Revista Opinión
Publicado en Barra Libre
La nueva Presidenta de Castilla-La Mancha ha decidido comenzar su mandato embutiéndose el uniforme oficial que ejemplifica con claridad la batería de valores que promete predicar a partir de ya en esta España nuestra, secularizada por el ateísmo invertebrado de Zapatero -azote de Dios-, que ha llenado las plazas de España de maricones y perroflautas y ha hecho sucumbir a la ciudadanía no solo bajo la guillotina del paro, sino en una ausencia de valores patrios que en su día fueron santo y seña de nuestra esencia nacional. Amén, Dios mediante.
Ha nacido una nueva Agustina de Aragón, la primera presidenta castellano-manchega y olé, adalid sin mácula del catecismo español. Así se presentó María Dolores, la doña, durante el Corpus Christi toledano, abandonando su acostumbrada elegancia civil, sobria pero eficaz, de su etapa como senadora en las Cortes, para pertrecharse el hábito costumbrista -heredado de la realeza decimonónica- de peineta en mantilla negra (en clara alusión a su condición de esposa cristiana) de encaje de Blonda y traje conjuntado, prieto, sin ostentación ni indecencias, en un discreto escote en U aderezado de una arcada de perlas en blanco inmaculado, a juego con sus pendientes, y peinado de alisado impecable, con flequillo a su izquierda. Poco importa que no pudiera recibir la comunión, dada su condición de recasada; ella lució galanura y orgullo español, regalando sin recato su sonrisa a los presentes y a la prensa. Presidenta y devota, a mucha honra, para servirles a ustedes, a Dios y España. He dicho. A la salida de la custodia, el himno nacional -como tiene que ser, ni bandas municipales ni gaitas, que estamos en Castilla-, a cargo de la banda de Infantería de Toledo, y María Dolores presidiendo, que es lo suyo.
Ya en el Patio de los Generales del Convento de San Pedro Mártir, también en Toledo, doña Cospedal declaró su honesta intención de “ser la primera en entrar y la última en salir, el empeño en superar mis limitaciones y terminar el día siempre con la conciencia limpia”. Que para eso es madre diligente, devota esposa, humilde cristiana y servidora de España, una, grande y libre. Que ya está bien de chorizos y derrochadores, rojos esquilmadores de las nobles tradiciones de nuestra patria, antaño gloriosa, hoy herida por la incompetencia de la gran conspiración socialista. ¡Arriba España, viva la Virgen de la Almudena! ¡Viva! ¡Viva el PP! ¡Viva! ¡Vida yo! ¡Viva!... ¡Madre, qué grande es España! No sigo, que me emociono.
Ramón Besonías Román