Roberto García Hernández*(PL).─ La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de abandonar el acuerdo nuclear con Irán y el incremento de los ataques contra Siria por parte Washington e Israel, revelan los nuevos matices de la estrategia norteamericana en el Medio Oriente.
Trump anunció el 8 de mayo que su país saldría del llamado Plan Integral de Acción Conjunta (Jcpoa) suscrito en 2015 entre Irán y el Grupo 5+1 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania).
El gobernante y algunos miembros de su gabinete, en particular el secretario de Estado, Mike Pompeo, reiteraron en las últimas semanas que perciben al Gobierno de Teherán como una amenaza a la seguridad nacional del país norteño y en particular a los intereses de este en el Levante, en consonancia con declaraciones similares expresadas por las autoridades de Israel.
La salida de Washington del pacto provocó el rechazo generalizado de la comunidad internacional, incluyendo al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien recordó que el Jcpoa fue un logro importante en materia de no proliferación y diplomacia luego de fuertes tensiones por la cuestión nuclear iraní.
En este contexto, la política de Washington hacia la región parece centrarse en tres objetivos fundamentales: mantener y desarrollar las posiciones de Israel, su principal aliado en la zona; socavar la influencia de Irán con el pretexto de su presunto incumplimiento del Jcpoa; y desgastar las capacidades defensivas del Gobierno sirio.
El 13 de abril pasado las fuerzas armadas estadounidenses, junto a medios aéreos de Francia y el Reino Unido, atacaron objetivos en Siria con el empleo de más de un centenar de misiles crucero superficie-superficie y medios coheteriles aire-tierra.
A esto se añaden los golpes de la aviación israelí el domingo 29 de abril contra instalaciones militares sirias, con el beneplácito de Trump, en sitios ubicados en las norteñas provincias de Hama y Aleppo, que provocaron varias decenas de muertos.
El pasado 9 de mayo murieron dos personas tras un ataque coheteril israelí en el área de Kissweh, en el sur de Damasco, y anteriormente la Defensa Antiaérea local interceptó y destruyó dos misiles en Kissweh.
Fuentes militares comunicaron a la corresponsalía de Prensa Latina en Damasco que una fábrica de cartón perteneciente al grupo Sharbayi se quemó por completo.
Pero el 10 de mayo Israel atacó 'docenas de objetivos iraníes' en suelo sirio, un golpe que de acuerdo con la versión oficial de Tel Aviv fue 'el de mayor envergadura en décadas' contra el mencionado país árabe. El hecho fue en respuesta al supuesto lanzamiento de unos 20 cohetes por parte de unidades de Irán desde Siria contra blancos militares israelíes en las Alturas del Golán.
El mando castrense sionista aseguró que los misiles lanzados por sus aviones destruyeron cinco baterías antiaéreas, un almacén de armamentos, sitios logísticos y centros de inteligencia utilizados 'por unidades iraníes' en el vecino país.
Alrededor de una veintena de personas murieron en este ataque, según fuentes citadas por la prensa israelí, mientras el Gobierno sirio señaló que hubo tres muertos y dos heridos.
Esta fue la séptima ocasión desde septiembre de 2017 que las fuerzas israelíes atacan objetivos en Siria, incluyendo un bombardeo similar el 9 de abril contra la base aérea T4 en Homs.
GOLPES COORDINADOS CON EE.UU.
En las primeras horas del 9 de mayo los militares israelíes ordenaron a las comunidades ubicadas en las cercanías de las Alturas de Golán, cerca de la frontera con Siria, habilitar los refugios colectivos, mientras los oficiales de inteligencia y otras unidades especializadas fueron acuartelados.
Entretanto, el sitio en Internet de la embajada norteamericana en Tel Aviv alertó a los empleados del Gobierno de Estados Unidos que no viajaran a la mencionada zona a menos que tuvieran un permiso por adelantado, lo que muestra -una vez más- el nivel de coordinación que existe entre el Pentágono y los militares israelíes en estas operaciones punitivas.
Expertos señalan que existen pocas dudas de la determinación del mando sionista de socavar a toda costa el papel de las unidades iraníes en suelo sirio, un obstáculo importante frente a las intenciones de derrocar al Gobierno de Assad, con el beneplácito y el apoyo político, logístico y de inteligencia de Washington.
Llama la atención que el mismo día en que Trump anunció la salida de su país del acuerdo nuclear con Irán, los israelíes elevaron el nivel de disposición combativa de las fuerzas armadas con el pretexto de supuestos preparativos de un golpe coheteril por parte de Irán desde suelo sirio.
Para ello el ejército sionista desplegó varias baterías de los sistemas Iron Dome, y alistó otras opciones, ante el temor de una respuesta de mayor intensidad por parte de Teherán.
A todo esto se suman los bombardeos que realiza la coalición encabezada por Estados Unidos, como parte de la operación Inherent Resolve que se lleva a cabo con el pretexto de desarticular la presencia del Estado Islámico (EI) en el Medio Oriente.
La aviación de las naciones participantes, dirigidas por el Pentágono, han realizado desde septiembre de 2014 más de 13 mil 330 ataques contra blancos de los extremistas en Iraq, y otros 11 mil 235 en suelo sirio sin la anuencia del Gobierno de Damasco, con un saldo incalculable de bajas civiles.
Los golpes aéreos en el caso de Siria tienen como fin atacar unidades del ejército de esa nación árabe y apoyar el avance de las bandas antigubernamentales que intentan derribar por la fuerza al presidente Al Assad, además de cumplir misiones contra las agrupaciones del EI presentes allí.
Estos son solamente algunos ejemplos de las pretensiones de Washington contra el Gobierno de Damasco y a favor de la consecución de sus intereses hegemónicos a largo plazo en el Medio Oriente con el apoyo de sus aliados, para lo cual Irán constituye un obstáculo estratégico fundamental, por lo que es prioridad de Tel Aviv erradicar su presencia en suelo sirio.
Algunos especialistas estiman que el relativo estado de distensión -temporal- existente en relación con el conflicto en la península de Corea, hace pensar a los servicios de inteligencia norteamericanos que es hora de priorizar las acciones ofensivas de todo tipo -militares y de Guerra No Convencional- en el Medio Oriente.
Todo parece indicar que Estados Unidos siente amenazados sus intereses en esa zona, ante el avance de las fuerzas gubernamentales sirias y de sus aliados frente a las bandas terroristas, así como el impacto que podrá tener el hecho de que Hizbolá y sus aliados conquistaron más de la mitad de los escaños en las recientes elecciones parlamentarias en el Líbano.
Ante esta coyuntura, Washington y Tel Aviv construyen un nivel de consenso bilateral inexistente en la administración del presidente Barack Obama, una condición imprescindible para llevar adelante una política agresiva en defensa de los intereses de ambos, a un costo humano y material incalculable para los pueblos de la región.
*Jefe de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina.