¿Dónde está Mariano Rajoy?

Es la pregunta del millón, o de los millones de españoles que no sabe dónde está su presidente, porque no da la cara, ni explica las medidas que ponen en marcha algunos ilustres de su gobierno, ni tampoco contesta preguntas en convocatorias y ruedas de prensa.

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Mariano Rajoy, el presidente de España, para quien no lo sepa, es un mandatario posmoderno. Sólo se maneja con las nuevas tecnologías, videoconferencias, Facebook y twitter, porque no implican un contacto directo con los ciudadanos y tampoco requieren dar demasiadas explicaciones. Es lo justo y lo concreto, sin vueltas ni lugar para la duda y el análisis ‘más allá’.

Rajoy es lo que en psicología se denomina un padre ausente, que está físicamente pero no se implica en la vida de su hijo. Y eso es peor que no estar porque las consecuencias psicológicas son de una magnitud considerable. Con el presidente pasa lo mismo. Está pero no se siente, otros dan la cara y las explicaciones por él, como Soraya Sáenz de Santamaría, y hasta se atreven a tomar decisiones, desde Ángela Merkel en lo concerniente a Europa, pasando Dolores de Cospedal, en lo que afecta al Partido Popular (PP).

Mariano Rajoy no se da cuenta de ello, pero las secuelas para España pueden durar años. Una reforma educativa y otra judicial que la mayoría de la población no entiende ni apoya, libertades a las entidades bancarias que no se justifican en tiempos de crisis, un anteproyecto de ley para eliminar ayuntamientos, la administración más cercana a los ciudadanos, recortes importantes en sanidad y así un largo etcétera.

Pero de todo ello, Mariano Rajoy no habla ni explica nada, ni siquiera los supuestos  pagos injustificados a algunos miembros de su gobierno. Tampoco

intenta convencer, que sería lo lógico. Es el prototipo del padre borrado, que deja a sus hijos en manos de otro y cuando se da cuenta ya es demasiado tarde.

Espero, por el bien de España, que al presidente no le pase lo mismo.