Revista Cultura y Ocio
Ilustración de Gustavo Doré
—No se me muera vuesa merced, que todavía quedan muchos entuertos por desfacer, que no hay mal que cien años dure y que llegará un día en que no habrá malhechores por los caminos asaltando a inocentes, ni ejércitos de hombres desalmados, ni infelices que padezcan cárcel por robar un trozo de pan, ni gentes que se enriquezcan con el sudor o el dolor ajenos, ni injusticias, ni calumnias, ni maldad… —Calla, calla, amigo Sancho, que bien parece que la cordura me viene a visitar cuando postrado en el lecho cuento las últimas horas de mi vida. Y que tú te has contagiado de la locura que abandoné, hasta el extremo de pensar que los tiempos venideros serán más llevaderos que los que hoy vivimos y que todo el mundo actuará con buen juicio y decencia. Anduve loco, Sancho; pero nunca estuve tonto. La maldad es una enfermedad que no curan los siglos. Y no hay bálsamo milagroso para esta España de nuestros pecados.