarte lo que ya te parece una roca en tu zapato. Como te crees siempre joven y ágil decides poner el pie encima de la otra rodilla para despojarte del calzado. Si éste se resiste es cuando empiezas con el baile sandunguero y es cuando a la pata coja ves que así no vas a ninguna parte y con tu visión errática buscas lo primero que encuentras para apoyarte. Normalmente suele ser, en un instinto de supervivencia, estrujar el brazo de tu acompañante o un buen árbol al que arrimarse. Como hay piedras muy putas ellas, esta operación puede constar de varios intentos ya que no siempre sale a la primera, por mucho que zarandees el zapato. Por eso, es de razón, meter el ojo bien a dentro, sin importarnos el perfume del pinrel, para asegurarnos que por fin estamos liberados de nuestro mal.
En cuestión de pies también podríamos exponer el dolor en mayúsculas cuando tienes un tirón en la planta. ¡Qué mal, fatal, de lo peor! Unos dicen que hay que tirar del dedo gordo para arriba, otros darte un buen masaje en el muslo. Mi modus operandi es soltar alaridos de dolor tirada en el suelo como un futbolista fingiendo una falta, haciendo el péndulo y tirando del dedo con una mano y la otra agarrada al muslo. Los expertos y cuñados sabelotodo te aconsejan tomar muchos plátanos por su alto contenido en potasio ya que, por lo que parece, la falta de ello es lo que provoca que tú te cagues en todos los muertos cuando tu músculo decide estirarse como un acordeón y dejarte el pie medio tonto e inhabilitado durante un buen rato.
Y, como viene siendo normal, me quedo corta. ¡Seguro! Es que son demasiadas las penurias que nos depara el infortunio con sus dolores absurdos.

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