Revista América Latina

Donald Trump el candidato Frankenstein de los republicanos

Publicado el 18 marzo 2016 por Jmartoranoster
Vicky Peláez.

Cuando el magnate Donald Trump anunció, hace sólo ocho meses, su ingreso a la carrera presidencial por el Partido Republicano, casi nadie lo tomó en serio pensando que sería una repetición del fracaso del millonario empresario Ross Perot en su intento de alcanzar la presidencia en 1992 como un candidato independiente.
En el caso de Trump todos los pronósticos han fallado hasta ahora, pues este populista insurgente está produciendo un tsunami en el Partido Republicano, destruyendo el núcleo del poder elitista y avanzando como una aplanadora hacia la nominación presidencial.
Trump pone patas arriba al partido republicano
Los republicanos neoconservadores e inclusive los demócratas neoliberales, todos están tan asustados que han creado el movimiento “Parar a Trump”. El escritor, político y exneurocirujano norteamericano Ben Carson, que endorsó a Trump y se proyecta como su candidato a la vicepresidencia, denuncia ataques permanentes contra Donald por parte de los políticos globalizadores que tratan de desacreditarlo y de distorsionar su agenda. Según Carsen, ya se han gastado más de 40 millones de dólares en esta sucia campaña, señala, además, que los Comités de Acción Popular (PACs), que tienen capacidad ilimitada para financiar a los candidatos que le convienen para promover la agenda establecida por los más ricos y poderosos de EEUU, anunciaron una guerra sin cuartel al candidato populista.
Dentro del Partido Republicano los otros candidatos que quedan: Ted Cruz (399 delegados) y John Kasich (199 delegados) no tienen mucho chance de parar a Trump. Después de la contienda del pasado “Super Martes”, Donald alcanzó 621 delegados pero para lograr la nominación republicana se necesitan en total 1.237. El único de estos candidatos que representa a las élites republicanas es el gobernador de Ohio, John Kasich, mientras que Ted Cruz también se considera en el círculo de poder republicano como un extraño.
Según el autor del proyecto “Contrato con América” (1994), Newt Gingrich, “Trump es un intruso en el Partido Republicano, no pertenece a ellos, no es miembro de su club, además de ser incontrolable. No pasó los ritos de iniciación de “Calavera y Huesos”, no pertenece a su sociedad secreta, nunca juró la fidelidad a sus élites. Trump simplemente no es parte de ellos”. Es la sociedad dominada por el clan Bush y a propósito, uno de los temas que tocó Henry Kissinger durante su último encuentro con el presidente ruso Vladímir Putin, fue el de apoyar al clan en la campaña de nominación de Jeb Bush, quien finalmente fracasó en su ambición de ser candidato a la presidencia.
Tal es la desesperación del círculo de poder de los republicanos por la posible victoria de Trump en la nominación de su candidatura, que recientemente 116 miembros de la Comisión Republicana de la Seguridad Nacional amenazaron con endorsarse a las filas de Hillary Clinton. Los neoconservadores y sus colegas neoliberales, que en realidad son el “mismo caballo con diferente montura”, están preparando planes para detener a Trump y no permitir su nominación. No quieren ninguna alteración en su agenda globalizadora quieren mantenerse en la “era”, definida por la estudiosa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Teresa da Cunha Lopes, “de la política de ‘posverdad’, es decir, cuando los políticos y los supuestos expertos que les sirven nunca se sienten obligados a reconocer los datos incómodos y jamás abandonan ningún argumento por muy abrumadoras que sean las pruebas en contra del errado”.
Donald Trump en este contexto percibió la esencia de la “posverdad” e hizo con su equipo un excelente cálculo de los afectados, desprotegidos, abandonados, empobrecidos, especialmente de la clase media, descontentos e indignados, blancos sin estudios universitarios, parte del 37.6 por ciento (94.513.000) de norteamericanos en edad laboral sin trabajo y de los hogares que ganan menos de 30.000 dólares al año. La mayoría de sus partidarios son blancos que sueñan seguir con sus privilegios.
También tienen miedo a los indocumentados, al terrorismo interno y externo. A estos, Trump les ofrece una esperanza de vida más digna.
Trump advierte de posibles revueltas si no obtiene la nominación presidencial
Decir que el candidato Donald no tiene una base de apoyo como lo afirman los globalizadores, es cerrar los ojos frente a la verdad. Trump habla el lenguaje de esta gente que no escucha a los políticos con el oído, sino con el estómago y sus tarjetas de crédito siempre endeudadas. Entonces él está actuando como un populista de derecha en la “era pospolítica” o “antipolítica”. Hace poco el ex fiscal adjunto de EEUU, Andrew McCarthy, recalcó que “Donald Trump no es la causa del deterioro de nuestra política, sino el efecto del deterioro de nuestra cultura”. La sinceridad dura y frecuentemente ruda de este magnate es una poderosa herramienta de mercadotecnia bajo la consigna prestada de Ronald Reagan: “Hacer América Grande de Nuevo”.
