Revista Fotografía
Crecí en un pueblo de Extremadura donde el paso de la guerra
civil dejó un recuerdo que presidió mi adolescencia.
La toma del pueblo por las tropas de Franco en agosto del 36,
camino de la carnicería de Badajoz, era un tema recurrente de
mi abuela que, como matriarca de aquella familia de tan rancio
abolengo, había protagonizado lo que a mis ojos de niño eran
fascinantes hazañas bélicas.
-Abuela, cuéntanos otra vez lo de la tía Florentina en la guerra.
- Pobre Florentina...alojó en su casa a unos oficiales nacionales
educadísimos y cual no sería su sorpresa al descubrir que, antes
de volver al frente, se habían cagado en la cama y le habían
retorcido el pescuezo al loro. En fin...cosas de la guerra.
Muchos años después, leyendo "Memorias, entendimientos y
voluntades", descubrí alborozado que Camilo José Cela se
confesaba autor del escatológico loricidio, describiéndolo
con todo lujo de detalles.
Para la cagada, el Nóbel no encontraba más explicación
que una demencia transitoria, y para lo del loro, conociendo
a mi tía Florentina, la cosa no necesita mayor explicación.
En fin...cosas de Don Camilo.