Revista Cine

Domingos RETRO: La Venus Rubia (1932) Dir. Josef von Sternberg

Publicado el 01 junio 2014 por Proyectorf @Proyectorfant

Ninfas, caballeros y dragones

 

“El mito es un relato. Un relato del origen. ¿El origen de qué? De un asentamiento humano en un determinado lugar, en un tiempo anterior que siempre se reputa como antiguo, y del “contrato” establecido entre los fundadores y continuadores, entre padres e hijos, entre dioses, héroes y hombres.”

A. Faretta, Espíritu de simetría, Pag 275- El mito y el cine-.

“La venus rubia” (1932, Josef von Sternberg) es una película atravesada por los mitos. En su compleja estructura cuenta un melodrama de descenso y resurrección. Para ello hay al menos tres relatos, tres mitos que se ponen en escena, que se ritualizan para volver a hacerse presentes y recuperar lo sagrado que por lo visto hemos perdido.

En la escena inicial, un grupo de jóvenes científicos norteamericanos pasean exhaustos por un bosque de Alemania. Ellos han llegado hasta allí de la mano de su tutor alemán que los ha llevado como parte de su formación. Detrás de una cortina de hojas de sauce, descubrimos a unas hermosas mujeres que nadan desnudas en el río. Estas mujeres son actrices de cabaret que aprovechan un descanso para refrescarse en el agua. Allí descubre Ned a Helen, y ante sus ojos –y los nuestros- ella es una Ninfa.

Sobre este encuentro romántico se volverá varias veces, ya constituido en mito fundacional. Helen, interpretada por Marlene Dietrich (creo que no hace falta aclarar más) es la ninfa que asoma del agua y seduce a Ned, un caballero que no puede resistírsele. Gracias a una hermosa elipsis pasamos de los pies desnudos de Helen a los pies desnudos del pequeño hijo de ambos que se baña en la cálida bañera de un sencillo departamento de Nueva York.

Antes de acostar al pequeño Johnny, Helen y Ned le cuentan el cuento de Alemania, tal como el niño les reclama. Aquí la historia de las mujeres y los jóvenes se ha transformado. A primera vista parece que ha sido adaptado para ser entretenido a los oídos de Johnny, pero remite a algo más. Hay un dragón que les indica a los Caballeros que hay unas Princesas mágicas esperándolos, todos estos personajes que son parte del del Cantar de los Nibelungos, mito fundacional alemán. Helen y Ned alternan sus voces en el relato, cada uno cuenta desde su punto de vista. Pero no sólo cuentan si no que actúan y ponen en escena lo ocurrido: caminan de la mano, se esconden bajo un saco que hace de árbol bajo la luz de la luna (lo femenino) y se besan dos veces. Sobre el final del relato y con Johnny casi dormido, Ned le dice que se casaron y después “empezamos a pensar en vos”. Por último Helen canta una canción alemana acompañada por una cajita de música adornada por seis ángeles –que nos recuerdan a las ninfas-.

La puesta en escena es la forma del rito: “El mito manifiesta su existencia en el mundo de las formas sensibles mediante el rito. ¿Qué es el rito? La repetición ceremonial de un acto que menta – de alguna manera- el relato originario.” (A. Faretta, Espíritu de simetría, Pag 275- El mito y el cine-).

Sólo al final de la película Ned y Helen entienden (y con ellos, nosotros) que ése relato que Johnny conoce de memoria pero que anhela escuchar, es un mito fundacional que los une como familia y los acerca a lo sagrado.

Pero para eso Helen deberá descender moralmente, hasta casi la locura y la más profunda indigencia. Y aquí no podemos dejar escapar el nombre que von Sternberg ha elegido para su protagonista. En el periplo de Helen podemos descubrir que se nos está contando una vez más la historia de Helena de Troya. Veamos. Helena era hija de Leda (reina de Esparta) y de Zeus (rey de los dioses y los hombres). Helena tenía una belleza que hechizaba así como Helen es presentada como una ninfa, también deidad griega. Así queda delineado el carácter de Helen y su capacidad de hechizar a los hombres. Bajo su influjo cae el representante que decide contratarla casi con sólo mirarla en medio de una oficina atestada de mujeres que esperan desde mucho antes que ella. Y así hechizará a Nick Townsend el político dandy que la alejará de su familia.

Recapitulemos. Helen se ve obligada a volver a trabajar como cantante de cabaret porque Ned, su marido, padece una extraña enfermedad producida por la investigación científica a la que ha dedicado su vida, su obra y gracias a la cual le quedan unos pocos meses de vida. Helen y Ned tienen una vida humilde y no pueden costear sólo con el trabajo de él el costoso tratamiento que puede salvarlo de la muerte y que consecuentemente implica volver a Alemania con su antiguo tutor. Así, a pesar de Ned, Helen decide volver a trabajar dejando a su marido e hijo solos a la hora de la cena –con todo organizado, claro está-.

En su número debut en el cabaret, Helen aparece vestida como un gran mono, un orangután y baila haciendo un striptease que la devela como mujer. El número es una representación pintoresca de un rito vudú africano. Dos grupos de bailarinas negras, vestidas como si fueran parte de una tribu africana bailan alrededor de Helen que canta como el vudú la atrae, la tienta y la hechiza impidiéndole distinguir entre el bien y el mal. Así aparece la tensión de Helen entre la vida doméstica y la vida nocturna. Entre el hogar y el cabaret.

