Revista Cine

Doña berta (1892), de leopoldo alas "clarín". la mujer sola.

Publicado el 19 octubre 2012 por Miguelmalaga

Doña Berta es una anciana que vive con la sola compañía de una sirvienta tan vieja como ella y de su gato en una hacienda asturiana. Jamás ha salido de allí, ni concibe hacerlo, pues su existencia ha estado tan ligada a su tierra (Suracasa, "donde nunca llegaron ni los romanos ni los moros") como la de cualquiera de los árboles de sus terrenos. Pero la anciana tiene un secreto: de joven fue seducida por un militar liberal, que fue acogido en su casa por sus hermanos (que simpatizan con el otro bando) cuando fue herido en las guerras carlistas. La joven Berta quedó embarazada de esa relación y cuando sus hermanos se enteraron, hicieron desaparecer el fruto de la misma. La pobre mujer, embargada por un sentimiento de culpa y deshonor, nada pudo hacer para evitar que le arrebataran al recién nacido. La mancha quedó en su alma y fue diluyéndose poco a poco, aunque nunca se disolvió del todo. Ya anciana, cuando sus hermanos han muerto, doña Berta iniciará su particular investigación acerca del destino de su hijo cuando reciba la visita de un pintor proveniente de la capital...

Doña Berta puede dividirse en dos partes: en la primera se describe la vida cotidiana de la protagonista (y el episodio del pasado ya descrito) en el paraje donde pertenece, una mujer que no ha vuelto a tener más relaciones después de su juvenil aventura. En la segunda, cuando el pasado vuelve a llamar a su puerta, realiza un acto inconcebible: vende sus queridas tierras a precio de saldo y se embarca en la aventura de visitar la capital para intentar encontrar pistas sobre la existencia de su presunto hijo. Es un impulso irresistible el que le lleva a cometer lo que para su mentalidad es una auténtica locura. Quizá la vida de doña Berta sólo tiene sentido en el recuerdo del único momento de pasión de que gozó en su vida. Además, están los remordimientos, no saber que fue del hijo que fue sacrificado en el altar del honor familiar.

La existencia de doña Berta en Madrid será la de un pez fuera del agua. Para ella la ciudad es un inmensa jungla repleta de peligros, llena de gente que corre a unos quehaceres incomprensibles. Pero su único anhelo es admirar el retrato de su presunto hijo. El lector nunca sabrá si se trata verdaderamente de su retoño o no, pero asiste conmovido a los suspiros de la anciana cuando tiene delante al que supone que es su hijo perdido: la ilusión de quien ha andado reprimiendo sus deseos toda la vida, de quien apagó a duras penas el fuego incomprensible que ardió en su pecho durante un brevísimo tiempo de su existencia. De quien, en suma, vivió y después permaneció en el mundo esperando a que un azar le hiciera reencontrarse con el pasado. 

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