Doñana, entre dunas y marismas
A Doñana no le faltan títulos: es parque natural, parque nacional, ha sido declarada Reserva de la Biosfera, Patrimonio de la Humanidad… y se dice que es la mayor reserva ecológica de Europa, su humedal más importante. Lo que vemos es un entorno con ecosistemas variados (playa y dunas, bosques y marismas) que acoge gran diversidad de especies animales, algunas tan emblemáticas como el lince ibérico o el águila imperial.
Doñana se asocia siempre a Huelva pero su territorio se reparte entre tres provincias: Huelva, Sevilla y Cádiz, abarca 110.000 hectáreas o lo que es lo mismo 1.100 kilómetros cuadrados y continúa ampliándose[1]. De hecho, está prevista la incorporación de otras 14.000 hectáreas al espacio natural.
Lo que vemos es un paisaje plano (su punto más alto tiene 47 metros sobre el nivel del mar), al que hay que acercarse desde varios frentes porque no solo la naturaleza es importante en Doñana. También, este espacio ha estado, desde hace cientos de años, (poco) habitado, así que existe una Doñana folklórica, etnográfica, de trabajo y tradiciones.
La visita a Doñana
Para visitarla hay varias opciones: podemos recorrer la parte de parque natural (también conocida como preparque) por libre, después de visitar algún centro de interpretación, como el centro del Acebuche; coger un barco en Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, para atravesar el Guadalquivir y ver de esta forma la desembocadura del río, o contratar una excursión con alguna de las empresas autorizadas para entrar en la zona del Parque Nacional. Eso sí, por su grado de protección, existe una zona de Reserva Biológica inaccesible para los visitantes.
El área recreativa junto al centro de visitantes “El Acebuche”
En 4×4 por Doñana
La manera más cómoda de entrar en la zona de Parque Nacional y visitar todos sus ecosistemas es la excursión de la Cooperativa Marismas del Roció. Utilizan autobuses 4×4 con guía-conductor para mostrar, en cuatro horas, los diferentes ecosistemas del Parque Nacional.
Los camiones parten del centro de visitantes de El Acebuche y, una vez que dejan la carretera, se meten el territorio del parque por la playa de Doñana o playa de Castilla, una playa de 35 kilómetros que se extiende desde Matalascañas hasta la desemboca del Guadalquivir. A la derecha vamos viendo el océano Atlántico, con multitud de aves costeras que descansan en la orilla o nos sobrevuelan. Hay gaviotas sombrías, patiamarillas, cormoranes, chorlitejos… A la izquierda se alzan los primeros montículos de arena de un paisaje dunar que continúa hacia el interior del parque. Por esta zona, quedan algunas construcciones hechas por el hombre: la torre Carboneros y pequeños ranchos de pescadores. Junto a ellos encontramos aparcados los carros que utilizan los coquineros para su trabajo. Y es que, los recursos de Doñana, se aprovechan para actividades tradicionales sostenibles: pesca, apicultura, ganadería extensiva, recogida de piñas…
Coquineros
Playa de Doñana
A la altura de la torre de Carboneros, dejamos el mar para meternos de lleno en el paisaje dunar en constante movimiento. Entre las dunas, crecen los corrales, pequeños bosques de pinos y matorrales con una vida corta: en 50 años, el tiempo que tarda en avanzar la duna, nacen, crecen y mueren enterrados.
Pasamos por una zona de bosque, o de coto, formada sobre todo por pino piñonero, una especie introducida que sustituyó hace décadas a las especies autóctonas como el alcornoque, el enebro, la sabina o el acebuche. El coto es el hábitat natural de animales como el lince o el zorro, aunque no suelen aparecer. Lo que sí vemos son ciervos y gamos.
Los corrales entre dunas
Un gamo en la zona de coto
Las marismas de Doñana secas con la vera en primer plano
La marisma es la parte más interesante del parque natural. Junto a ella crece la vera, una zona verde de pastos, donde es fácil ver a los mamíferos alimentándose. No siempre están llenas. Se necesita que llueva. Sus 26.000 hectáreas se inundan con las precipitaciones y se secan durante el verano.
Son importantes por varios motivos. En primer lugar por su extensión, después por su profundidad, sus 40 cm las hacen ideales para la vida, ya que los animales no necesitan saber nadar ni bucear demasiado para obtener alimento. Habitan en ellas multitud de anátidas, flamencos, garzas, cigüeñas… un espacio muy apropiado para los amantes de las aves. Por último, su situación, al sur de Europa y al norte de África, provoca que sea lugar de paso, de invernada y de reproducción de gran cantidad de especies. Por ejemplo, el año pasado, según la Junta de Andalucía, se censaron en la comunidad autónoma unos 765.000 ejemplares de aves invernantes, el 66% se encontraron en Doñana, más de 500.000 aves que pertenecían a 80 especies distintas de las 95 que visitaron la zona.
