Revista Cultura y Ocio

"Don Camilo" de Giovannino Guareschi (1948)

Publicado el 29 junio 2014 por Tomas
Saludos. Hoy me gustaría compartir con vosotros un pequeño mundo literario, habitado por personajes a los que tengo un grandísimo cariño. Muchos ya conoceréis las andanzas del cura más famoso de Italia y de su némesis comunista, pero quiero presentároslos a aquellos que aún no tengáis el placer. Como ya sabréis a estas alturas, estoy dando torpes pasitos en la escritura; y en mi primera novela estaban colándose, sin darme cuenta (o sí, pero en algún lugar muy profundo del inconsciente) los inmortales personajes que hoy veremos. Puesto que fue el escritor Joshua BedwyR quien me hizo reparar en ello, a él va dedicada esta reseña. Vamos a verla:

Título: Don Camilo, o "El pequeño mundo de Don Camilo" (Don Camillo: Piccolo mondo)
Autor: Giovannino Guareschi. Escritor, periodista, humorista gráfico, redactor en varias revistas y más tarde editor de la revista satírica Cándido. Antes de dedicarse al periodismo desempeñó infinidad de trabajos no cualificados. Su marcha al frente durante la Segunda Guerra Mundial le libró de represalias por sus críticas abiertas al dictador Benito Mussolini. Permaneció más de dos años en un campo de concentración, y ya de regreso a Italia fue condenado dos veces por la justicia, acusado de ofensas y difamación a varios cargos políticos. Cumplió prisión y nunca aceptó el indulto. Profundamente anticomunista, se mostró también crítico con las incoherencias de la Democracia Cristiana, en la que militaba.
A qué genero(s) y estilo(s) pertenece: Es una obra de corte realista y costumbrista, que muestra hechos cotidianos de la vida en la Italia de los años 40, con una mirada humorística tierna y entrañable. Contiene también elementos del realismo mágico. Las viñetas satíricas que ilustran cada capítulo son obra del propio autor.
Qué cuenta: La vida en una pequeña localidad ficticia y anónima, situada en la llamada tierra baja, entre el río Po y los Apeninos, en Italia, durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En ella viven Don Camilo, el párroco, y Giuseppe Bottazzi, más conocido como Peppone [Pepón, en algunas traducciones], el alcalde perteneciente al Partido Comunista. Su enfrentamiento constante es el motor de la historia, y provoca situaciones disparatadas, por el fuerte carácter y la tozudez de ambos. Los dos poseen una fortaleza física descomunal, y resuelven muchos de sus conflictos de forma violenta pero cómica. A lo largo de la historia se traslucirá que, pese a su aparente enemistad, el sacerdote y el rojo son en realidad grandes amigos y no pueden vivir el uno sin el otro.

Con este libro, Guareschi inicia una larga serie de novelas dedicadas a lo que denominó "Pequeño mundo": El pueblecito a orillas del río Po donde la vida se desarrolla en apenas unos kilómetros cuadrados, las relaciones sociales abarcan poco más de un centenar de personas, todo el mundo se conoce, los secretos no existen y las puertas de las casas permanecen abiertas. Donde se recela de los forasteros, especialmente si vienen de la ciudad, y donde la vida es sencilla y la gente gusta de resolver las cosas a su manera, sin que nadie tenga que venir a decirles cómo manejar sus asuntos.
Si hubiese que describir "Don Camilo" con una sola palabra, sería sin duda "divertido". Leyéndolo en público, provoca miradas cuando no puedes evitar reírte, y no son pocas veces. Porque lo que destila ante todo es sentido del humor. Un humor amable, blanco, irónico pero respetuoso, delicado y que humaniza a los personajes, por lo que se acaba sintiendo simpatía.
Por medio del humor, Guareschi realiza un retrato costumbrista de la vida en la Italia rural de los años 40, en una postguerra en la que los ánimos todavía están bastante encendidos, el comunismo está en pleno apogeo, y la nación italiana se está reconstruyendo. Pero el autor nos mostrará las tiranteces y los conflictos de ese período tan convulso a través de la intrahistoria, es decir, de la vida cotidiana de la gente, de los hechos menores y sin importancia aparente, que transcurren a la par de los grandes acontecimientos históricos.

