Revista Salud y Bienestar
Capítulo I
Había una vez, hace muchos años, un médico sensible.
Bueno, en realidad esto es un cuento, no hace falta decir que hace muchos años desde que ocurriera esta historia. Y cuando digo que el médico era sensible, no quiero decir que fuera especialmente empático con los sentimientos de sus pacientes, no. Cuando digo sensible, quiero decir otra cosa.
El médico era sensible porque era capaz de detectar cuándo uno de sus pacientes enfermos estaba enfermo. Dicho de otra forma, que un paciente enfermo no se escabapa de su consulta etiquetado de "a usted no le pasa nada". Sí, nuestro médico era capaz de percibir cualquier mínimo indicio en sus pacientes que le indicara que éstos estaban enfermos. "Pues vaya mérito" -pensarán ustedes- "es lo mínimo que se le puede exigir a un médico" -continuarán sin caer en la cuenta del problema del que adolecía este doctor.
Le llamaremos A. Vale, está bien, "A" es un nombre demasiado científico. No sé... ...bautícenlo como Antonio, Alberto, Aniceto, Anastasio o como mejor les parezca. El problema de Don Anacleto era que consideraba síntomas muy banales como indicios de presuntas enfermedades muy graves. Claro, así no se le escapaba nadie. Él detectaba a todos los enfermos, sí, pero a costa de decir que muchos sanos estaban graves. Porque, ¿y si ese simple resfriado de aquel chiquillo no era en realidad una neumonía atípica? ¿Y si esa lumbalgia de aquel señor no tenía detrás cualquier enfermedad más seria?
La consulta de al lado la pasaba la doctora "B". Doña Blanca, doña Blasa, doña Brígida o como prefieran. El caso es que doña Berta era todo lo opuesto a don Álvaro. Muy enfermo tenía que venir uno de sus pacientes para que ella detectara que le pasaba algo. Muchos pacientes graves se le escapaban sin que ella se hubiera dado cuenta, pero a su favor podía decir que, al revés de don Anatolio, doña Beatriz jamás le pondría una etiqueta de enfermo a alguien que no lo estuviera. Era todo lo contrario de una médica sensible. Era una médica específica.
¿Y quién de los dos lo hacía mejor, don Ataulfo o doña Baldomera? Pues como todo en esta vida, depende. Comenzamos hoy una serie de actualizaciones que pretenden introducir mi tesis doctoral de forma simple y comprensible. Si quieren conocer la respuesta a esta pregunta, sigan sintonizando el mismo canal a la misma hora. O bien, suscríbanse al blog mediante RSS.