Su retórica orientada, de acuerdo al estudioso Joseph Sohm de Counterpunch, contra el “tercer período demócrata en la presidencia de orientación corporativa-neoliberal representada por Hillary Clinton-Obama- Goldman Sachs- Citigroup-NAFTA-el Tratado Transpacífico, neoliberalismo cada vez más cínico”, le ha dado apoyo de un sector muy importante de la población norteamericana. Trump no es intelectual, es un especialista en bienes raíces, hombre de negocio y un personaje de televisión. Pero su capacidad de atraer a la gente es mucho más grande y más honesta que la de los supuestos intelectuales. Los medios de comunicación lo percibieron también, por eso no es de extrañar el reciente estudio de la revista “The Economist” que revela que entre el comienzo de enero de 2015 y 26 de febrero pasado, Trump apareció en la TV ABC, NBC y CBS durante 400 minutos en los programas más vistos de la noche, mientras Ted Cruz y Marco Rubio ambos compartieron menos de 100 minutos. Los candidatos demócratas Hillary Clinton y Bernie Sanders lograron aparecer en la pantalla algo de 100 minutos cada uno.
A diferencia de los otros candidatos, Trump pudo crear su propia agenda de prensa, apelando a los valores de la línea principal de los medios de comunicación norteamericanos, es decir, supo lo que atrae al televidente, aburrido de la retórica sin fondo, gestos y contenidos concretos que diariamente muestran los políticos de Washington que comparten con el uno por ciento más del 90 por ciento de la riqueza del país.
Dos de los principales científicos sociales norteamericanos, Martin Gilens y Benjamin Page, informaban desde hace tres décadas que el “sistema político norteamericano había funcionado como una ‘oligarquía’ formada por la élite rica y las corporaciones. Durante todo este tiempo estaban dirigiendo el país para promover sus intereses sin tomar en cuenta la voluntad de la mayoría del pueblo e ignorando prácticamente qué partido está a cargo del Congreso o del Gobierno.
Hasta ahora estas élites nunca han cedido el poder a ningún intruso. Barry Goldwatter perdió frente a Lyndon Johnson en 1964 debido a la campaña difamatoria organizada por el clan Rockefeller y Mitt Romney. Lo presentaron como un belicista, apoyado por el Ku-Klus-Klan, favorable a la guerra atómica. En la vida real, Goldwatter era un partidario del liberalismo clásico en cuyas ideas se inspiró el gobierno de Ronald Reagan, igual como en su anticomunismo.
En octubre 2000, el presidente de la Casa de Representantes de Flórida, Tom Finey contrató un programador de la NASA, Clint Curtis “para hacer fraude sustancial en el conteo de los votos” y así hacer ganar a George W. Bush frente a Al Gore. Y así sucedió, Bush ganó escandalosamente. Entonces la Corte Suprema de Florida ordenó el recuento de votos durante 36 días. Sin embargo, la Corte Suprema Federal que jamás había participado en estos asuntos ordenó parar el recuento pues a las élites le convenía más George W. Bush que Al Gore para su “guerra permanente”. (Para los interesados en el tema, hay un documental serio en YouTube de 7 partes, “Murder Spies and Voting Lies”).
Algo raro pasó también en 1992 con el candidato independiente y empresario exitoso Ross Perot, este renunció abruptamente a su postulación cuando todo le favorecía. Hasta ahora los expertos en la teoría de la conspiración tratan de descifrar aquel enigma. Igualmente, algo están tramando contra Donald Trump, quien sin pelo en la lengua, señaló a Hillary Clinton y Barack Obama como los creadores del Estado Islámico y los destructores de Libia, igualmente denunció su participación en la reducción trágica de la clase media norteamericana. En el último número de la publicación “The International Forecaster”, el periodista Bob Rinear denunció varias quejas de la gente respecto a sus votos durante las primarias republicanas en Florida, indicando que votaron por Donald Trump pero sus votos pasaron misteriosamente a Ted Cruz. Afirma Bob Rinear que “cada partido es una máquina y si usted no está conectado a esta máquina, ellos no lo quieren”.
Para Rinear, si Trump sigue avanzando fuertemente, el núcleo del poder real va a presionarlo para que se retire, o llegue a algún compromiso o simplemente lo reemplazarán durante la Convención Republicana por un político como Mitt Romney. Donald Trump sabe todo esto perfectamente y ya declaró ayer en una entrevista a la CNN que “podría haber disturbios. Puedo imaginar, muchos, muchos millones de personas” en caso de no ser nominado por el Partido Republicano.
Mientras tanto, la guerra mediática contra Trump recibió el apoyo de las élites europeas que lo señalaron como “un Berlusconi con armas nucleares” y hasta los liberales rusos prefieren a Hillary Clinton, perdonando su rusofobia, en vez de tratar de entender a Donald Trump que quiere entablar un diálogo con Vladímir Putin y a quien elogió por su participación en la solución de la guerra en Siria.
Alguna vez el presidente norteamericano Theodore Roosevelt (1901-1909) comentó sobre la existencia de un gobierno invisible, remarcando que “la primera tarea del arte de gobernar es destruir este gobierno invisible, contaminar esta alianza terrible entre los negocios corruptos y los políticos corruptos”. Hasta ahora nadie ha logrado hacerlo a excepción de ciertos certeros intentos en los países socialistas. El capitalismo, y en especial en su cínicamente sofisticada forma neoliberal, se nutre de la corrupción a escala global y no puede avanzar sus intereses sin la existencia de un gobierno invisible que a medida que pasa el tiempo se hace cada vez más globalizado.

Vicky Peláez


Volver a la Portada de Logo Paperblog