Guareschi inicia su libro con un prólogo en el que reconoce que su vocabulario no tiene más de doscientas palabras, y nos avisa que no esperemos grandes alardes estilísticos. Ilustra también el tono general que tendrá la novela a través de tres historias breves extraídas de sus propias memorias, y no relacionadas con los protagonistas del pequeño mundo. En ellas anticipa el corte simplón, directo y tremendista que efectivamente veremos a lo largo de "Don Camilo".
Porque además de ser divertido, el texto es una apología de la sencillez. Sencillo es en efecto el estilo del autor, que huye de cualquier intención literaria que no sea contar la historia, y no se recrea ni en largas descripciones, ni en escapadas líricas ni en reflexiones filosóficas. Y sencillo es el carácter de las gentes que pueblan el pequeño mundo, como sencillas son las vidas que llevan y las peticiones que le hacen al destino: trabajo, tranquilidad y salud. Y sencillo es el modo en el que resuelven sus problemas y sus disputas: A trompadas unas veces, a tiros de escopeta otras, con la mediación del párroco siempre, y por supuesto sin que nadie de la ciudad venga a decirles como deben dirimir sus diferencias.
"—Conforme, Peppone; el niño saldrá de aquí bautizado, pero con ese nombre maldito no.
—Don Camilo —refunfuñó Peppone—, recuerde que tengo la barriga delicada por aquella bala que recibí en los montes. No tire golpes bajos, o agarro un banco...
—No te inquietes, Peppone; yo te los aplicaré todos en el plano superior —contestó don Camilo, colocando a Peppone un soberbio cachete en la oreja.
Eran dos hombrachos con brazos de hierro y volaban las trompadas que hacían silbar el aire. Al cabo de veinte minutos de furibunda y silenciosa pelea, don Camilo oyó una voz a sus espaldas.
—¡Fuerza, don Camilo!... ¡Pégale en la mandíbula!"

Pero la violencia que refleja el pequeño mundo es una violencia cómica, grotesca pero inofensiva. Como la un espectáculo de guiñoles, o la de los tebeos de Mortadelo y Filemón, que podían estar en una viñeta con un ojo morado y sin dientes, y a la siguiente de una pieza.

Estatua de Peppone, en Brescello, Italia


El ambiente de crispación social y política de la Italia de la época, en especial entre la Democracia cristiana y el Comunismo, se personaliza aquí en las figuras centrales del arcipreste Don Camilo y el alcalde Peppone, que encarnan los valores y la postura de cada facción, pero llevadas a una hipérbole que los acerca al esperpento. En Peppone y su escuadra (el Flaco, el Largo, el Brusco, el Bólido, el Pielroja, el Tormento...) Guareschi retrata todos los defectos que atribuye a los rojos: dogmáticos, acríticos con las instrucciones que reciben del Partido, monocordes que sólo leen el Unidad [diario oficial del partido comunista italiano], y además que ejercen el gobierno municipal pese a ser iletrados, pues ninguno ha superado el tercer grado de Primaria; aunque sobre este último punto el autor no hace excepción a la ternura y la afabilidad con la que trata a sus personajes, pues lo justifica en cuanto que era común en el mundo rural, y reserva a la maestra del pueblo y a los militantes comunistas un pasaje de gran hermosura, en el que retoman sus estudios de adultos.
Por su parte, Don Camilo simboliza al clero, y con él a la democracia cristiana, que desea conservar los valores tradicionales, y que tiene un discurso de concordia y conciliación, pese a que, como el temperamental arcipreste, cae en incongruencias y recurren a la violencia y a las malas artes para salirse con la suya, exactamente igual que aquellos a los que critican.
Y aquí entra en juego el tercero en discordia, y que sumerge además al pequeño mundo en el campo del realismo mágico, del que se puede considerar precursor: el mismísimo Jesucristo crucificado, que habla con Don Camilo, en unas conversaciones delirantes y divertidísimas, con las que es imposible no reírse, a carcajadas por momentos. Porque Jesucristo, que por supuesto es omnisciente, conoce todas las peripecias de Don Camilo, sus triquiñuelas y sus mentiras, y lo reprende firme pero dulcemente, haciendo gala de una paciencia infinita.

Así, Jesucristo hace el papel de conciencia de Don Camilo, de su "Pepito Grillo" si queremos, y se encarga de que el párroco reconozca sus errores, se ciña a sus votos de humildad y mansedumbre y se rija por las cualidades cristianas.
"¿Qué debo hacer? —había preguntado don Camilo. 
—Pincélate la espalda con un poco de aceite batido en agua y cállate —había contestado Jesús de lo alto del altar—. Se debe perdonar al que nos ofende. Esta es la regla. 
—Bueno —había objetado don Camilo—; pero aquí se trata de palos, no de ofensas.
—¿Y con eso? —le había susurrado Jesús—. ¿Por ventura las ofensas inferidas al cuerpo son más dolorosas que las inferidas al espíritu?
—De acuerdo, Señor. Pero debéis tener presente que apaleándome a mí, que soy vuestro ministro, os han ofendido a vos. Yo lo hago más por vos que por mí.
—¿Y yo acaso no era más ministro de Dios que tú? ¿Y no he perdonado a quien me clavó en la cruz?
—Con vos no se puede razonar —había concluido don Camilo. Siempre tenéis razón. Hágase vuestra voluntad. Perdonaré. Pero recordad que si esos tales, envalentonados por mi silencio, me parten la cabeza, la responsabilidad será vuestra. Os podría citar pasos del Viejo Testamento...
—Don Camilo: ¡vienes a hablarme a mí del Viejo Testamento! Por cuanto ocurra asumo cualquier responsabilidad. Ahora, dicho entre nosotros, una zurra te viene bien; así aprendes a no hacer política en mi casa."

