Revista Cultura y Ocio

Domicilio desconocido - Gerardo Vázquez Cepeda

Publicado el 09 agosto 2018 por Elpajaroverde
«La verdad es que nunca he conseguido llenar del todo ese vacío [...] Aspiraba a ser un autómata, una modesta pieza de un engranaje. Sin personalidad, sustituible. Así podría encajar sin equivocarme. Y lo conseguí, hasta que se vino todo abajo. Los años han pasado para mí como las páginas de una revista, raudas, apenas leídas. Apenas vividos. No tengo nada, todo lo que he conseguido es etéreo. Los fantasmas existen pero no en una dimensión aparte. No en las entretelas de los átomos o en universos paralelos. Están aquí, yo soy uno de ellos. Sin nada que hacer, salvo subsistir».
Pienso a menudo en si la sociedad en la que vivimos produce seres infelices, en serie, como una cadena de montaje en la que solo importase un objetivo final y no cada una de sus partes. Pienso en si es la sociedad o en si somos nosotros mismos los que caemos en nuestra propia trampa, al fin y al cabo, somos nosotros los que vamos construyendo esa sociedad. Nos come el hastío, nos llena el vacío y, estamos tan ocupados formando parte de ese engranaje que, apenas nos damos cuenta de ello. Tal vez sea necesario salir de esa cadena de montaje, aunque sea como material considerado defectuoso y por tanto inútil, para abrir los ojos y percibir la diferencia entre dónde estamos y dónde queremos estar; ya se sabe, el que toca fondo no puede hundirse más y por ello solo le queda emerger. Tal vez, llegados a ese punto, nos agarremos a un clavo ardiendo o a cualquier eventualidad que el destino o el azar ponga a nuestro alcance; cualquier cosa con tal de volver a sentirnos vivos, lo que sea por gozar de un instante de felicidad.
«Lo peor de la felicidad es su ligereza».
Domicilio desconocido - Gerardo Vázquez CepedaEl protagonista y narrador de esta novela se agarra a una llamada telefónica fortuita y errónea. Es una voz de mujer la que llega a su oído y es por un tal Jaime por quien pregunta. Da a entender que mantuvieron algún tipo de relación en el pasado y que han perdido el contacto. Su interlocutor, lejos de sacarla de su error, le sigue la corriente y, fruto de esa conversación, surge la decisión de quedar el próximo fin de semana en Madrid para verse, pues ambos viven en diferentes puntos geográficos de España.
Tengo que reconocer que esta premisa de la que parte esta novela no termina de convencerme. Puedo pasar por alto la llamada telefónica, que la mujer reconozca en una voz desconocida a alguien con quien parece que tuvo una relación importante, que el hombre, por pereza, por diversión, por lo que fuera, se mantuviera en una identidad que no le correspondía, pero ante la inminencia de un encuentro en persona ¿no se echa para atrás? ¿no teme la reacción de la mujer cuando descubra el engaño? ¿no cree que el juego está yendo demasiado lejos? Tengo que decir que él mismo se hace estas mismas preguntas, también que en algún momento de la novela conoceremos la opinión de la mujer al respecto, pero, aun así, es algo que me resulta harto inverosímil y, sin embargo... poco me importa. Poco me importa cuando me he creído el resto; cuando poco a poco me he ido metiendo en la historia, saboreándola, deteniéndome en ella como pocas veces somos capaces de detenernos en el momento presente.
«El presente está infravalorado; incluso hay quien niega su existencia, un movimiento de los párpados y ya es pasado. El presente se consume sin darse uno cuenta, dicen, moviendo la cabeza, mientras lamentan lo que no hicieron y suspiran por lo que harán. Pero aquellos días aprendí a disfrutar del momento, porque dentro de mi nueva identidad no había pasado, ni se podía imaginar ningún futuro; era solo instante. Un pasado de horas y minutos».
Pienso en esa incapacidad de vivir en el presente; en esa costumbre arraigada de vivir del pasado y esa empeño de esclavitud de vivir para el futuro. Pienso en lo permanente y en lo efímero, en querer hacer de lo segundo lo primero cuando somos mucho menos lo primero que lo segundo, como si formara «parte de la naturaleza humana dejar alguna señal, alguna marca de nuestro paso por el mundo». Y, mientras pienso todo esto y me sumerjo en esta novela, se desvanece el engranaje gris de esa cadena de producción que nos vuelve seres inertes y el mundo se me vuelve retazos de vida; se me hace una mañana en un museo, un paseo en el Retiro, un café en una librería de viejo. Estamos hechos de momentos; de un roce, una caricia, una mirada que es mar, una conversación; de enamoramientos (si, para enamorarme, basta una hora) inesperados y hasta desesperados, de cuarenta y ocho horas en una vida con las que podría escribirse la novela de esa vida.
«Parece que aquellos besos quedaron de alguna manera fijados, impresos, preservados en el interior de mi boca. Que mis papilas gustativas los envolvieron haciéndolos incorruptibles. Es el único recuerdo de mi vida que puedo revivir con los cinco sentidos. Si pienso mucho rato en Nieves se me eriza la piel porque siento la presencia de sus dedos palpándome; inhalo su perfume, que parece flotar en el aire y noto el tacto de su pelo, que aquella mañana resbalaba como el agua de una catarata al tocarlo».
Pero pienso también que tal vez todo eso no sea sino otra trampa que nos ponemos; si, como más tarde escribirá Nieves (tal es el nombre de la mujer que yerra en la llamada telefónica), el romanticismo no nos matará, si no nos impedirá él mismo (nosotros mismos) vivir otro tipo de presente ajeno a él (y esto ya es cosecha propia). Y recuerdo al falso Jaime, embelesado ante cierta etérea fragilidad de Nieves; y descubro que Nieves detectó en la voz de ese Jaime desesperación. Y pienso, pienso, pienso sobre cuánta inconsistencia se levanta algo tan consistente, algo tan efímero y, a la vez, tan permanente.  Y me voy de esta lectura, como tantas otras veces me ocurre, con más preguntas que respuestas. Poco me importa; poco me importa si con ella gano otro momento de vida, y algunas lecturas también suman en ese sentido. Es por ello que perdono mis reticencias iniciales y alguna otra cosilla; por ello y porque al final me creo lo que al principio me resultaba inverosímil. No seré yo quien niegue que, en ocasiones, se es más uno mismo siendo otro.

Domicilio desconocido - Gerardo Vázquez Cepeda

Giovan francesco susini, ermafrodito, firmato e datato 1639. Fotografía de sailko


Ficha del libro:
Título: Domicilio desconocido (contenido en Torre de Canela)*
Autor: Gerardo Vázquez Cepeda
Editor: Asociación Artístico Literaria Itimad
Año: 2017
Nº de páginas: 67 (63-130 págs. de Torre de Canela)
ISBN: 978-84-697-2471-2
*Domicilio desconocido de Gerardo Vázquez, al que muchos conoceréis por su blog Varado en la llanura, obtuvo en 2017 el segundo premio del VII Certamen Internacional de Novela Corta Giralda organizado por la Asociación Artístico Literaria Itimad de Sevilla. La novela está recogida en el volumen Torre de canela junto a las otras dos premiadas: La bala de Jonnhy Deep de Javier Zúñiga (primer premio) y El veedor de galeras de Alfonso Tomás Cantador Alias (premio local).
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