A buen seguro que el personaje más recordado del Toledo medieval, tras la Reconquista, fue el caballero mozárabe Esteban Illán. De los ilustres toledanos, es del que más antiguo se encuentra un retrato en el interior de la Catedral, muy cerca del “transparente”, lugar original del retrato.
El joven Alfonso VIII, heredero del trono de Castilla tuvo desde el inicio un reinado complejo. Numerosas intrigas de la nobleza que ambicionaba el poder real, incluso por parte de su tío, Fernando II de León, propiciaría notables aventuras como la salida clandestina de la sitiada Atienza, disfrazado, hasta su legendaria coronación en la toledana torre de San Román.
Hacia el último tercio del siglo XII, momento en el que se sitúa gran parte de la vida de nuestro personaje, Toledo estaba dividida en dos facciones: los partidarios del rey leonés, y los Lara, tutores del pequeño rey, que apoyaban la legitimidad de éste. Entre medias, como en numerosas ocasiones, la ciudad como campo de batalla y lugar de no pocas refriegas.
Esteban Illan, según las crónicas, fue partidario de los Lara. A su vez, Illán fue hijo de D. Illán Pétrez (o Pérez), que figura hacia 1161 como alcalde de la ciudad. Narra la tradición, que en la madrugada del 26 de agosto de 1166, trae al joven Alfonso a Toledo y lo oculta en la torre de la iglesia de San Román, de la que se conservan documentos afirmando que él mismo había costeado aprovechando un previo alminar musulmán. La elección no es aleatoria, pues además de en cierta forma ser de “su propiedad”, también se encuentra muy próxima a su residencia, la actual “Casa de Mesa”. De la citada Iglesia, diremos que está dedicada a San Román, monje y mártir del que se dice que se conservaba aquí la reliquia de su lengua, que después de cortada siguió alabando la fe de Cristo ante sus verdugos… Aquí también dice la tradición que fue bautizado San Ildefonso. También allí está enterrado D. Esteban Illán, en la antigua capilla del lado de la epístola, como ya apuntara el Cardenal Lorenzana en una nota manuscrita del libro de Francisco de Pisa “Apuntamientos para la Segunda Parte de la Historia de Toledo”, donde dice: “Aquí está enterrado el esclarecido Esteban de Illán, y otros mui ilustres cavalleros”, pues es cierto que allí existen aún muchos sepulcros, la mayor parte del siglo XIII. También son notables las pinturas de sus bóvedas, con temas como los evangelistas, el pecado original, el Paraíso y la resurrección de los muertos (donde se ve cómo salen de sus sarcófagos las almas en pena)
Es en este momento de exaltación, y con gran parte del pueblo toledano observando el evento, cuando el pequeño Alfonso es proclamado Rey de Castilla, y se izan sus pendones en lo más alto de la torre. Cuenta la tradición que numerosos vecinos de Toledo acudieron armados, de una y otra facción a los pies de San Román. Tras entablar, una vez más, batalla los seguidores de uno y otro bando, ganan los partidarios del rey proclamado y huyen los derrotados a Huete, donde se refugian.
Cuenta esta tradición que el 26 de agosto de 1166, se proclamó al Rey de Castilla desde la torre al grito de “Toledo, Toledo, Toledo por el rey Alfonso VIII”, frase utilizada posteriormente para proclamar a no pocos reyes.
Gracias a la apuesta realizada, Esteban Illán no tardó en rentabilizar su gesto. En 1166 fue proclamado alguacil-alcalde de la ciudad, cargo en el que se mantuvo hasta su muerte en 1208. Incluso el monarca cita a nuestro personaje en su testamento, para que “sea notorio a todos cómo yo tengo recibidos muchos maravedís de Esteban Illán, alcalde de Toledo”, ya que sirvió también como prestamista de la corona. Buena parte de las propiedades conseguidas durante su vida provienen de donaciones reales.
También la presencia citada anteriormente de la efigie a caballo de Esteban Illán en la Catedral “no es gratuita”. Además de la notoriedad alcanzada por este personaje en la época del inicio de la obra catedralicia, no dudó en enfrentarse a su propio rey exigiendo la retirada de cierto gravamen que el mismo monarca pretendía cobrar a la ciudad de Toledo, obligando a rectificar al propio Alfonso. Éste parece ser el motivo por el que el cabildo colocase su retrato en la catedral, en primer término donde hoy se encuentra el transparente y, una vez construido éste, se reproduce en una bóveda próxima, hasta hoy en día.
Esta notoriedad, y su presencia en la Catedral no hacen identificar a nuestro personaje con la “fama” de la que en ciertos escritos se le adjudica. De notable “nigromante” sería lo más suave que Illán recibe en no pocos textos. Muchos también pretenden ver en la famosa obra de Don Juan Manuel, “El Conde Lucanor”, en el Cuento XI titulado “Lo que sucedió a un deán de Santiago con don Illán, el mago de Toledo”, la persona de nuestro Don Esteban, asignándole como el mago al que el Deán, deseoso de aprender las “artes toledanas” visita… Algunos incluso afirman que este personaje “sabía más de demonios que el propio Demonio”. Posiblemente el autor de “El Conde Lucanor” se inspiró en la fama que Esteban Illán tuvo en la Edad Media en la ciudad de Toledo, y tuvo a bien inmortalizar ciertas voces populares que asignaban a esta persona la etiqueta de “mago” o “nigromante”, y conocedor de las artes que le hubieran facilitado cuantas riquezas consiguió en vida, o bien a alguno de sus descendientes, que no fueron pocos.
Fuente: http://www.leyendasdetoledo.com/index.php/articulos/personajes/122-don-esteban-illan.html
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