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dónde estaban los jardines colgantes de babilonia

Publicado el 10 agosto 2016 por Libretachatarra
legado mesopotámico
En el ángulo noreste del palacio sur, se identificó durante las excavaciones alemanas una estructura arquitectónica particular, que consistía en una gran construcción formada por catorce salas alargadas, dispuestas en dos hileras y cubiertas por bóvedas. La presencia de pozos y conductos de agua hizo pensar a los arqueólogos de la época que se trataba de la infraestructura que había dado vida a los famosos jardines Colgantes de Babilonia. Hoy se piensa, sin embargo, que se trata de una zona de almacenes cercana a la entrada del palacio y de la ciudad. Una prueba a favor de esta hipótesis fue el hallazgo de varias jarras y de un archivo con textos económicos, fechado en el reinado de Nabucodonosor II.
¿Dónde se encontraban los famosos jardines Colgantes? ¿En qué parte de la ciudad estaba situada esta Maravilla de la Antigüedad? Se han propuesto varias alternativas, aunque sin argumentos concluyentes. Se han pensado que podían estar ubicados en el gran bastión occidental que protegía el palacio de las crecidas del Éufrates. También, que las terrazas del zigurat eran un buen candidato para acoger estos jardines. Incluso se han dibujado bellas reconstrucciones que incluían norias o tornillos de Arquímedes, como sistema de elevación de agua. Sin embargo, de ellos nadie ha encontrado huellas. Ante esta situación, la pregunta que cabe plantearse tal vez debería ser otra: ¿tuvo Babilonia unos jardines Colgantes?
De entrada, llama la atención un hecho: ningún texto de los que conocemos del rey Nabucodonosor II (y son muchos) menciona tales jardines en Babilonia. El historiador griego Heródoto tampoco nos habla sobre ellos. Las únicas referencias escritas proceden de autores clásicos como Diodoro de Sicilia, Quinto Curcio, Estrabón o Flavio Josefo, que escribieron sus obras entre los siglos I a. C. y 1 d. C. Evidentemente ninguno de estos autores pudo ver con sus propios ojos los jardines, ya que en la época en la que vivieron en Babilonia no eran más que un campo de ruinas.
A continuación, encontramos la descripción de Diodoro, que es una de las más completas que se escribieron el siglo I antes de Cristo:
Estaban también, junto a la acrópolis, los llamados Jardines Colgantes, obra, no de Semíramis, sino de un rey sirio posterior que los construyó para dar gusto a una concubina; dicen que esta, en efecto, era de raza persa y sentía nostalgia de los prados de sus montañas, por lo que pidió al rey que imitara, mediante la diestra práctica de la jardinería, el paisaje característico de Persia. Cada lado del parque tenía una extensión de cuatro pletros [unos 120 m]; su acceso era en talud, como el de una colina, y las edificaciones se sucedían unas a otras ininterrumpidamente, de modo que el aspecto era el de un teatro. Las terrazas fueron hechas de modo que bajo cada una de ellas quedasen pasadizos de fábrica, que soportaban todo el peso del jardín y se iban levantando en el escalonamiento, elevándose poco a poco los unos sobre los otros de un modo paulatino e ininterrumpido. El pasadizo superior, cuya altura era de cincuenta codos, soportaba la superficie más elevada del parque y estaba construido al nivel del circuito de las almenas. Además los muros, construidos sin ahorrar gastos, tenían un grosor de veintidós pies, y cada uno de los pasadizos un ancho de diez.
Las cubiertas estaban techadas con vigas de piedra que tenían una longitud de dieciséis pies contando con las solapas, y un ancho de cuatro. La techumbre sobre las vigas tenía primero una capa de cañas embadurnadas con gran cantidad de asfalto, después dos filas de ladrillos unidos con yeso, y recibía también como tercera cubierta una techumbre de plomo, para que la humedad de las terrazas no llegase abajo. Sobre estas se había acumulado un espesor de tierra suficiente para las raíces de los árboles de mayor tamaño; el suelo, una vez que fue nivelado, estaba lleno de árboles de todas las especies que pudiesen, por su tamaño o por otros atractivos, seducir el espíritu de los que los contemplasen. Los pasadizos, al recibir la luz por encontrarse los unos más elevados que los otros, contenían muchas estancias regias de todo tipo; había una que contenía perforaciones procedentes de la superficie superior y máquinas para bombear agua, mediante las cuales se elevaba una gran cantidad de agua del río sin que nadie situado en el exterior pudiese ver lo que ocurría.
Biblioteca II, 10.
Es evidente, que los autores grecolatinos tenían muchas lagunas sobre la historia de Mesopotamia. De hecho, son frecuentes las confusiones entre lo asirio y lo babilónico. Por ejemplo, Diodoro sitúa Nínive, la capital del Imperio asirio, junto al Éufrates, cuando esta se localiza en realidad cerca del río Tigris. Además, en su descripción de las murallas de Babilonia el autor griego es víctima de una evidente confusión entre las ciudades de Babilonia y, posiblemente, Nínive:
En las torres y murallas estaban representados animales de todas las especies con destreza técnica en el uso de los colores y en el realismo de las representaciones; el conjunto representaba una compleja cacería de todo tipo de animales salvajes, cuyo tamaño era de más de cuatro codos. En medio de ellos estaba representada también Semíramis lanzando desde un caballo un venablo contra una pantera, y junto a ella su marido Nino golpeando de cerca a un león con su lanza.
Biblioteca II, 8.
Esta descripción no encaja en absoluto con la decoración existente en Babilonia, donde no se ha encontrado ninguna escena de caza como las descritas por Diodoro. Sin embargo, concuerda muy bien con los relieves sobre cacerías hallados en el palacio de Asurbanipal (668-627 a. C.) en Nínive. A esta confusión ha podido contribuir el hecho de que algunos reyes asirios, como Senaquerib (704-681 a. C.), llevaran el título de rey de Babilonia. De este mismo monarca asirio, se encontró en Nínive un bajorrelieve donde se representan unos frondosos jardines regados por un acueducto. Todos estos datos, nos permiten apuntar la siguiente hipótesis: Babilonia no parece ser, pese a lo que indica la tradición clásica, la ciudad de los Jardines Colgantes. Por el contrario, el palacio de Senaquerib en la ciudad asiria de Nínive es un excelente candidato para localizar los famosos Jardines. Por este motivo, el rey Nabucodonosor II, que tantas obras de embellecimiento llevó a cabo durante su reinado en Babilonia, e incluso, Heródoto, en su detallada descripción de la ciudad, no se refieren a ellos, ya que al parecer nunca existieron.
JUAN LUIS MONTERO FENOLLÓS
“Breve historia de Babilonia”
fuente: https://issuu.com/ushlomo/docs/breve_historia_de_babilonia_-_juan_

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