Sólo el silencio
En su habitación
Puede perturbar
La paz de su mente
Lo demás
Es pan comido
En la monótona mañana
De todos los días
La noche pidió
Horas extras
Y al ocaso
Se sintió renacer
De vuelta a casa
Sintió la alegría de los olmos
Del río
Y al día siguiente
Antes de volver
A la monótona rutina
Desayunó sonrisas
Con mermelada y mantequilla
Y la armonía
Empañó el cristal
De aquel café
Que sentía
Cuándo la invadió la armonía
Colmándola de besos
De suspiros
De los ángeles del infierno
Pensó en escapar
Pero su padre había muerto
Y su hijo
Albergaba su sonrisa
Su quehacer
Y su llamada
Dentro del corazón
De esa ventana
Por eso
Y solo por eso
Volvió a la mañana
Tibia de esperanzas
Rutinaria armonía
Cuyo sueldo es
Renacer en el ocaso
De otro día perdido
Cuando ella se pregunta
Dónde está mi niño?
Todo un milagro
Llegas sumamente tarde
A la cita
De tu muerte
El plan
Te arrancaba del suelo
A los veinte
Y ya tienes treinta
Deberías
Haber perdido la cabeza
Y pisas fuerte
La endiablada maleza
Dejas el rastro
De tus tacones
En los oídos
De los ángeles
Dejas huella
En cada espasmo
En cada espanto
En cada risa
En cada llanto
Te quisieron tanto
Que la muerte
Llegó tarde a su cita
Con la chica
De los labios rojos
Y tacones mágicos
Y en su lugar
No rezamos en su epitafio
Sino que quemamos cementerios
De vidas llenas
Para que alcancen la meta
A un infierno callado
Y empiecen una vida
Con la llama de la incertidumbre
Y el matrimonio de lo absurdo
Entre sus esperanzadas manos
Él dijo
«Cuánto lo siento»
Cuándo se comió
Su sonrisa
Para que la muerte
Llegara tarde a la cita
De sus veinte años
Puede decirse
Todo un milagro?