Revista Cultura y Ocio

DOMINGO VILLAR: "La playa de los náufragos"

Publicado el 08 mayo 2011 por Ismaeldiaz
A MODO DE INTRODUCCIÓNDomingo Villar (Vigo, 1971) es una escritor gallego de novelas policíacas cuyas dos primeras obras, ambientadas en Vigo y protagonizadas por el lacónico inspector Leo Caldas y su impulsivo ayudante aragonés, han obtenido un considerable éxito de crítica y público.A través de los dos títulos hasta el momento publicados por Domingo Villar, vamos a recorrer de su mano la ciudad de Vigo y muchos de los pueblos y paisajes que la circundan.La primera novela de la serie lleva el título de “Ojos de agua” y la segunda “La playa de los ahogados”. Sin embargo, en nuestro paseo, comenzaremos por esta última para proseguir, en una próxima entrada, con la primera (la alteración se debe a que al responsable del presente blog le gusta considerablemente más “La playa de los ahogados”)Como viene siendo costumbre en el blog, señalo la página de la que extraigo el fragmento que a continuación voy a ilustrar con imágenes y/o sonidos. La edición seguida para la selección de los fragmentos es la siguiente: “La playa de los ahogados”. Domingo Villar. Ediciones Siruela (Nuevos Tiempos. 3ª edición, julio de 2009)
BREVE SINOPSISUna mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla. Si no tuviese las manos atadas a la espalda, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras faenaba. Pero el océano nunca ha necesitado amarras para matar. Sin testigos ni rastro de le embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumergirá en el ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se decidan a hablar, apuntarán en una dirección demasiado insólita. Un asunto inoportuno para Caldas, que atraviesa días difíciles: Alba ha vuelto a dar señales de vida, el único hermano de su padre está gravemente enfermo y su colaboración en el programa de radio se está volviendo insoportable.

Pág. 32Cruzaron La Alameda pisando un manto de hojas caídas y se adentraron en la calle del Arenal caminando frente a sus elegantes edificios de piedra. Las galerías de hierro forjado de las fachadas, asomadas desde hacía algunas décadas a los contenedores del puerto de mercancías, aún parecían preguntarse dónde estarían escondidos la playa y el mar.   Alameda (Vigo)
El bar Puerto todavía estaba abarrotado.   Bar Puerto (c/ Areal 30, Vigo. Tfno: 986222044)

Pág. 39-Y dices que estaba en la playa de Panxón, ¿no?-Sí, pero no en la grande sino en la otra que hay detrás, entre el puerto y el monte ése que tiene un monumento en la cima.-Monteferro – apuntó Caldas.  Playa de Panxón

Pág. 61El inspector miró hacia arriba, y entre las gotas que se escurrían por la ventanilla, vio al hombre pez en lo alto de su pedestal, iluminado por las farolas. Éstevez tenía razón. Con la lluvia mojando las escamas de su cola, el sireno parecía sonreír a la ciudad.

   Sireno

Leo Caldas (…) empujó la puerta de la casa baja que encontró enfrente.Buenas tardes, Leo – dijeron a coro los catedráticos que ocupaban la mesa más próxima a la barra de la taberna Eligio.

   Casa Eligio (Travesía da Aurora nº 4, Vigo)


Carta de platos del Bar Eligio (obsérvese que el inspector Leo Caldas ya tiene unos chipirones con su nombre)

Pág. 69Dejaron atrás la isla de Toralla, cuya torre guiaba a los marineros en la oscuridad como un farol más, y siguieron avanzando hasta que una montaña se dibujó sobre el mar. Detrás de la silueta negrísima  de Monteferro aguardaba el puerto de Panxón, al final del trayecto.

    Toralla

MonteferroPág. 70En Panxón no había pantalanes. Las embarcaciones se amarraban a muertos, boyas que flotaban sujetas por cadenas a bloques de hormigón hundidos en el fondo.
Puerto de PanxónPág. 71Detrás de la rampa comenzaba la playa, que se extendía hasta la falda del monte Lourido, formando un arco inmenso sólo quebrado por un regato que desembocaba entre la arena dividiendo la playa en dos mitades.
Monte Lourido

Monteferro y las islas Estelas proporcionaban un abrigo natural al puerto de Panxón. Allí la playa estaba resguardada y apenas presentaba oleaje. En cambio, a medida que se alejaba del pueblo quedaba desguarnecida, tan abierta al Atlántico que los viejos marineros  aseguraban que América era el primer obstáculo en la ruta si se navegaba en línea recta hacia el oeste. Por eso, al cruzar el riachuelo el arenal dejaba de llamarse Panxón y pasaba a ser Playa América.

