
Desde pequeños vamos incorporando la idea que en algún lugar está esa persona especial que nos va a completar y que va a dar significado a nuestras vidas. El "Príncipe Azul" para algunos, “la horma de nuestro zapato”, para otros. En fin… “Nuestra media naranja”. Es entonces cuando comienza la búsqueda inconciente del reflejo de aquello que sentimos que nos está haciendo falta, pero muchas veces terminamos eligiendo a nuestro compañero de vida por motivos equivocados. Al estar "incompletos", creemos que juntos nos completaremos y seremos uno, y así habremos logrado nuestro anhelado objetivo: un alma gemela estará junto a nosotros y seremos felices y comeremos perdices. Sin embargo, a medida que transcurre el tiempo nos vamos dando cuenta de que no todo es un cuento de hadas y que las diferencias, ocultas por esos primeros pasos de conquista, comienzan a aparecer hasta provocarnos frustraciones y desilusiones. Lo que antes nos atraía, ahora ya no nos gusta. ¿Qué nos pasó? ¿Quién cambió? ¿Qué fue de nuestra media naranja? Al parecer, el Príncipe Azul, se destiño durante el primer lavado. Lo que a menudo ocurre es que depositamos nuestras inseguridades, nuestros miedos y deseos en alguien más, y no en nosotros mismos. Cuando tenemos un vacío en nuestro interior, nadie ni nada podrá cubrirlo o rellenarlo, por más que nos engañemos creyendo que una persona que nos ama pueda hacerlo. Pero ¡atención!, no nos preocupemos, esa persona especial sí existe y va a aparecer en el momento en que sepamos más sobre nosotros mismos. Por eso, es esencial primero conocernos, sentirnos completos, amarnos y respetarnos. Y así, una vez que encontremos esa armonía y esa paz interior -sin mantener asuntos no resueltos de nuestro pasado-, estaremos realmente preparados para encontrarnos con esa otra persona -también consciente de su propio ser, de sus virtudes y de sus defectos-, con la cual poder compartir la maravillosa experiencia de vivir. Si dos personas se vuelven una, entonces solo obtendremos “dos medias personas”. Propongo que cada uno de nosotros lleve su potencial al máximo, se reencuentre con su ser más íntimo, haga valer su persona y encuentre, para compartir el camino de la vida, a otra persona que también esté plena y lista para avanzar junto a nosotros. Imaginemos a estas dos personas, felices y sin mochilas que cargar, juntas, iluminadas, acompañándose en la risa, en el cariño, en la adversidad y elevándose mutuamente a través del tiempo. Ambos serán dos naranjas enteras, listas para emprender un nuevo camino de a dos, y preparadas para ir creciendo juntas y afrontar las adversidades que la vida nos va regalando... sí, regalando. Fuente:Por Mariana Autilio para Selecciones Argentina.
