Para quienes estuvimos a las afueras de Miraflores aquella madrugada del 14 de abril de 2002, las imágenes de los tres helicópteros surcando la agitada noche caraqueña, las luces, el sonido de las hélices, las lágrimas de júbilo, los abrazos, la insólita certeza de que, contra todo pronóstico, habíamos logrado traer de vuelta a nuestro líder y recuperado la democracia, quedarán grabadas en nuestra memoria como algunos de los más hermosos recuerdos de nuestra vida. Una vida que, vivida y peleada de esta forma, vaya que vale la pena ser vivida.
Una vida que fue muerte, persecución y muerte, y una inolvidable madrugada de resurrección.
Si acaso el destino existe, algo quiere decirnos. Pensando en esto me releí detenidamente el memorable discurso de nuestro comandante aquella madrugada, sobre la cual dijo: “es como un renacimiento”.
De sus palabras rescato el significado de la gesta patriótica, popular y militar, de aquellos días. Para Chávez, el pueblo venezolano acababa de dar un ejemplo: “El ejemplo de un pueblo que ha despertado definitivamente, de un pueblo que ha reconocido y asumido sus derechos, sus obligaciones; de una Fuerza Armada cuya esencia, cuyo corazón… cuyos oficiales, suboficiales y tropas están conscientes de su responsabilidad histórica y no se han dejado confundir, ni manipular, ni engañar”.
Significado histórico sobre el que volvió en sus palabras finales: “Si hace dos días yo los amaba a ustedes, hoy, después de esta jornada histórica, de esta demostración sin precedentes en el mundo de cómo un pueblo y sus soldados detienen una contrarrevolución y hacen una contra-contrarrevolución sin disparar un tiro, sin derramar sangre, y reponen las cosas en su sitio, después de esta jornada memorable, histórica, imborrable para siempre jamás, hoy los amo muchísimo más. Amor con amor se paga”.
Amor con amor se paga, comandante.
Por eso, este domingo acudiremos a las urnas electorales para asegurarnos de que seguirás viviendo entre nosotros. Once años después, será de nuevo como un renacimiento. Y derrotaremos una vez más, sin disparar un tiro, sin derramar sangre, a los que dan vivas a la muerte. Ojalá supieran apreciarlo quienes ven en la dolorosa circunstancia de tu muerte una nueva “oportunidad”.
Éste volverá a ser un domingo de resurrección.
Fuente su Blog Saber y poder