Monteferro y las islas Estelas

Playa de América

Pág. 72Se acordó de la novela policíaca de una autora francesa que Alba le había regalado un par de años atrás. Hacía tiempo que había olvidado la trama, pero recordaba a Joss, uno de sus personajes. Era un marinero alejado del mar que se ganaba la vida como pregonero en una plaza de París. Leía en voz alta los mensajes que los vecinos le hacían llegar y, al final de cada pregón, narraba un naufragio.

Maravillosa novela de Fred Vargas de la que se hace referencia

Pág. 113-¿Sabe cuál es la “Canción de Solveig”? – preguntó ella.Caldas no tenía ni idea e hizo un gesto con las cejas que podía significar cualquier cosa.-Es una melodía nórdica, pero parece una canción gallega – explicó la muchacha.

Pág. 124Estaban de pie, apoyados en la barandilla de la playa de la Madorra, viendo las olas romper sobre la franja de algas que cubría la orilla.

Playa de MadorraPág. 142Entonces Leo Caldas miraba a Manuel Trabazo como al pescador de Capitanes Intrépidos que interpretaba Spencer Tracy. Manuel el Portugués se llamaba. (…) Había visto aquella película decenas de veces. El niño rico que caía al mar desde un trasatlántico y era recogido por un barco pesquero, en el que uno de los marineros, Manuel el Portugués, enseñaba a aquel chaval impertinente a cantar y a reír.

Spencer Tracy y Freddie Bartholomew ("Capitanes intrépidos")

Pág. 174En las primeras décadas del siglo XX, el párroco y los feligreses de Panxón decidieron demoler la iglesia antigua, que se había quedado pequeña, para construir una de mayor tamaño. Enterado de esas intenciones, el arquitecto Palacios viajó hasta el pueblo y convenció a los vecinos para que respetasen el arco visigótico que escondía la vieja capilla. A cambio, Palacios se comprometió a realizar los planos de un nuevo templo consagrado a la gente del mar.Se levantó en lo alto de una colina cercana al arco para que su silueta sirviese de guía a los marineros, con paredes de piedra tosca envolviendo una cúpula octogonal. Pegada a la torre de las campanas, de planta cuadrada y coronada por almenas, Palacios proyectó otra torre circular para que escondiese la escalera de acceso al campanario.

Panxón (Templo Votivo del Mar)  Alrededor del cuerpo superior, cónico y pintado de blanco y rojo como un faro, situó cuatro figuras humanas unidas por las manos mirando a cada uno de los puntos cardinales.
Templo de Panxón (cuerpo superior)Estévez aparcó al pie de la cuesta y Caldas se bajó del coche. Pidió a su ayudante que le esperase y ascendió la pendiente empinada que conducía al Templo Votivo del Mar. El pavimento estaba decorado con dibujos realizados con piedras blancas y negras.
Fragmento del pavimento de los accesos al temploEl interior del templo, tan vacío como el resto del pueblo, recordaba el caso invertido de un barco.Se sentó a esperar al sacerdote en un banco próximo al altar y se entretuvo mirando los mosaicos que decoraban las bóvedas y la parte alta del presbiterio. Había representaciones de santos apareciéndose a náufragos y otras escenas religiosas y marineras.
Templo de Panxón (interior)Pág. 193Esperó a Carlos (…) mirando el pequeño cuadro colgado enfrente (…) Era un busto de mujer, un óleo pintado por Pousa, uno de tantos artistas locales que encontraron en aquella taberna ilustrada su refugio. Había visto el pequeño cuadro cientos de veces. La mujer vestida de amarillo girada hacia un lado con el gesto triste.
Cuadro del pintor gallego Xavier Pousa (no es el referido en la novela, pero puede servir de muestra)Pág. 202Todavía tardó unos segundos en reconocer el solo de trompeta. Le parecía que Louis Armstrong se reía de él cuando cantaba con voz aguardentosa: Exactly like you.Pág. 218Miró hacia el frente, a la ciudad de Vigo tendida junto a la ría como una mancha. Primero las casas bajas, luego los edificios altos del ensanche de Coia, y, más allá, el resto de la ciudad desordenada en las laderas, con la silueta del hospital elevándose sobre las demás edificaciones cerca del monte del Castro.
VigoPág. 220Antes de llegar a las arcadas de la Ribeira, torció por la calle Real y ascendió por el casco viejo. Manuel Trabazo tenía razón. Antes apenas había casas feas.
La Ribeira (arcadas en zona inferior)

Casco viejo (Vigo)

Se levantó después del café y caminó por la calle de la Palma junto a la concatedral.

