Hoy contamos con una nueva colaboración de nuestro amigo Antonio de la
Torre, artículo en el que dedica una carta abierta a nuestro admirado Federico
Jiménez Losantos. Espero sea de vuestro interés. ¡Feliz día!
Empiezo con una pequeña introducción a los lectores en general,
diciendo que mi periódico de referencia es Libertad Digital, del Grupo
empresarial del mismo nombre, con el que, modestamente, colaboro como pequeño
accionista y miembro de su Club de amigos, además de como articulista –también
modesto- en su sección de Opinión.
También dejo constancia de que me declaro oyente de esRadio, emisora
que tengo sintonizada como alarma en mi radio despertador, con el que empiezo a
escuchar a diario “La mañana de Federico”, desde muy temprano, y que admiro a
su director, con el que me identifico en un alto porcentaje de sus opiniones.
Por último, que no soy afiliado al Partido Popular, aunque si votante
suyo siempre desde la alianza Popular de don Manuel Fraga, excepción hecha de
las últimas elecciones europeas en las que, precisamente, ese desencanto con
las políticas del Gobierno de Rajoy me hizo unirme activamente a VOX hasta que las
deslealtades de algunos me hicieron, como a cientos más, abandonar esa opción, hoy
ya, sin futuro alguno.
Dicho todo lo anterior, para que nadie pueda pensar que me mueve otro
interés, entro en materia de mi carta abierta:
Mi estimado y admirado don Federico, en estos últimos días, o semanas,
vengo observando unas formas demasiado radicales y poco elegantes en sus
expresiones que, si bien no son de extrañar para los que lo escuchamos
asiduamente, creo que exceden el límite de lo normal en usted y no quiero dejar
de comentar por escrito mi disconformidad y razones. No sé si le llegará esta
carta pero, si así fuera, y en cualquier caso, no dudo de que su probada
objetividad, en general, le llevaría a tomarla en sus justos términos.
En primer lugar, me referiré al plano de lo político. De forma habitual,
don Federico, nos tiene usted acostumbrados a sus oyentes a “obsequiarnos” con
algún calificativo más o menos sonoro dedicado a los personajes políticos que critica
en sus comentarios y editoriales y, hasta cierto punto, se pueden entender
incluso como de cierta gracia. Como persona inteligente, que lo es, tiene un
fino sentido del humor.
No seré yo el que salga en defensa de su principal “víctima” desde hace
un par de años -si no alguno más-, el Presidente del Gobierno -ya es mayorcito
para defenderse solo- y al que, yo mismo, he dedicado no pocas críticas en mis
artículos en algún medio digital y no pocos comentarios en las redes sociales
por mi gran descontento y decepción tras su incumplimiento de la mayoría de las
promesas electorales. A título de ejemplos, vayan este par de enlaces con dos
artículos, entre algunos más, publicados al respecto el 13.04.2014 "El previsible Sr. Rajoy"
y el 24.03.2015 "Para cuando el programa Sr. Rajoy",
respectivamente.
En esos artículos, con mayor o menor acierto, trato de expresar mis
críticas argumentadas, no insultos ni descalificaciones como “berberecho de
Pontevedra”, “tonto”, “vago” y otra serie de improperios, en mi opinión, de mal
gusto y me atrevería a decir que exagerados, por usar un término moderado que,
en cualquier caso, creo que restan razón a sus buenos, razonados y certeros
argumentos.
Desconozco los detalles sobre lo ocurrido en la última fase de la etapa
COPE con el equipo fundador de esRadio –no hay mal que por bien no venga, por
cierto-, los motivos y forma de su salida de la emisora de la Iglesia –anterior a la llegada al Gobierno de Mariano Rajoy, por
cierto-, que parece que podrían estar detrás, no sé en qué medida, de ese
exacerbado empecinamiento en no ver nada bueno en el Presidente del Gobierno y
su equipo –ayer, en su tertulia, la Ministra de Agricultura demostró que hay
personas de gran valía en ese equipo, y no es la única- al que, repito, yo
mismo critico en sus actuaciones y pasividad ante muchas de las cosas que sus
votantes, yo entre ellos, esperábamos cuando le otorgamos aquella holgada mayoría
absoluta, el 20 de Noviembre de 2011, confirmando la tendencia que ya se empezó
a ver en las elecciones municipales y autonómicas de Mayo anterior.