La representación africana da cuenta también de que lo negro, lo africano, el vudú que en otros tiempos fue para los buenos norteamericanos lo otro, lo ajeno y lo desconocido, ahora ha sido domesticado. Los negros trabajan en la barra del  cabaret y en la orquesta que toca la música: fueron asimilados. Lo otro proviene de Europa del Este, de Alemania, del país de los Nibelungos, vencido en la guerra (por ahora en la primera, la película es de 1932), pero con un promisorio desarrollo científico.

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Pero para poder regresar al cabaret Helen fue despojada progresivamente de su nombre y por lo tanto de su vida doméstica, de su lugar de esposa. El representante le cambia su apellido de casada, Faraday por el de Jones, mas fácil de recordar y difícil de olvidar según le dice. Luego el dueño del cabaret la bautiza “Venus Rubia” (Blonde Venus). Otra forma de desacralizar el mito, usando a Venus (diosa del amor, la belleza y la fertilidad, versión romana de Afrodita) para espectáculo de cabaret. Una vez más el mito domesticado. Así despojada de su nombre Helen puede entregarse a los brazos de Nick que le da el dinero suficiente para que su marido, de la noche a la mañana, pueda viajar a Dresde a realizarse el tratamiento que le salvará la vida. Así como Paris se lleva a Helena a Troya, Nick se lleva a Helen y a su hijo a una casa lujosa y ambos viven el romance prohibido. Pero Helen sabe que volverá con Ned cuando éste regrese. Sin embargo el señor Faraday vuelve antes de lo previsto y descubre el engaño. Si bien le debe su vida a los 1500 dólares que Helen consiguió de Nick a cambio de sus favores como amante, no puede perdonarla y sólo quiere a Johnny de regreso.

Helen desesperada escapa con Johnny en sus brazos. Pudo permitirse acostarse con otro hombre por dinero, trabajar en un cabaret y engañar a su marido aunque sea por una causa noble, pero no perder a su hijo. Helen sabe que es en él en donde reside el sentido, la trascendencia.

Helen y Johnny huyen de ciudad en ciudad asediados por la policía y por Ned que quiere a Johnny de regreso desesperadamente. Helen es hábil para esconderse a pesar de que va perdiendo todo, trabajo, dinero, equipaje, hasta llegar a la indigencia. Helen reconoce que ya no puede seguir arrastrando a su hijo en la caída y decide entregarlo a Ned, para salvarlo. Ella sabe inexorablemente que perder a Johnny es la muerte. Pero va a renacer.

En la película los hombres están atados a sus oficios y en consecuencia al dinero, a su lugar productivo. Ned es un científico que ha dedicado su vida a un loable proyecto que poco dinero le ha dado y que arrastra como ya hemos visto, a su mujer al cabaret. Nick es un político que gracias a sus quehaceres tiene mucho dinero y lo usa para comprar mujeres y hombres también. Los hombres se definen por su trabajo y el dinero con el que cuentan. Las mujeres hacen uso de ellos para lograr sus fines. Los hombres han sido despojados de su lugar sagrado e insertados en una cadena de producción, en un sistema capitalista en donde lo que vale es el dinero. La mujer ha sido dividida: Esposa y madre o prostituta y amante.

Así estamos, pero Helen a partir de perder a su hijo logrará renacer. Volverá a crearse a si misma, de lo más bajo -un albergue para mujeres indigentes al cual llega bajando una escalera que luego sube cuando decide volver- a un lujoso teatro parisino en donde ella es la estrella. Nick que había abandonado Nueva York para no vivir allí sin Helen, la reencuentra en ése teatro. Cuando indaga a un conocido por Helen Jones, este le contesta “usó a varios hombres para escalar, pero luego todo París cayó rendido a sus pies”. Y allí está Helen vestida de frac blanco con una alta galera cantando que ya nada le importa. Ahora es una gélida diva de la canción que no ama a nadie y viaja sola.

Vestida de frac ocupa ahora el lugar del hombre, ya no los necesita para sacarles dinero, para alimentarse y vestirse. Ahora ella es quien se mantiene sola. Tiene todo lo que quiere, tiene a París rendida a sus pies. Pero no tiene a Johnny. Y en esa falta está incompleta. Nick lo sabe y así como se la llevó de los brazos de Ned, la devuelve llevándola hasta la puerta de su vieja casa.

Helen se desarma al ver a su hijo y aunque luce un elegante vestido negro, se arremanga para bañarlo y atenderlo. Su traje de noche no importa si hay un rito que cumplir. Nick se retira porque sabe que hay algo secreto que va a ocurrir allí.

Ned entiende que ésa mujer es la ninfa que lo liga con lo sagrado. Juntos volverán a contar el cuento de Alemania, que no ha sido olvidado, que volverá a ser porque es ése rito el que los une como familia, el que les da sentido. Volver a narrarle a Johnny como se conocieron es volver a encontrarse con eso que habían perdido. Y así lo entiende Ned que la acepta de vuelta como Menelao aceptó a Helena.

Helen ya no está dividida, ahora es una sola, es la que cuenta el origen, es la encargada del rito. Es en el plano detalle final de los deditos de Johnny que juegan con los  ángeles de la cajita de música, el que nos invita a escuchar la voz de Helen cantando esa vieja canción en alemán.

 Por Melina Cherro


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