Estatua de Don Camilo, en Brescello, Italia


Lo más significativo de "Don Camilo" es que el religioso y el comunista son, pese a sus diferencias irreconciliables, dos caras de la misma moneda. Así, contemplamos como Peppone es incapaz de sustraerse al respeto secular por la Iglesia (trata de usted a Don Camilo, que sin embargo lo tutea a él), y la figura del arcipreste le inspira confianza. Bautiza a su hijo en una escena desternillante en la que ambos deciden a guantazos el nombre del pequeño, y a lo largo de la novela tanto él como su escuadra harán muestras de aprecio tanto a Don Camilo como a la Iglesia católica y sus símbolos, aunque sea a escondidas. Especialmente ilustrador es el momento en el que Don Camilo es llamado a capítulo por el obispo tras arrojar una mesa de roble macizo sobre un grupo de rojos de ciudad que lo increpan. El obispo destina al arcipreste a una remota parroquia de montaña, y Peppone y su escuadra interceden para su regreso, tras hacerla la vida imposible a su sustituto.
"—¡Bah! —dijo—. Si realmente quiere saberlo, esto no marcha porque si yo le doy a usted una bofetada, lo hago volar a quince metros, mientras que si se la doy al titular efectivo, no se mueve ni un centímetro. 
Peppone no creyó útil explicar que si él hubiera dada una bofetada a don Camilo, éste le habría restituido ocho. Pasó por alto el detalle; pero el sentido era claro para todos. Menos para el curita, que lo miraba aterrorizado. 
—Disculpe —dijo—, ¿pero por qué quiere usted pegarme? 
Peppone perdió la paciencia.
—¿Quién quiere pegarle? ¿También a usted le ha dado por denigrar a los partidos de izquierda? ¡Yo he hecho simplemente una comparación para aclarar el concepto! ¡No se figurará que voy a perder mi tiempo tomando a pescozones a un anticipo de cura como usted!"

Porque Don Camilo y Peppone representan, en el fondo, a una Italia condenada a entenderse a si misma y convivir con sus contradicciones y sus diferencias. Iremos descubriendo que los dos protagonistas han sido compañeros de armas en la Primera Guerra Mundial primero, y echados al monte como partisanos antifascistas durante la Segunda, y en una escena entrañable terminan, tras discutir por la conmemoración del día de la rendición de Austria, cenando juntos y bebiendo litros de vino, brindando por los viejos tiempos. Aún reserva la novela más escenas de gran ternura, como aquella en la que el rojo ayuda al cura a repintar las figuritas del Belén.

Un angelito y un diablillo protagonizan las viñetas, obra del propio
Guareschi, que encabezan cada capítulo del libro


Porque la novela es, en realidad, una serie de pequeñas escenas, de cuadros que narran escenas concretas, siguiendo una secuencia cronológica por supuesto, que casi pueden leerse como cuentos protagonizados por los mismos personajes. Los acontecimientos son a cada cual más surrealista, llegando, como ya comenté antes, al esperpento: Un partido de fútbol entre los Gallardos de Don Camilo y los Dynamos de Peppone, donde ambos han sobornado al árbitro, el único apolítico del pueblo; el misterio de quién escribe "Peppone asno" en todos los comunicados municipales; el Partido Comunista regalándole a Don Camilo un obús pintado como un enorme huevo de chocolate, que este arroja contra la sede del Partido, y termina explotando en una barranco; la anciana que fallece y quiere enterrarse cubierta con la bandera monárquica; Don Camilo saboteando los actos del Partido Comunista tocando las campanas a rebato, y la revancha de Peppone llenándole el campanario de petardos...
En resumen, "Don Camilo" es una obra para disfrutar sin complicaciones, riéndose con sus exageraciones, con sus situaciones surrealistas, con su tono costumbrista agradable y tierno, con la afabilidad con la que trata a los personajes, con el modo en que suaviza una realidad en la que las gentes aún iban armadas a todas partes y persistían polvorines ocultos, y recreándose en un ambiente que nos recuerda continuamente al neorrealismo italiano que amamos a través de autores como Federico Fellini o Roberto Rosellini, o al cine del español Luis García Berlanga. Sólo comentar que el reclamo de la portada "Las historias que han hecho reír a millones de personas" no va nada desencaminado.
Más datos de interés: En el año 1952 comienza la fructífera relación del pequeño mundo de Giovannino Guareschi con el cine y la televisión, y lo hace con una película intitulada "Don Camillo", facturada por Francia e Italia, dirigida por Julien Duvivier.