Gracias a las marismas, las aves acuáticas son las protagonistas de este espacio natural, aunque también existen otros animales míticos como el lince o el águila imperial. Ambos se encuentran en peligro de extinción. El motivo de su escasez nos recuerda la importancia que tiene cada animal, por vulgar que parezca, en un ecosistema. Nos contaba José Ángel, nuestro guía, que el lince o el águila no se pueden recuperar de manera natural sin los conejos, una especie mermada por enfermedades recientes. ¿A que ya vamos a mirar de otra forma a la hormiga que tenemos al lado? Pues sí, es endémica y también tiene su papel.
Un búnker en Doñana
El poblado de la Pancha
Los humanos y Doñana.
Conocemos a Doñana por su naturaleza, lógico con semejante plantel, pero no hay que olvidar que el ser humano ha utilizado este territorio desde hace miles años (existen restos que atestiguan su presencia hace ya 4.500 años) y como parte de su legado permanecen construcciones, tradiciones y folklore.
Además de las torres, algún palacio, ranchos de pescadores y búnkeres, existen en Doñana antiguos poblados como el poblado carbonero de La Plancha, formado por varias chozas y construido con materiales de la zona. Ha sido restaurado y se visita durante la ruta.
Los oficios tradicionales también están presentes y, además de la recogida de coquinas o la pesca, existe ganadería extensiva de vacas mostrencas y yeguas marismeñas. Esta yegua es la protagonista de una tradición que se mantiene desde hace más de 500 años: la Saca de las Yeguas.
La Saca de las Yeguas se celebra en junio cuando los ganaderos acuden a por las más de 1.000 yeguas que viven en libertad en las marismas de Doñana. Las trasladan, junto a los potros que han tenido ese año, hacia Almonte, aunque antes los bendicen en el santuario de la aldea del Rocío. Después, continúan su camino para prepararlos para la venta.
En el Rocío también tiene lugar una tradición que se repite año tras año: su romería. En el camino al santuario, algunas hermandades atraviesan Doñana por su vía pecuaria. Un paso que es polémico por el impacto medioambiental que genera.
Muy cerca: Matalascañas y El Rocío.
Es curioso y contrasta, Matalascañas se empezó a construir al mismo tiempo que comenzaba la protección de Doñana y hoy se encuentran una frente a la otra: por un lado el espacio natural, por otro, un enorme complejo turístico que en verano acoge a más de 100.000 personas y que muere con el frío (durante el invierno solo viven alrededor de 3.000).
Matalascañas no es nada monumental. Es una pedanía de Almonte hecha para los turistas, con hoteles, chalets, apartamentos, restaurantes, campo de golf y una gran oferta de ocio veraniego. Pero, ¿qué atrajo a tanta gente a este punto? La respuesta: sus playas, una playa de arena blanca de 5 kilómetros con todas las banderas azules imaginables. Es aquí, en la playa, donde se pueden ver los dos lugares más interesantes de esta macrourbanización, el faro y la torre de la Higuera, construida en el siglo XVI y que permanece en medio del mar, bocabajo desde el terremoto de Lisboa en 1755. Hoy, es el símbolo de la población.
Matalascañas y la torre de la Higuera
La playa de Matalascañas
Si Matalascañas no tiene más tradición que la de los veraneantes sevillanos, El Rocío, otra pedanía de Almonte, es todo lo contrario. A esta aldea ganadera de 1.600 habitantes acuden cada año un millón de peregrinos. Van hasta la Ermita del Rocío, un lugar de culto mariano con siglos de tradición. Junto a ella se encuentra el Charco de la Boca, un lugar que forma parte del espacio natural de Doñana.
La Ermita del Rocío
Más información.
Para hacer la ruta de cuatro horas en autobuses 4×4 de la Cooperativa Marismas del Rocio hay que reservar previamente. El precio es de 29,50€. Hay más propuestas para ver Doñana en la web de Sanlúcar de Barrameda. Existe más información del espacio natural en las páginas del Ministerio y de la Junta de Andalucía.
[1] http://www.eldiario.es/andalucia/enclave_rural/medio_ambiente/Luz-planificacion-Donana-contempla-ampliacion_0_439556610.html
Doñana qué ver en Doñana visitas por doñana 2015-10-29 Paula Mayoral