Concatedral (Vigo)Pág. 224-¿Cómo se titula esa música que pones antes de mis respuestas?-Se llama “Promenade” o “Walking the dog”-¿De las dos maneras?Santiago Losada asintió:-Es de GershwinPág. 225El sol se acostaba tras los edificios del casco viejo tiñendo el cielo de naranja, como el cuadro de Lodeiro colgado en la pared del Eligio.
Cuadro de Lodeiro (no es el descrito en la novela, pero puede servir para hacerse una idea)Pág. 232Monteferro era el último espacio costero virgen en la orilla sur de la ría de Vigo. Como por milagro, había resistido el asedio urbanizador y, aunque había numerosas casas bajas en el istmo que lo unía a tierra, los acantilados todavía rodeaban un promontorio verde en cuya cima se levantaba un monumento de piedra de veinticinco metros de altura, un monolito en honor a los navegantes muertos en el mar.
Monolito en MonteferroPág. 235Mirando hacia el sur, Panxón estaba demasiado cerca y quedaba oculto por los árboles, pero podían ver el monte Lourido que limitaba Playa América, y más allá la playa de la Ladeira bajo los montes de la Groba. Baiona, con su fortaleza medieval, cerraba la bahía, y detrás se vislumbraba el Cabo Silleiro, el último quiebro de la costa gallega antes de que el mapa trazase una línea casi recta de cuatrocientos kilómetros hacia el sur (…)
Playa Ladeira

Baiona
Cabo Silleiro

Al norte se levantaban las islas Cíes con sus playas de Nácar, y más lejos la punta de Cabo Home, el extremo de la orilla norte de la ría de Vigo, como un animal recostado sobre el mar. El día era limpio y permitía ver aún más allá la silueta de la isla de Ons, frente a la ría siguiente, la de Pontevedra.

Islas Cíes

Cabo Home
Isla de Ons

-Estas islas pequeñas, las más próximas, ¿cuáles son? – preguntó Estévez--Son las Estelas – dijo Caldas.-¿Y cómo no me había traído aquí antes?

Las islas EstelasPág. 236En lo alto del monumento, la Virgen del Carmen vigilaba el mar con el niño en brazos. Sobre ella, una corona de flores de bronce y, debajo, una inscripción: Salve Regina Marium. Una placa en uno de los laterales pedía una oración por los navegantes que hallaron en el mar su sepultura.
Virgen del Carmen (Monolito de Monteferro)Pág. 241Con el tiempo todo se va, se olvida el rostro y se olvida la voz.¿Cómo? – preguntó Caldas, y el médico comenzó a canturrear:Avec le temps, avec le temps, va, tout s’en va…¿Quién cantaba eso…?Trabazo giró su muñeca haciendo avanzar el barco entre las boyas.Léo Ferré – contestó-. A tu madre le encantaba.Pág. 265Recordó una película que había ido a ver con Alba hacía algún tiempo. El protagonista era un anciano que recorría cientos de kilómetros montado en una máquina de cortar el césped para visitar a su hermano enfermo, con quien se había enemistado muchos años atrás.
Película de David Lynch a la que hace referencia la novelaPág. 267(…) cruzó la Gran Vía y continuó descendiendo por su acera abarrotada hasta la farola de forja de Jenaro de la Fuente.


Farola de Jenaro de la Fuente

Pág. 312(…) recorrieron la península del Barbanza hasta desembocar en Aguiño.Era un pueblo pequeño, unos centenares de casas construidas alrededor de la playa y el puerto.

Aguiño

Pág. 361(…) y atravesó la Alameda esquivando a los niños que correteaban vigilados de cerca por sus madres. Dos turistas de pelo blanco consultaban el plano de la ciudad cerca de la estatua de Méndez Núñez.


Alameda de Vigo (con estatua de Méndez Núñez al fondo)
Como colofón y complemento de la lectura de la presente novela, una entrevista con su autor Domingo Villar


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LOS COMENTARIOS (1)

Por  Galizamar
publicado el 31 agosto a las 16:50
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Vaya! Parece que me has leído el pensamiento: justo buscaba todos esos escenarios y musicas del libro cuando los encontré todos junto a su fragmento correspondiente..Sencillamente delicioso, muchas gracias. He recorrido eso muchas veces, pero aun me ha servido como un paseo mas, y todo desde Madrid. Gracias otra vez.