La imagen de Fernandel y Gino Cervi enfrentados es la
 más icónica y reconocible de esta serie


Inicia una saga de seis filmes: "Don Camillo" (1952), "Il ritorno di Don Camillo" (1953), "Don Camillo e l'onorevole Peppone" (1955), "Don Camillo monsignore... ma non troppo" (1961), "Il compagno Don Camillo" (1965) y el corto "Don Camillo e i giovani d'oggi" (1970), que diversos directores extendieron a lo largo de casi veinte años y que asociará para siempre los rostros de Fernandel y Gino Cervi a los rivales pero amigos inseparables Don Camilo y Peppone. [Ficha IMDB]

Todas las películas de la saga están rodadas en la localidad italiana de Brescello, donde en la actualidad existe un museo dedicado a los personajes, que aún pasean por las calles en forma de las estatuas (con el rostro de los actores que les dieron vida) que hemos visto algo más arriba.
En 1957, la televisión brasileña se atrevió con una serie, de la que no encontré demasiada información, producida por TV Tupi y titulada "O pequeno mundo de Don Camilo". [Ficha IMDB]
En 1972, "Don Camillo e i giovani d'oggi" se convertiría en un largometraje dirigido por Mario Camerini, en una coproducción francoitaliana, que contó con Gastone Moschin como Don Camilo y Lionel Stander como Peppone. [Ficha IMDB]

En 1981, los personajes de Guareschi regresan a la pequeña pantalla, en una producción británica de doce episodios, rodada en inglés para la BBC, titulada "The little world of Don Camillo". No encontré casi información sobre ella, sólo que insertaba las viñetas de Guareschi a modo de cortinillas entre escenas. [Ficha IMDB]
En 1984 volvería nuevamente al cine, en una producción italiana, titulada simplemente "Don Camillo", dirigida y protagonizada por el ínclito Terence Hill. Es una película de perfil bajo, que aporta poco a la obra de Guareschi. [Ficha IMDB]

Y, sin ser una adaptación de la obra de Guareschi, quisiera llamar la atención sobre una serie televisiva inspirada indudablemente en la misma. En el año 2008, la Televisión de Galicia (TVG) comenzó la emisión, que va por su 12ª temporada, de su exitosa "Padre Casares". Ambientada en la ficticia población de Santo Antonio de Louredo, es una comedia coral, con un sentido del humor muy tierno y un fuerte tono costumbrista. Refleja la vida en una típica población rural gallega, en la que dos de los personajes principales son el anciano y temperamental párroco Don Crisanto, y el alcalde comunista Delmiro, que mantienen un tira y afloja permanente, y poseen unos caracteres muy similares a sus homólogos literarios.

La serie cuenta con un montón de caras conocidas y queridas por el público gallego, con actores veteranos como Antonio Durán "Morris" como Delmiro o el fallecido Tuto Vázquez como primer Don Crisanto. Tuvo una cálida acogida, y sigue siendo la reina de la audiencia en Galicia la noche de los lunes, favorecida por la identificación de los telespectadores con los personajes y situaciones que describe.

Su éxito le permitió ser exportada a otros canales autonómicos. En el 2009 fue adaptada por Canal Sur (Andalucía) como "Padre Medina"; más tarde IB3 (Baleares) la convirtió en "Mosén Damiá", y la desaparecida Canal 9 (C. Valenciana) la transformó en "Senyor Retor", aclimatándose en cada lugar a sus tipismos, tópicos y sentido del humor propios. Fue también doblada al castellano y emitida en Telemadrid y en la TV autonómica de Castilla-La Mancha.
Por último, en el año 2011, la editorial italiana ReNoir Comics comenzó la publicación de la serie "Don Camillo a fumetti" (Ya sabéis que "fumetti" es como llaman los italianos al cómic). Actualmente van por el séptimo volumen. Hasta donde he podido ver, no han sido traducidos aún al castellano. [Web oficial] [Facebook]

Y con esto llegamos al final de la reseña de hoy, con la que espero haberos animado a conocer un poco más las vivencias de ese pequeño mundo en la ribera del Po y de sus pintorescos habitantes, con los que es imposible no encariñarse. Nos leemos!

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