al VadeReto de DiciembreBlog: Acervo de Letras
Ded Moroz, Joulupukki, Jultomtem, Viejito Pascuero, San Nicolás, Babbo Natale, Father Christmas, Père Noël, Papá Noel… Supongo que a estas alturas ya sabéis de quién estoy hablando. Ese señor bonachón vestido de rojo gracias a una famosa bebida con cafeína, la cual pensó que el verde que lucía hasta entonces era un poco soso.Pues bien, la pequeña Noelia de siete años estaba muy feliz de poder ir junto a sus padres a ver a Papá Noel. Aprovechando el puente de principios de diciembre viajaron hasta Finlandia, concretamente hasta Rovaniemi. Allí se encuentra el cuartel general de Papá Noel. Allí podrían dar paseos en trineo tirado por renos, ver las auroras boreales, y por supuesto, conocer a Papá Noel que era lo que más interesaba a nuestra protagonista. Pero cuando la familia llegó a la oficina de Papá Noel, todo era un correr de aquí para allá como pollo sin cabeza. Los elfos ponían el grito en el cielo porque Papá Noel, ni tampoco Mamá Noel, habían vuelto de las vacaciones en Hawaii que se estaban tomando desde agosto.Bushy Evergreen, el inventor de la máquina de juguetes. No podía ni quería hacerla parar porque los niños no tenían la culpa de que Papá Noel hubiera decidido quedarse junto a su esposa en la playa tomando Piñas Coladas. El sudor le caía a goterones por la frente y estaba rojo cual tomate.
Shinny Upatree, cofundador de la Aldea con Papá Noel y viejo amigo suyo, no sabía qué más hacer. Le había llamado al móvil, enviado correos electrónicos, un par de cartas a mano. Incluso lo intentó con un telegrama y un burofax. Pero nada, no contestaba.
Wunorse Openslae, no sabía qué hacer a parte de sacar lustre al trineo y de cepillar, alimentar y mantener sanos y en buena forma a los renos.Sugarplum María, estaba igual de perdida que los demás. También para ella fue imposible que Mamá Noel le respondiera, y eso que era su asistente personal. Hacía un mes de su última videollamada en la que le prometía que le traería una de esas figuritas que se ponen encima del salpicadero del coche. Sugarplum la pondría en su moto de nieve, claro que sí.Alabaster Snowball, que era el encargado de administrar TODAS las cartas que los niños enviaban por Navidad, hacía su trabajo cruzando los dedos para que por fin apareciesen los señores Noel por la puerta de la oficina. Había que ver la cantidad de niños buenos que había por todo el mundo.Y por último, Pepper Minstix, el guardián del secreto de la localización de la Aldea, que en vista de las tres personas que allí se encontraban, no había guardado demasiado bien dicho secreto.
—¿Se puede saber qué hacen aquí? —dijo Pepper Minstix con el ceño fruncido— Si no son hadas, elfos, enanos… ni tan siquiera nuestra más acérrima competencia, el sabelotodo Melchor, Gaspar el rubiales y Baltasar el favorito de los niños… se les prohíbe la entrada a este lugar.
—A ver… —comenzó a decir el padre— siendo usted un ayudante de Papá Noel, debería ser un poquito más simpático. Por lo menos, con la niña delante. Soy abogado y sé que es totalmente legal estar aquí. Si no, ¿por qué tienen una página web?
—¿Una página web? ¿En Internet? Creo que se confunde. No somos un parque de atracciones.
—Perdón Pepper —añadió Shinny Upatree— lo acabo de mirar, y sí. Nos estamos ofreciendo como un lugar en el que los niños pueden visitar al señor de rojo…
A Pepper Minstix casi le da un desmayo pero, entre Alabaster Snowball y Bushy Evergreen le ayudaron a reponerse. Ante el negro devenir de las navidades que se le presentaba ante sus ojos, no sabía qué hacer. Sin Papá Noel la campaña de este año iba a ser una hecatombe a nivel mundial. Entonces Sugarplum María preguntó cómo se llamaban. Ellos le dijeron que eran simplemente los papás de la niña. Que la importante allí era la niña de nombre, Noelia.
—¿Noelia? ¿Pero qué me estás contando? ¡Te llamas igual que nuestro jefe!
Sugarplum se quedó pensativa unos instantes, hasta que decidió hacer un corrillo con sus otros cinco compañeros. Estuvieron debatiendo durante media hora, hasta que encontraron una solución momentánea a sus problemas.
—Pues bien, Noelia. Y papás —empezó a decir Shinny Upatree—. Ya que Papá Noel ni está, y parece ser que ni se le espera, hemos consensuado mis compañeros y yo, que como esta maravillosa criatura se llama como nuestro queridísimo jefe, podría ser quien entregase los juguetes a los niños estas navidades. ¿Qué les parece?
—Pero a Noelia aún le quedan unos días de colegio, y nosotros debemos presentarnos a nuestros trabajos —dijo la mamá algo alterada.
—No se preocupen por eso. Haremos unas llamadas. Tenemos un gran poder de persuasión —respondió Upatree.
—¡Yo quiero! ¡Yo quiero! ¡Yo quiero! Sí, por favor papás. Por favor…
Al final, los padres accedieron. Los ayudantes de Papá Noel movieron sus hilos mágicos e hicieron las llamadas pertinentes para que no hubiese ningún problema para Noelia o sus papás. Los días pasaban tranquilos pero con mucho trabajo qué hacer. A los papás les vistieron como ayudantes, y a Noelia le hicieron un precioso vestido rojo con detalles blancos.
El día 24 de diciembre todo estaba listo para la gran entrega de regalos. Noelia, arropada por todos, sería la cara visible de este año. Cuando de pronto un sonoro "Ho, Ho, Ho" resonó tan fuerte que hizo caer la nieve del tejado. Eran Papá y Mamá Noel que venían en un trineo improvisado tirado por delfines.
—¡Hola a todos! No nos vais a creer todos los problemas que hemos encontrado para poder volver a casa. Ni pudimos comunicarnos de ninguna manera. Espero que a pesar de todo, el trabajo se haya ido haciendo y no sea tarde. Ho, Ho, Ho.
—Estábamos a punto de salir —dijo Shinny con una gran sonrisa por ver a su viejo amigo—. Noelia, iba a hacer de ti este año porque no estabas. Luego te contamos la historia.
—Ho, Ho, Ho ¡Eso es una genialidad! NOELIA. Vaya nombre más bonito. Ya que los dos estamos aquí… ¿Qué te parece si repartimos los juguetes juntos?
—Sí, sí, sí, y mil veces siiiii —dijo la niña saltando sin parar.
Y así es como durante aquella noche de Navidad, Noelia y Papá Noel dieron la vuelta al mundo repartiendo regalos y felicidad. Y si la felicidad no era posible porque algunos niños lo pasaban mal al vivir en países pobres o en guerra, les dejaban también un poquito de esperanza y los mejores deseos.