Tan poco objetivo me parece ese trato al Presidente del Gobierno y a su
equipo, como ese “amor” entusiasta y, en mi opinión, exagerado –recuerda al
declarado no hace mucho a la UPyD de Rosa Díez, que ya vimos cómo acabó- hacia casi
todo lo que se refiere a Ciudadanos, partido que, hasta el momento no ha
demostrado nada, puede que porque no haya tenido ocasión de gobernar, pero es
evidente que su política de alianzas y apoyos en las diferentes regiones y
ciudades de España (Andalucía, Madrid, La Rioja, Valencia) es, cuando menos,
dispar y, me atrevería a decir que incluso contradictoria. Entiendo mi estimado
don Federico, como hombre, que yo también podría quedar rendido ante la belleza
y dulzura de voz de Inés Arrimadas y el bronceado perpetuo y no menor atractivo
físico de Begoña Villacís -su voz no es tan dulce-, pero ¿qué ha hecho Albert
Rivera y su partido en nueve años en Cataluña? Nada, hasta el momento, aparte
de oponerse verbalmente, muchas veces en español, eso sí, a los desmanes y
exabruptos de Arturo Mas, que no es poco se podrá decir, y yo asumo, pero que
se traduce en nada, a efectos prácticos.
Cataluña es una región en quiebra, económica y social principalmente,
en la que se dice que más de la mitad de sus ciudadanos no quiere la
independencia y, ante el vacío del PP en los últimos casi 20 años, con esos
pésimos líderes que hasta ahora había tenido tras el sacrificio de Alejo
Vidal-Quadras por Aznar en 1996, la opción Ciudadanos digo yo que debería haber
despertado un mayor interés en nueve años, que no se ha visto más allá de
modestos incrementos de escaños, nunca definitivos, de haber calado su mensaje.
Incluso ahora, cuando la situación es casi límite en Cataluña, algunas
encuestas le dan 20-24 escaños, un escaso 15-18 % del total, una cifra claramente
insuficiente para gobernar sin apoyos ni compromisos y no tan lejos de la que
estiman para el PP, desprestigiado y sin líderes desde entonces, en cuanto este
partido ha tenido un candidato en condiciones, al que también califica como
“marioneta” o algo similar.
Eso, sin entrar en las contradictorias alianzas de Ciudadanos en
algunas regiones y municipios, que ponen en duda la realidad de un auténtico
proyecto, más allá de lugares comunes que todos queremos, pero sin mimbres
suficientemente preparados para el gran "cesto" que hay que
completar.
No quiero terminar sin una pequeña referencia al plano de lo religioso.
Me parece desmedido y fuera de lugar, independientemente de las críticas razonables
que esgrime en sus comentarios que incluso podría llegar a compartir en algún
caso, llamarle al Papa Francisco “Paquito el vaticanero” y alguna otra cosa más
de ese tenor, muy lejos de lo que correspondería a una mínima cortesía
dialéctica. No debe olvidar, don Federico, que una gran parte de sus oyentes
son católicos, más o menos practicantes si quiere, a los que, como a mí, esas
formas y epítetos no gustan ni poco ni mucho, o incluso les ofende. Creo que no
le ayudan en su argumentación como creador de opinión que, sin duda, lo es.
Usted es grande intelectualmente, don Federico, y tiene una cultura,
una capacidad de expresión y léxico indiscutibles que no necesitan de esas
“bajezas”, permítame el término, dicho sea con el mayor respeto y cariño, que
usted sabe que le profeso, para adornar sus muy acertados comentarios y
argumentos. Esos calificativos tan despectivos podrían valer, en todo caso, en
una tertulia entre amigos en la sobremesa, pero no son de recibo en un
micrófono que seguimos varios cientos de miles de fieles oyentes.
Como le decía al principio, espero que acepte mis comentarios sin ver
en ellos más que una crítica constructiva a algo que, como le decía, no le
favorece ni poco ni mucho ante una mayoría de sus oyentes y sólo alimenta a los
detractores del Partido Popular, a los que da argumentos fáciles que no ayudan a
resolver la difícil situación española. Usted mismo ha reconocido hoy con
Cayetana Álvarez de Toledo, que es el partido con la mejor y más cualificada
dotación humana.
Revista Política
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