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¿Dónde estás, que no te veo?

Publicado el 08 noviembre 2014 por Agd
Pienso en ti cuando todo va mal. Y lo hago simplemente porque quiero que estés aquí y no entiendo ni cuándo, ni por qué, ni cómo te fuiste. Lo éramos todo. Todo. De esas que se miran sin decir nada y ya saben qué pasó. Ahora ninguna de las dos lo sabe, porque llevamos demasiado tiempo sin mirarnos a la cara, sin reconocernos entre todas estas personas que pasean por Madrid, buscando Dios sabe qué. 

Yo sí sé lo que busco. A ti. Busco tu mirada de enfado, de castigo por no haberte llamado en todos estos años, por no haberte buscado cuando colgaste el teléfono, diste media vuelta y te largaste, como el que no quiere la cosa. 


¿Dónde estás, que no te veo?

Me pregunto muchas veces dónde estás, qué estarás haciendo y si me necesitarás tanto como te necesito yo a ti. Porque siempre estuviste. En las malas y en las pésimas, y ahora que esta se lleva la palma he marcado tu teléfono tantas veces que el pulgar me duele, pero sin el valor para permitir que la red me lleve hasta ti. 

Porque, al final, ¿qué te voy a decir? "Hola, soy yo, estoy en un aprieto y necesito que me saques de él". No, eso ni pega ni despega. Porque hace tiempo que nos perdimos y ninguna dio el paso para recuperarnos. Y así, con el tiempo, llegamos a ser dos personas que lo único que comparten son un par de fotos de Facebook, alguna canción absurda y algún recuerdo todavía más absurdo. 

Pero sigo necesitándote. Y más ahora, cuando todo va mal. Cuando no sé qué decir ni qué hacer pero todos los caminos llevan a Roma pero pasaban por tu casa. Aquella donde tantas noches pasamos, entre almohadones, perros y muelles. Y ni me atrevo a pasar por ahí, por miedo a verte salir del portal. ¿Te acuerdas cuándo esperaba, poniendo caras en el telefonillo? Parece que han pasado décadas de aquello. Y en realidad, sé que pasará más que eso hasta que volvamos a reencontrarnos.


¿Dónde estás, que no te veo?

El tiempo lo cura todo. Y nos curará las heridas, pero las cicatrices no nos recordarán nada bueno, sino la cobardía que tuvimos de luchar por todo excepto por nosotras. 

Pienso en ti cuando todo va mal. Y la verdad es que te espero. He perdonado demasiadas cosas y tú no ibas a ser menos. El dolor hace tiempo que quedó atrás, y supongo que esto es lo que pasa cuando el rencor se va, que solo queda el vacío, la melancolía, las ganas rotas de un abrazo y decirte: "Bienvenida a mi vida, de nuevo, para siempre". 

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