Revista Opinión

DON UNAMUNO y EL GIGANTE

Publicado el 21 mayo 2017 por Ydelgado

Dice don Gregorio Chil y Naranjo, en sus "Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias" (1876), que se decía que al pie de la montaña Cardones estaba la sepultura del gigante Mahán, que medía 22 pies de largo. Y el sabio - porque este sí que era sabio y concienzudo, lo que no quiere decir consciente-, agregaba: "Yo no negaré que bien pudo existir una sepultura de esas dimensiones; pero de esto a que el esqueleto que allí yaciera hubiese alcanzado esta estatura colosal, hay una enorme distancia, difícil de salvar, a menos que esos mismos historiadores -se refiere entre otros a los señores Abreu y Galindo y Martín y Cubas- se hubiese convencido de ello por el testimonio de su vista". Esto sí que es de un sabio.

Pero vino don Quijote, que no era un sabio -la sabiduría se la dejaba a Merlín-, vino montado en camello, y fue al pie de la montaña Cardones, tan pelada entonces como hoy lo está, y miró con los ojos de la cueva de Montesinos, ojos de lechuza o minervinos de los que ven en los oscuro y ciegan en lo claro; y, ¿qué vio? Pues vio que el esqueleto del gigante Mahán medía, en efecto, los veintidós pies y aun más. La que no los medía era la sepultura. Esta era del tamaño ordinario de la de un --majoreros son los de Fuerteventura de nuestros tiempos de ahora--. Y vio más Don Quijote, con sus ojos de la cueva de Montesinos: vio que toda esta isla maravillosa de Fuerteventura está formada por esqueletos de antiquísimos gigantes guanches, y que en los esqueletos, en las áridas osamentas de estos gigantes, están cavadas las sepulturas de los españoles que hoy duermen aquí, brizados por este mar dormido, el dulce y sabroso y soporoso sueño sin despertar. Y vio Don Quijote cómo las ovejas lamían las piedras para sacarles la sangre de aquellos gigantes y cómo buscaban las raicillas de los yerbajos secos al pie de un triste tarahal, que es aquí algo como la retama que cantó Leopardi".


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