Esta mañana hemos ido a bendecir la palma. Mi bebé gigante estaba de lo más entusiasmado con su palmón de tiarrón con coche de juguete incluido. Llevaba toda la semana esperando este momento ya que el colegio se lo habían explicado y en casa le habíamos dicho que sus padrinos le traerían la palma. Estaba tan contento que por un día he dejado de hacer de paparazzi-persiguiendo-a-la-pantoja. Vamos, que se ha dejado hacer todas las fotos del mundo.
Es en momentos como este que te das cuenta que el tiempo pasa, y muy rápido. Demasiado. Parece que no hace tanto que era yo la que iba toda ufana con mi palma. De pronto he sido yo la mamá que ayudaba a mis niños a levantar suya.
Como apunte final diré que el rosario de caramelo no ha llegado a casa.